Fabricando docilidad El disimulo de la violencia

En Los guardianes de la libertad Noam Chomsky argumenta que “la propaganda es a la democracia lo que la violencia es a la dictadura”. El título original del libro es Manufacturing Consent, que pudiéramos traducir por Fabricando consentimiento.   La palabra “propaganda” según es definida por el DRAE guarda gran similitud con la definición de “proselitismo”. En ambos casos se da a conocer algo con el fin de ganar adeptos. No obstante si leemos la definición de “propaganda” en el Oxford English Dictionary, el término en inglés carga consigo una dimensión negativa que al parecer no está presente en el español. Veamos. Propaganda: “Información, especialmente de naturaleza parcial o engañosa, empleada para promover una causa política o un punto de vista (la traducción es mía)”.

En consonancia con la cita que ya vimos de Chomsky, Neil Postman en su magistral estudio sobre los medios Amusing Ourselves to Death, da cuenta de cómo nuestro mundo actual queda mejor representado por la novela Un mundo feliz de Aldous Huxley y no por 1984  de George Orwell. Si el estado, en su versión orwelliana, evita que la población entre activamente en el circuito saber/poder por vía de intimidación y castigos, a la Huxley se consigue el mismo efecto saturando a la población de entretenimiento.

En la historia de la humanidad, estamos viviendo en el siglo con el índice más bajo de muertes producidas por guerras. En las sociedades agrícolas antiguas el quince por ciento de sus poblaciones perecía producto de las guerras; en el siglo 20, el cinco por ciento pereció por guerras; y, en el inicio del siglo 21, sólo el uno por ciento (Harari, 2016). ¿Acaso esto significa que se han obliterado las luchas de poder entre países? Nada más lejos de la verdad. Basta con ver los nuevos modos neocoloniales. Distintos métodos, resultados similares. Harari también argumenta que en el futuro cercano, quedaremos privados de nuestra libertad, no por coacción de los estados, sino porque voluntariamente la entregaremos. Concederemos nuestra libertad a cambio del pragmatismo que nos ofrecen los algoritmos al retroalimentarlos con información personal y privada (ej. Facebook, Amazon, Google, etc).

Lo que todos estos escritores plantean es un cambio de paradigma en los métodos de control. De la violencia unilateral característica del autoritarismo, hemos pasado a una violencia pasiva. En la medida en que se disimula la violencia, se simula cooperación y civismo.

La simulación de cooperación

Durante el feudalismo las jerarquías sociales estaban bien demarcadas y los modos de dirigirse entre personas variaban de acuerdo a la posición que cada cual ostentaba. Sin embargo, durante la transición del feudalismo al capitalismo, esto es, de la relación señor/campesino a la relación vendedor/comprador, para que el comercio se diera en un marco civilizado y de orden, había que asumir una igualdad entre las partes. El sinólogo Michael Puett (2016) explica cómo el rito de decir “por favor” y “gracias” surgió como un derivado de ese supuesto de igualdad entre vendedores y compradores. Según Puett los ritos nos transportan a un espacio que él denomina “como-si” (as-if). El decir “por favor” y “gracias” durante una transacción, abre un espacio por un tiempo determinado en el que actuamos como-si fuéramos iguales. Esta igualdad, claro está, no es real; de ahí la necesidad del rito, para dar orden a una realidad que justamente, no es ordenada. (El hecho de que tengamos un Departamento de Asuntos del Consumidor nos deja saber que el supuesto de igualdad, es sólo esto: un supuesto. Las violencias jerárquicas continúan incólumes).

El capitalismo trabaja de maneras misteriosas, y el no interesarnos por estos misterios, descifrarlos y usarlos a nuestro favor, nos coloca en desventajosa posición. Como se afirmó arriba, el hecho de que la violencia física haya mermado en los últimos dos siglos, no significa que el control y el poder centralizado hayan disminuido. Hoy día luchamos contra una violencia latente, esparcida cibernéticamente (en el sentido original de la palabra) de tal manera que cada vez es más difícil identificar sus fuentes y vías.

Llegados a este punto, examinemos una táctica concreta empleada en el mercadeo y estudiada a fondo por la psicología. Robert B. Cialdini en su libro Influence: The Psychology of Persuasion narra cómo un día, mientras caminaba por la calle, un niño Boy Scout se le acercó ofreciéndole en venta un boleto para una actividad anual de la organización que representaba. El costo del boleto: cinco dólares. Caldini cuenta que luego de rechazar la oferta, el niño le dijo, “Bueno, si no quieres comprarme ningún boleto, ¿qué tal si me compras una de nuestras barras grandes de chocolate? Cuestan tan sólo un dólar (la traducción es mía)”. Cialdini accedió y compró un par de barras. ¿Lo extraño? Cialdini nunca había gustado del chocolate. ¿Qué fuerza extraña lo había motivado a terminar con un par de chocolates en sus manos, a pesar de no gustar de este sabor? Una vez en su oficina, Cialdini reunió a sus asistentes de investigación y se dieron la tarea de analizar lo sucedido.

Cialdini designó a la táctica utilizada por el niño Boy Scout rechazo-luego-retiro (rejection-then-retreat) o rechazo-moderación (rejection-moderation). En resumidas, dicha táctica consiste en hacer una oferta inicial que exceda por mucho la oferta que realmente se quiere proponer; de este modo, si la oferta es rechazada, la “contraoferta” da la impresión de ser una concesión. Cialdini, junto a otros investigadores, publicaron los resultados de tres experimentos distintos bajo el título Reciprocal Concessions Procedure for Inducing Compliance: The Door-in-the-Face Technique, en el cual se nos dice que el 50 por ciento de los sujetos acceden a una oferta si se emplea la táctica rechazo-moderación, frente a sólo un 16.7 por ciento que recibieron la oferta pequeña directamente. ¡La sumisión se puede fabricar!

Desde que surgió la noticia de los recortes presupuestarios en la Universidad de Puerto Rico, se han escuchado dos cifras distintas: trescientos millones y cuatrocientos cincuenta millones de dólares. Ahora recordemos al Boy Scout de Cialdini. Posiblemente en un futuro cercano tengamos a los estudiantes y a la Junta de Control Fiscal celebrando el acuerdo mutuo, producto de concesiones de parte y parte. ¡Que se preparen los estudiantes si, como Cialdini, no gustan del chocolate!

De igual manera que no hay que tener un grado en ciencias de computadoras para reconocer cuando una computadora nos ha dejado de funcionar, fácil es reconocer cuando el sistema nos ha fallado, lo difícil es repararlo o cambiarlo. Para esto último primeramente hay que tener un conocimiento básico de cómo funciona el sistema, por más críptico que nos parezca al inicio. ¿Saben los estudiantes o la población en general cómo funcionan los bonos? ¿Saben las diferencias entre los bonos y las acciones y sus respectivas correlaciones en las fluctuaciones del mercado? ¿Cómo ejercer presión en un sistema impulsado por el mercado si no se conoce lo que es y cómo funciona?

Junto a la táctica rachzao-moderación existen miles más que logran de manera efectiva manipular tanto a individuos como a sociedades enteras. En casi todos los deportes la estrategia de un jugador se tiene que adecuar a la de su contrincante; y la efectividad en gran medida dependerá de cuán bien se conozca el sistema del opositor (¡y las dinámicas del juego!). Si bien las protestas, manifestaciones, huelgas y demás, ayudan a llamar la atención sobre ciertos asuntos, y en algunos casos conseguir exitosamente ciertos reclamos, lo cierto es que difícilmente trastocan las nuevas estructuras de poder.

Aunque el propósito de este texto es identificar el disimulo de la violencia y la simulación de cooperación, naturalmente nos asalta la preocupación de cómo atender el problema en cuestión. Gilles Deleuze hablaba del “devenir revolucionario de los individuos”. Michel Onfray, siguiendo esta línea, nos dice que en estos tiempos posmodernos las revoluciones a la antigua son inútiles; propone “revoluciones moleculares” o “atómicas”. Según él, estas revoluciones “micro” tienen la capacidad de contagiarse por reacción en cadena. Naomi Klein en su libro cada vez más relevante No Logo, nos habla sobre el vínculo del capitalismo con las marcas comerciales y sus vulnerabilidades; también sobre la posibilidad de impactar las marcas para crear cambios sociales. Estas son solamente algunas pistas que pueden servir de punto de partida a nuevos debates para elaborar y desarrollar estrategias nuevas.

Habría, pues, que retomar una filosofía que sea una puesta en práctica. Asumir el cuerpo como vehículo político y hacer de la vida toda el argumento filosófico.

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