Gallisá, Carlos y Carlos Gallisá

Por Néstor R. Duprey Salgado

Especial para Claridad

El relato y estudio de los avatares del independentismo nos permite buscar respuestas a la extraña paradoja de que a pesar de la crisis de la colonia y su desplome institucional no haya un independentismo que capitalice de ese colapso. Esto no se comprende sin conocer y entender la parábola vital de este joven abogado oriundo de Camuy y de adopción rooseveliana que dejó la comodidad gubernamental y económica de la Milla de Oro para jugarse su vida con los pobres de la tierra.

En el verano de 1994 mi amigo y maestro Juan Manuel García Passalacqua me insistió que escribiera un artículo sobre Luis Muñoz Marín, con motivo del trigésimo aniversario de su primer retiro político en 1964. Juanma quería que yo “trabajara una periodización historiográfica de la vida política de Muñoz Marín, enfocada en sus intentos de encontrar rutas soberanistas para atender el problema colonial de Puerto Rico. Me puse a trabajar en el escrito y cuando lo terminé me dijo que se lo llevara al entonces director de Claridad para que lo viera, que él ya había hablado con él y lo iban a publicar. Yo me eché a reír y pensé era otra “locura de Juanma” porque, conociendo como pensaba el director de Claridad de entonces sobre Muñoz Marín, dudaba mucho en efecto que se fuera a publicar. Había visto en persona varias veces al director de Claridad en actividades a donde iba con mi padre Saúl, que era abogado y había sido militante y colaborador del PSP, además de haberlo visto en actividades en la UPR y conocía de su recia personalidad y su verbo duro e implacable. 

Así las cosas, me dirigí a las oficinas del periódico, entonces ubicadas en la Parada 26 en Santurce. Allí llegué y luego de esperar un rato me recibió el director del semanario independentista y le entregué el artículo. No hable mucho con él, limitándome a presentarme y a entregarle el artículo, diciéndome él, con tono y cara bien seria, que lo iba a leer y que le avisaba a Juanma. Fue así como Carlos Gallisá me dio la oportunidad de publicar mi primer ensayo histórico (Pensamiento Político de Luis Muñoz Marín, Claridad, 16 al 24 de agosto de 1994).

Dos años más tarde, a principios de 1996, Juanma me contó que estaban a punto de comenzar un programa de radio junto a Gallisá y a un abogado a quien yo había visto y conocido muy brevemente mientras me desempeñé como Director Ejecutivo de la Comisión de lo Jurídico del Senado de 1991 a 1992, en la segunda etapa de la investigación sobre los sucesos del Cerro Maravilla y a quien solo recordaba como “el abogado de la cabra” en alusión a un arma de fuego que el llevó a las vistas junto a su cliente, Julio Cesar Andrade. Juanma me dijo que ese abogado, de nombre Ignacio Rivera, había sido agente de la CIA y él pensaba reproducir la dinámica de un programa entonces famoso en la cadena norteamericana CNN, de nombre “Crossfire”. Y en efecto, el 15 de abril de 1996 comenzaron en la SuperKadena (630 AM) un programa llamado Fuego Cruzado.

Dada mi amistad con Juanma, solía ir los viernes (día original del programa) a la SuperKadena a esperarlo y “colarme” en los almuerzos ligeramente sólidos y extensamente líquidos de él con sus compañeros de panel. Eran tertulias entre interesantes y alucinantes, pero jamás aburridas, donde paseaban “las fuentes” de Juanma (desde San Juan y Washington hasta el Vaticano) y anécdotas de Gallisá y Rivera, junto con algunos invitados de ocasión.

Eventualmente Juanma salió del programa, pero yo seguí, como la inmensa mayoría de los radioescuchas de la banda AM, siguiendo el mismo a través de sus distintas encarnaciones, emisoras y horarios. La mezcla de humor y profundidad de Gallisá y Rivera junto con sus distintos ocupantes de la silla del centro, el también amigo y mentor Antonio Fernós López Cepero, Eduardo Bathia y Adolfo Krans, convirtieron el espacio en el primer programa de analisis político de la radio puertorriqueña, solo superado en audiencia e impacto, a mi entender, por el programa televisivo Cara a Cara ante el país.

Pasó el tiempo y en el mes de septiembre del año 2006 yo perdí, afortunadamente, una contienda para un escaño al Senado por el distrito de Humacao y mi hermano Luis Vega Ramos ganó un escaño a la Cámara de Representantes. Luis era panelista en un programa, Reacción Inmediata, en Radio Isla 1320 y yo solía sustituirlo. Los otros dos panelistas de ese programa, Luis Pabón Roca y Carlos Diaz Olivo, me pidieron ocupara el lugar de Luis y yo acepté. Ese programa iba al aire a las 4 de la tarde, justo antes de Fuego Cruzado, que se transmitía ya en el horario de las 5 de la tarde. A pesar de que era panelista en Reacción Inmediata, el tercer panelista de Fuego Cruzado, Adolfo Krans, también me pedía lo sustituyera en ese programa ocasionalmente. Situaciones llevaron a la salida de Adolfo de ese espacio radial y Gallisá y Rivera me pidieron lo sustituyera permanentemente. Y yo, a pesar de saber la responsabilidad que eso acarreaba por el prestigio del programa, acepté. Así comenzó mi participación en Fuego Cruzado.

A partir de ahí Gallisá y Rivera se convirtieron para mí en Carlos e Ignacio. Hoy, la triste pasada que nos juega el cáncer me permite hablar de Carlos…

Carlos ha sido una de las personas más inteligentes que he conocido en mi vida. Su conocimiento de la historia obligaba a prepararme mejor, lo que sin duda le deberé toda la vida en lo que representa para mi crecimiento. Por él soy mejor historiador. Sus conversaciones sobre la historia política de Puerto Rico y poder contrastar su mirada con la mía fueron una contribución que jamás podré pagarle.

Pero esa no es la única deuda que tengo con Carlos.

En un país donde el miedo y el oportunismo hacen que el silencio y el acomodo sean estilos de vida predominantes, Carlos vivió diciendo la verdad de sus convicciones sin importar las consecuencias. Defendió la independencia de Puerto Rico y el socialismo (fiel al viejito Marx) sin miedo a la obsolescencia o al ataque de sus incansables enemigos y sin que el polvo de la arena le marchitara el alma.

Con Carlos la palabra “solidaridad” era sinónimo de “compromiso”. Los trabajadores, los aliados (a veces incómodos) de la independencia de Puerto Rico en el exterior, los estudiantes, los confinados, los periodistas, los artistas, no importa qué ni a quién doliera recibieron siempre de Carlos su voz, su tiempo, su trabajo desinteresado y su batalla en la línea de fuego por ellas y ellos sin importar el costo.

Y todo eso lo hacia con un gran sentido del humor. La imagen del “comunista comegente” que muchos tienen de él se aleja sideralmente del Carlos que conocí, una de las personas (junto a Fernando Martín) con mejor sentido del humor que he conocido.

Carlos era buen amigo. Me enseñó a no devaluar con el abuso la palabra “amigo”. Cuando uno veía a Tuto Marchand, Jorge Segarra, Jaime Córdoba y Carlos (y a Rubén Berríos que, aunque menor era parte de ese corillo) uno veía un grupo de amigos, esa “Band of Brothers” de la que hablan los libros y que cada vez vemos menos en este mundo atomizado.

Carlos era conocedor y amante del béisbol y el baloncesto como pocos. Sabía de verdad y, discutir con él y con Elliott, era de valor enciclopédico.

Con Carlos aprendí a leer las páginas sociales de los periódicos y poder descifrar en ellas los contubernios que el pueblo paga y las “amistades convenientes” que medran el poder.

Con Carlos aprendí a escoger mejor los lugares para comer. No he conocido a nadie que supiera evaluar mejor los restaurantes, fondas y lechoneras como Carlos. Siempre le dije debíamos hacer una versión criolla de la Guía Michelin

Además, Carlos me enseñó a comprender con más serenidad la lucha por la independencia de Puerto Rico.

Y en ella, el papel de Carlos Gallisá como sujeto político es fundamental para entender la lucha en medio de la Guerra Fría por alcanzar la libertad de la última colonia de la Humanidad, y los tortuosos caminos del independentismo electoral durante las décadas del ’60 al ’80 del siglo pasado y aun del actual. Protagonista de mucha de esa historia junto a otras recias y complejas personalidades como la suya, el suyo será un espejo vital en donde se reflejan los encuentros y desencuentros, las opciones tomadas y las vías ensayadas, con el saldo correspondiente, por las principales organizaciones independentistas en los últimos 40 años del Siglo 20: el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP).

Las divisiones del independentismo, la relación con la Revolución Cubana, la internacionalización del caso de Puerto Rico, el vínculo de la lucha independentista con el socialismo marxista, la inserción de esa lucha en las reivindicaciones sociales, el papel de la prensa independentista y la compleja trama de desencuentros (en parte promovidas por las inteligencias beligerantes de los bloques globalmente enfrentados) son etapas que pueden leerse en clave biográfica a través de esa vida. El relato y estudio de ellas nos permite buscar respuestas a la extraña paradoja de que a pesar de la crisis de la colonia y su desplome institucional no haya un independentismo que capitalice de ese colapso. Esto no se comprende sin conocer y entender la parábola vital de este joven abogado oriundo de Camuy y de adopción rooseveliana que dejó la comodidad gubernamental y económica de la Milla de Oro para jugarse su vida con los pobres de la tierra. 

Espero pronto poner a disposición del juicio de la historia el testimonio de los principales protagonistas de esa época compleja del independentismo. Allí Carlos Gallisá, Rubén Berríos, Noel Colón, Toño González y Juan Mari Brás, entre otros, tejerán en entrevistas y documentos el relato de esos años de sueños y desencantos sin los cuales no se entiende nuestro actual callejón político. Así pagaré una deuda de confianza que contraje con ellos para que su voz no se ahogue en el olvido.

Además de sus ejecutorias y testimonio, Carlos Gallisá deja como historiador una lección para la posteridad. Su libro Desde Lares es una interpretación histórica, desde el independentismo, de esa lucha y las dificultades de esta en medio de un complejo escenario geopolítico que ilumina las posibles miradas historiográficas sobre el Puerto Rico de la Guerra Fría. 

No soy persona de llorar mucho. Pero escribiendo este artículo entiendo porqué he llorado la partida de Carlos como pocas en mi vida. Y es que el dolor es proporcional a la pérdida. Y con Carlos se pierde mucho y todos perdemos algo de lo mejor de nosotros y de lo mejor de esta patria sufrida…

Gracias Carlos, por tanto y porque gracias a ti espero ser mejor. Como hubieras dicho tú: ¡Pa’lante, líder! 

El autor es profesor universitario en el Recinto Metropolitano de la Universidad Interamericana y panelista del programa radial Fuego Cruzado.  

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