¡Hasta luego, licenciada Nora Rodríguez Matías!

 

 

 El domingo 10 de enero leí con mucha tristeza la esquela en la que familiares de quien fue la primera mujer en presidir el Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico, informaron su fallecimiento.  Conocí a Nora cuando como estudiante de tercer año en la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, hacía la práctica clínica en la Sociedad para Asistencia Legal.  Las  oficinas estaban ubicadas en la misma sede del Tribunal de San Juan, en la Calle Vela. Ella era una de las pilares en la Sociedad, junto con el Lic. Enrique (Quique) Miranda Merced, quien era mi mentor y el Lic. Concepción.  Luego volvimos a encontramos en las Unidades Especializadas de Servicios Legales de Puerto Rico, donde dirigió con gran maestría la Unidad de Confinados.  Desde allí se defendían los derechos constitucionales y civiles de esta tan marginada población en casos individuales y mediante la acción de clase de Morales Feliciano, antes de que el gobierno republicano al mando de Ronald Regan le prohibiera a los programas de Servicios Legales en estados y territorios tramitar pleitos de clase

Con mucha alegría vimos como rompió barreras al alcanzar la presidencia del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico, entidad que lideró con el compromiso y la verticalidad que la caracterizaba.  La recuerdo participando en la mayor parte de las asambleas del Colegio.  Por muchos años, luego de su presidencia, fue la única mujer en el Consejo de personas que presidieron la organización.  Cuando la Lic. Celina Romany lanzó su candidatura, durante la Asamblea Nora no se sentó con el Consejo, sino en la fila posterior a la que yo estaba.  Me tocaba hacer la presentación de la segunda candidata mujer a presidir el gremio.  En un momento de indecisión estratégica sobre si debía hacer la nominación primero o esperar el segundo turno para cerrar, me tocó por la espalda y  dijo “ Qué pasa Josie, vamos a dar alante” y así fue.  Celina prevaleció, como lo hizo ella años antes.

Estoy muy triste, pero orgullosa de haberla conocido, de haber trabajado con ella, de haber tenido su aprecio y colaboración para muchas causas.  Una gran mujer, defensora consecuente, pero sin estridencias de nuestra Patria y del Colegio, causas que  tanto amó y a las cuales tan bien sirvió.

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