¿Existe la voluntad para proteger el patrimonio histórico puertorriqueño?

Por Arelis Valentín-Pagán

Especial para En Rojo

 

La noticia del incendio de la Casa Klumb llegó a cada hogar puertorriqueño. ¿Cuánto conocíamos de esta estructura histórica? Este suceso, sin duda, permitió una reflexión al respecto. En el caso del presente escrito, no se profundizará en este asunto en particular. Tampoco estamos abocados a una exégesis del patrimonio arquitectónico puertorriqueño. No obstante, tenemos que destacar que en nuestro pueblo impera la falta de memoria. Es por ello que la pregunta inicial es importante tenerla presente en nuestra memoria colectiva. Los puertorriqueños y las puertorriqueñas nos encontramos en una lucha constante entre memoria y olvido. Y, precisamente, entre memoria y olvido se desdibuja la voluntad del Gobierno y sus instituciones. Memoria, voluntad y patrimonio histórico son conceptos medulares en el ámbito cultural puertorriqueño.

El deterioro del edificio que fuera residencia del arquitecto Henry Klumb ha sido tema de discusión reciente; el mismo deterioro que encontramos proliferado en varios municipios. ¿Dónde quedó la voluntad y la creatividad de la Escuela de Arquitectura de nuestra Universidad de Puerto Rico para la conservación y el disfrute de la Casa Klumb? ¿Por qué en algunos municipios como los de Guayama y Ponce no se ven acciones que protejan su patrimonio histórico edificado? ¿Por qué no se observan acciones dirigidas a repoblar esos centros urbanos en armonía con la identidad cultural que nos da el patrimonio arquitectónico? ¿Existe la voluntad en estos alcaldes y alcaldesas? ¿Y en el pueblo en general? Cabe señalar que en tiempo de elecciones el término voluntad es uno de los más comunes entre los aspirantes a cargos públicos. Se puede definir la voluntad como el querer hacer algo, o decidirse a ello, y a lo que le añadimos por la “entereza” de hacerlo. Y una vez la voluntad logra ser inteligible, a nuestro juicio, el compromiso ocupa su espacio en la sociedad.

Hace unos meses, la ciudad de Guayama sufrió la pérdida de una estructura representativa de su riqueza arquitectónica. Un fuego también acabó con la Casa Buitrago, en la calle Vicente Palés de Guayama. Sin embargo, ese incendio fue un efecto más de la pobre atención que se la ha dado a la zona histórica del centro urbano de Guayama. Una visita al centro del pueblo es como encontrarse en dos mundos paralelos. Por un lado, el que nos muestra las reminiscencias de esa gran “ciudad caribeña” del siglo XIX y principios del XX, y, por el otro, el del abandono, el olvido y la falta de voluntad a la que ha sido condenada. Asimismo, otros edificios históricos, o de alguna significación cultural, no se han protegido. Este es el caso de lo que se conoció como el Teatro Derkes, a finales del siglo XIX, localizado en la calle Baldorioty. Un lugar de encuentro para el disfrute de obras teatrales y que llevaría el nombre del intelectual negro Eleuterio Derkes por un tiempo determinado. Esta misma pobre atención en lo que a centros urbanos se refiere también se observa en la ciudad de Ponce. Es preciso ver la desolada zona histórica de esta gran ciudad del sur de Puerto Rico.

En lo que respecta a la Casa Buitrago, esta estructura no era considerada un lugar histórico propiamente, no obstante, su fachada era un tesoro arquitectónico a poca distancia de la Plaza Mayor. Su estilo era una expresión de la influencia francesa en el País. Fue utilizada como residencia y, más adelante, como oficina médica. Lamentablemente, estuvo años sin recibir atención alguna. Esta Casa compartía el mismo espacio urbano que el Museo de Historia y Arte de Guayama. La casa antigua que sirve de sede a este Museo fue un espacio rescatado por hombres y mujeres del pueblo que tuvieron la visión de transformar este espacio abandonado para servirle a la comunidad. En el año 2013, este Museo recibiría el Premio URBE, del Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas, por su esfuerzo en la conservación del patrimonio histórico edificado. La Junta de Directores que otorgó este reconocimiento al Museo también reconocerían el valor artístico de la Casa Buitrago. Hoy, se continúa la lucha en contra del deterioro que le rodea al Museo y a su estructura misma, además de continuar la lucha en contra del olvido de la historia local. Y es que en cada pueblo nos encontramos con puertorriqueños y puertorriqueñas que trabajan por “el derecho a la cultura”. Un ejemplo de ello es el trabajo que se ha hecho por años en los Centros Culturales adscritos al Instituto de Cultura Puertorriqueña. A todos estos hombres y mujeres la voluntad no les ha faltado.

De esa misma voluntad el Gobierno y sus instituciones carecen. Deberíamos ver unos alcaldes y alcaldesas más interesados en la rehabilitación de los centros urbanos y su zona histórica. Es necesario que establezcan una comunicación directa y efectiva con los ciudadanos y ciudadanas, y que lleguen a acuerdos concretos con el fin de proteger el patrimonio cultural que les distingue. Estos alcaldes y alcaldesas deberían apoyar más las iniciativas comunitarias gestadas para estos fines, y promover el conocimiento y apreciación del patrimonio en las escuelas para que los más jóvenes se integren al esfuerzo que se requiere para trabajar a favor de la cultura.

Ya Hostos se había expresado respecto a la voluntad. El historiador cultural y escritor puertorriqueño Félix Córdova Iturregui, al analizar la “escritura diarista” de Hostos, nos recuerda lo manifestado por el prócer: “Tengo que ser hombre en el mundo y para ello necesito la voluntad”. Y precisamente se necesita voluntad y compromiso para trabajar por el derecho a la cultura en Puerto Rico, por la protección y conservación del patrimonio artístico, cultural e histórico en general como parte de ese derecho. Hostos nos recuerda la necesidad de la voluntad en el ámbito social. ¿Acaso esta voluntad se ha observado en los que tienen la oportunidad o el poder para decidir a favor de nuestro patrimonio histórico en general?

 La autora es estudiante doctoral de Historia en la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras

 

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