Hablando de partidos “principales” y “mayoritarios”

 

Por Manuel de J. González/CLARIDAD

¿Cuántas veces usted ha leído o escuchado en los medios de prensa las siguientes frases: “partidos principales”, “partidos mayoritarios” y “candidatos con posibilidades de triunfo”? Tal vez sean miles las ocasiones que, en medio de una campaña electoral, cada boricua se tope con una de esas frases para referirse a los partidos Popular Democrático y Nuevo Progresista.

La primera acepción que aparece en el diccionario de la RAE, define con justeza la enorme carga preferencial de la palabra “principal”. Se trata de algo “que tiene el primer lugar en estimación o importancia y antepone y prefiere a otras”. El vocablo es, como vemos, un instrumento de valoración. Quiéralo o no el periodista que usa la frase para referirse al PNP o al PPD, con ella trasmite un juicio valorativo muy favorable. Le está diciendo a su audiencia que esos partidos son los más “importantes”, en contraposición a los otros que no lo son.

Otra acepción que nos da el diccionario para la palabra “principal” dramatiza aún más su carga propagandística. Se trata de algo “esencial o fundamental, por oposición a accesorio”, enfatizando con bastardillas el antónimo. Por tanto, cuando el medio de prensa utiliza el vocablo para referirse al PNP y al PPD, no sólo nos dice que esos partidos son “esenciales” en la política puertorriqueña, sino también que los otros que compiten en el proceso electoral son “accesorios”. El valor de esos otros participantes es insignificante. (“Lo accesorio siempre sigue a lo principal”, reza una norma muy antigua del derecho de propiedades.)

El fin, el mensaje que nos trasmite la frase que con suma frecuencia vemos en la prensa – no sólo en artículos de opinión sino en noticias de cada día – es que los partidos que compiten junto al PNP y el PPD son actores de tercera clase, meros rellenos en una contienda que de antemano se sabe definida. Esa predestinación se trasmite también en la otra frase que también vemos con frecuencia en los medios de prensa: “partidos mayoritarios”. La definición da por sentado, desde mucho antes del día de las elecciones, que uno de esos partidos ganará la contienda.

Lo curioso es que en la última elección general celebrada en Puerto Rico uno de esos partidos de “mayoría”, el PPD, obtuvo el 38 por ciento de los votos. ¿Mayoría con respecto a qué? Tal vez se refieren a que, en el sistema político puertorriqueño, donde no existe una segunda vuelta electoral que obligue al ganador a obtener más del 50 por ciento de los votos, la llamada “mayoría relativa” es suficiente para certificar al victorioso. Pero esa realidad que impone la legislación lo que produce es que un partido efectivamente minoritario pueda asumir el control del gobierno. El PNP ha estado gobernando la colonia puertorriqueña desde 2016 a pesar de que el 58% de los electores lo rechazaron en las urnas. Ha sido en todo momento un partido de minoría gobernando sobre una mayoría que prefería otras opciones.

Esas frases del bipartidismo tienen sus variantes, tal vez para no ser cacofónico. El otro día un periodista de El Nuevo Día se refería a Pedro Pierluisi y Carlos Delgado como “candidatos con posibilidades”. Es decir, los demás candidatos no cuentan ni siquiera en el rango de lo posible, que de ordinario es amplio. Como decía la definición de la RAE antes citada, los demás contendientes para la gobernación son meros accesorios, simples adornos de la campaña electoral.

Los que utilizan con frecuencia esas frases dirán que se basan en realidades históricas, que desde 1968 un candidato del PNP o del PPD ha ganado la contienda para la gobernación. Pues si es así, si debemos seguir a pie juntilla las realidades históricas, otras dos frases serían muy válidas para referirnos al PPD o al PNP.

Por ejemplo, podrían decir que son los “partidos de la quiebra”. Es una realidad histórica que las políticas administrativas implantadas por esos dos partidos durante sus alternancias en el poder (junto a las limitaciones típicas de toda sociedad colonial) fueron las que llevaron a que en se nos declarara oficialmente en quiebra en 2016. Como consecuencia de esa declaración, el imperio controlador nos impuso una junta cuyas políticas de austeridad provocan desempleo y emigración. Los dos partidos, esos que definen como “mayoritarios” y “principales”, se acusan uno a otro como culpables de la debacle, pero no hay duda alguna de que ambos lo son. Sería aceptable entonces que, en lugar de ponerle los apellidos que los ayudan a perpetuarse, cuando se refieran a ellos los llamen “partidos de la quiebra”.

Otro nombre igual de apropiado, también refrendado por la historia de los últimos cincuenta años, sería “partidos de la corrupción”. Todos los casos de expolio del dinero público que se han descubierto desde 1968 para acá se relacionan con un legislador o administrador del PNP o el PPD. Reconozco que, como les gusta decir a defensores de esos dos partidos, hay gradaciones. Igual como se puede decir que uno es más “mayoritario” que el otro, también el nivel de corrupción varía. Por eso es tan común escuchar frases tales como “el tuyo es más corrupto que el mío”. Pero lo que esa misma frase defensiva confirma es que, igual como ambos pueden llamarse “partidos de la quiebra”, también es correcto identificarlos como “partidos de la corrupción.”

Invito, pues, a los periodistas de El Nuevo Día y de las emisoras de televisión a que, si dada la experiencia histórica creen correcto hablar de “partidos mayoritarios”, alternen la frase con otras dos también refrendadas por ese mismo pasado. Apoyados en la historia también pueden referirse al PPD y al PNP como los partidos de la quiebra y la corrupción.

En eso sí han sido siempre los “principales”.

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