Honduras: Cuando el magisterio y los médicos coinciden en el remedio liberador

Por Fabricio Estrada/Especial para CLARIDAD

¿Qué pasa en Honduras ahora? Lo que viene pasando desde el 28 de junio del 2009: otra explosión social dentro de la dictadura que sostiene Washington, una forma de gobierno neocolonial que le ha impuesto al país el militarismo más delirante. Esta vez, y desde hace un mes exacto, los gremios del Magisterio y el Colegio Médico han tomado el liderazgo de la poderosa movilización en respuesta a la aprobación de dos decretos que abren el camino a la privatización de la salud y la educación y con ello, la carta blanca para el despido indiscriminado de maestros y médicos, como ya viene sucediendo en Hondutel (telecomunicaciones) y la ya extinta ENEE (Empresa Nacional de Energía Eléctrica) ahora suplantada por la EEH (Empresa Energía Honduras) de capital privado. ¿Pero qué cosa no se privatiza en una dictadura de corte neoliberal y además títere de Washington? En la práctica TODO. ¿Estamos hablando de Puerto Rico o de Honduras? En verdad, de ambos, las diferencias solo son de forma y del sustrato de empobrecimiento ciudadano que recibe el impacto de la privatización. Ambos países comparten más de lo que se admite, y para ejemplo está el hecho de que Trump no ha nombrado embajador en Honduras desde el 2017 y a cambio, justo en el mes de las elecciones generales y del enorme fraude electoral que forzó la reelección de juan orlando hernández, nombró a una “Encargada de Negocios” de nombre Heide B. Fulton (a la que ayer el pueblo enardecido le incendió la puerta de la Embassy), que de paso tiene grado de Coronel y escribe los comunicados más enigmáticos en pro de la democracia, algo así como la ex Secretaria de Educación Julia Keleher tratando de explicar a los puertorriqueños las bondades de cerrar doscientas escuelas.

El asunto es que desde hace un mes las movilizaciones iniciaron de nuevo en Honduras y están alcanzando los picos de represión que sucedieron en diciembre del 2017 y enero del 2018: la policía y ejército disparan a bala viva, los escuadrones de la muerte masacran por las noches y los grupos paramilitares secuestran a plena luz del día. La respuesta a esto ha sido un paro nacional que ya lleva cuatro días hasta la fecha (2 de junio) y que sin duda se extenderá esta semana que viene en la legítima defensa de los derechos amenazados. Los diversos movimientos sociales de todo el territorio se han sumado, destacando el movimiento insurreccional del área del departamento de Colón, que ayer sábado incendió más de 30 contenedores de la compañía bananera Dole e inutilizó en total a 64, un golpe al neoliberalismo criollo y transnacional como nunca se había visto en el país. Y es que la rabia popular se nutre de memoria a corto y a largo plazo: desde la instauración de Micheletti en lugar de Manuel Zelaya, el presupuesto general de la República se concentró en las Fuerzas Armadas y para este año 2019 se les ha entregado a los militares 8,600 millones de lempiras (350 millones de dólares) casi la misma cantidad que se robó del IHSS (Instituto Hondureño de Seguridad Social) en el 2015 para financiar la campaña electoral del actual dictador, quien en los meses anteriores anunció la compra de sofisticados drones y equipo de comunicaciones a Israel, sin contar la compra de una fragata para la Fuerza Naval a los astilleros de Colombia.

Caer enfermo en Honduras es algo que debe pensarse si se va a depender de la salud pública. Si estuviera en manos del enfermo decidir qué decirle al médico en el momento de la consulta estaría en la misma posición de un condenado a tortura medieval eligiendo el instrumento para su sufrimiento, y no es que el médico sea un verdugo, es que primero tendría que esperar largas horas en los pasillos atestados de enfermos de todo tipo de urgencia y, alcanzado el quirófano, por ejemplo, tendría que comprar hasta la sierra con que se le amputará una pierna. No hay gasas, no hay anestesia, no hay oxígeno, no hay antibióticos ni mucho menos medicamentos especializados, TODO se debe comprar en las farmacias privadas cuyos dueños fueron copartícipes de robo al Seguro Social y que ahora monopolizan la industria farmacéutica hondureña. Los médicos, en resumidas cuentas, trabajan en condiciones que solo se puede comparar con las de un hospital de campaña en un frente de guerra, y ésta no es una exageración. Un amigo, neurocirujano hondureño, me contaba hace unos años sobre el asombro de un renombrado neurocirujano suizo que llegó a impartir un seminario a Honduras: fue testigo -en pleno quirófano del Hospital Escuela- de un procedimiento inédito que un colega hiciera para contener la hemorragia cerebral de un herido de bala. Sin el equipo adecuado y solo con la praxis de su experiencia diaria, logró algo que, en palabras del neurocirujano suizo, aún no se había premiado ni reconocido. Las felicitaciones fueron breves. Una sonrisa del médico hondureño, un secarse el sudor de la frente. En los siguientes minutos llegó otro herido de bala de uno de los países más violentos del planeta.

Si hablamos de las condiciones de la escuela pública, debemos decir que madre y padre de familia que matricula a sus hijos está asumiendo la manutención de la escuela en los detalles más pequeños, desde contribuir al pago del servicio de aseo, hasta la compra del detergente; desde la contribución para construir pupitres, hasta la compra de tiza o pintado del salón de clases. Y sumado a este cuadro, un profesor o profesora a quien no se le ha pagado desde hace tres meses y que debe atender -en zonas rurales- hasta tres grados al mismo tiempo luego de haber caminado horas para llegar a la aldea. En una de las escuelas de música estatales, por ejemplo, los niños aprenden a tocar el violín sin violín, el piano sin piano. De eso fui testigo cuando tuve a mi hijo en una de ellas. Mi hijo hacía la mímica con un violín fantasma en su hombro al igual que sus veinte compañeritos. 

El que médicos y profesores por fin hayan coincidido en las movilizaciones es algo que se venía esperando desde hace años, y ahora se suman los estudiantes, los transportistas y el poblador llano a quien impactan directamente las consecuencias diarias de este infierno. En las calles los esperan, para reprimirlos, soldados y policías mejor pagados que maestros o estudiantes internos de medicina, los mismos que han succionado el presupuesto de salud en un 49% este año, recortando en alrededor de 250 millones de dólares las posibilidades pírricas de la población monstruosamente empobrecida. El estado de calamidad en Honduras es de dimensiones que solo puede entenderse a través de las inmensas movilizaciones que hoy mismo cruzan todo el territorio, tanto como las caravanas de migrantes hondureños que se dirigen hacia Estados Unidos atravesando México. Afortunadamente, la gran reserva de resistencia hondureña ha encontrado una nueva plataforma de presión y está poniendo en posición de derrumbe a la narco dictadura apoyada por Washington ¿Narco dictadura? ¿Washington? Ese es otro tema que podríamos abordar con más calma, pero por mientras, se puede ir adelantando en los sendos titulares que el New York Times, Washington Post, Miami Herald, CNN han lanzado esta semana sobre el juicio por narcotráfico a Tony Hernández, hermano del dictador juan orlando Hernández.

Artículo anteriorComentario a: “Truman y Puerto Rico: El origen de un proyecto descolonizador fallido
Artículo siguienteProponen alianzas público privadas en defensa de la colegiación