Hay que ir a buscarlos

Los cientos de miles de personas, en su mayoría jóvenes, que marcharon hace apenas cinco meses no sólo reclamaron
la salida de las bocas sucias que en aquel momento merodeaban por la Fortaleza

 

Por Manuel de J. González /CLARIDAD

Si juzgamos por las apariencias, por lo que se ve a simple vista, habría que concluir que la única beneficiaria del ya famoso “Verano del 19” es la actual gobernadora en funciones Wanda Vázquez. A cinco meses de aquellos días intensos, el único cambio visible en el escenario isleño es el tránsito de Vázquez desde la oscuridad y la sospecha en el Departamento de Justicia al glamour de la mansión ejecutiva. Allí celebra fiestas, se retrata con aires de princesa y prepara el escenario para una carrera política que ninguna Pitonisa pudo haber adivinado el pasado verano. El 1 de agosto se dedicaba a esconder entuertos y a defenderse de los que denunciaban su labor como sastre jurídico, y a principios de diciembre, gracias a los que marcharon, recibe pleitesías de los que buscan favores en la mansión ejecutiva.

Aparte de Vázquez, ¿quién más se ha beneficiado de aquel movimiento que conmovió al País a buena parte del mundo? O, planteado de otra forma, ¿qué síntomas nuevos empezamos a notar en el ambiente social y político puertorriqueño como resultado de aquella fuerza esperanzadora que se manifestó en las calles? ¿Acaso empezamos a dejar atrás la “vieja política” y toda la podredumbre que quedó resumida en las mil páginas de aquel bochornoso chat que provocó la ira del pueblo? Porque lo que el chat destapó no fue el comportamiento de diez o doce individuos diciendo improperios y burlándose de otros, sino un sistema político que es capaz de elegir a un Ricardo Rosselló como gobernador y rodearlo de una pequeña banda de depredadores; un aparato que no sólo lo eligió, sino que, a no ser por la divulgación de aquel chat, lo hubiera mantenido en el poder con muchas probabilidades de ser reelecto.

Ricardo Rosselló y el grupito de blanquitos insensibles que tomaron el poder colonial en enero de 2017 son meros síntomas de un aparato público carcomido por la mediocridad, la corrupción y la desidia. Si no hubiese sido Rosselló, el electo en noviembre de 2016 hubiera sido Pedro Pierluisi o tal vez alguien modelado con el mismo barro que conformó a Luis Fortuño, elegido ocho años antes. Estos otros tal vez no hubiesen actuado todo el tiempo como adolescentes ebrios en la noche de graduación, pero la esencia de sus gobiernos hubiese sido la misma. Igual que Rosselló hubiesen convertido el presupuesto público en un festín para beneficio de amigos y correligionarios. Similar al grupito del chat, estos otros administradores también servirían con beneplácito a los super depredadores de la empresa privada, trasladando hacia ellos los millones de dólares que antes servían para promover el turismo y los mil doscientos millones de la tarjeta de salud, para dar solo dos ejemplos.

Y no olvidemos que quienes se treparon en enero de 2017 subieron por la misma escalera por la que bajaron los que habían subido en enero de 2013. Al grupo que bajó le tocó la tarea de declarar la insolvencia del Estado, luego de haber trepado la deuda pública en otros $4 mil millones. Por la misma escalera por donde bajaron Alejandro García Padilla, Jaime Perelló y Tatito Hernández subieron Rosselló, Thomas Rivera Schatz y Johnny Méndez. Y como resultado de esas subidas y bajadas Elías Sánchez y los futuros fantasmas aplaudían mientras los recién desplazados sufrían.

Ahora, debido a que Rivera Schatz, por eso de controlarlo todo, decidió en 2011 que las candidaturas debían anunciarse once meses antes de las elecciones, ya conocemos el cuadro que los partidos de siempre ponen sobre el tapete y ¡qué alegría!, todos repiten. A juzgar por las propuestas, si el Senado no lo vuelve a presidir Rivera Schatz lo presidiría José Luis Dalmau, quien ya cumple su segunda década de “labor” legislativa. Y si en la Cámara no repite el muy devoto Johnny Méndez, tendríamos a Tatito Hernández, el amigo de Perelló que en 2016 quería pagar toda la deuda pública. Para completar el cuadro “renovador” contaríamos con Tata Charbonier y Brenda López de Arrarás junto a Evelyn Vázquez, repartiéndole contratos a su padrino de bodas.

La oferta para Fortaleza es todavía más tentadora. Eduardo Bathia, el campeón de la privatización, encabeza (según el periódico de la familia Ferré Rangel) la contienda dentro del PPD y podría llegar a tiempo para comandar la reestructuración de la AEE, duplicándonos la factura en unos cuantos años. Por el PNP parece asegurada la presencia del cabildero y abogado corporativo, el eterno candidato Pedro Pierluisi. La carta tapada es la de Wanda Vázquez, quien una vez llegó a Fortaleza como usufructuaria del movimiento que expulsó a Rosselló, considera quedarse. Ella sería La “cara nueva”.

Sé que el lector o lectora estará pensando que también hay otras opciones en los sectores que hasta ahora se les pone el sello de “minoritarios”, como el PIP y el Movimiento Victoria Ciudadana, que también se han visto obligados al anuncio temprano de sus candidaturas. Efectivamente, sobre esas opciones descansa la posibilidad de que en la administración de la colonia opere algún cambio.

Los cientos de miles de personas, en su mayoría jóvenes, que marcharon hace apenas cinco meses no sólo reclamaron la salida de las bocas sucias que en aquel momento merodeaban por la Fortaleza. Ese reclamo fue el detonante de la ola de indignación que recorrió nuestro país, pero todos sabían que el grupito desaforado era sólo un síntoma. Los letreros que los manifestantes garabateaban sobre cualquier pedazo de cartón proyectaban la convicción de que no sólo en el grupito de Rosselló estaba la mugre, sino en la estructura que lo creó. Enarbolando la bandera puertorriqueña como único estandarte mostraban la conciencia de pertenencia a un país que merece rescatarse.

Aquella fuerza que se manifestó en las calles es la que tiene que volver a salir en los meses que están por delante. Ellos demostraron que el cambio es posible y tenemos que ir a buscarlos.

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