HOSTOS Y LA NOVELA

La novela, según Eugenio María de Hostos, hace tanto daño a quien la escribe como al que la lee.

Su opinión la expresó en el capítulo XXXIII de su Moral Social (1888); así:

“La novela es necesariamente malsana. Lo es dos veces: una para los que la cultivan; otra para los que la leen. En sus cultivadores vicia funciones intelectuales, o para ser puntualmente exacto, operaciones capitales del funcionar intelectual. En los lectores vicia, a veces de una manera profunda, irremediable, mortal, la percepción de la realidad.”

Hostos, quien nació en Mayagüez, Puerto Rico, en 1839, demostró temprano su dedicación a los libros. Entre 1847 y 1851 estudió la primaria en el Liceo de San Juan. En 1848 recibe el premio de mejor estudiante de aritmética. En 1852 ya se encuentra en España. Comenzó su bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de Bilbao.

En 1854 regresó a Puerto Rico. Estudió en el Seminario de San Idelfonso en San Juan.

En 1858 ingresó en las facultades de Derecho y Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid.

Aquel joven estudioso y aplicado tuvo que advertir la situación política de represión e intolerancia en la colonia. Puerto Rico estaba aislado de las corrientes reformistas. Sus gobernantes eran despóticos. Se suprimían los periódicos liberales. Se prohibía el empleo de las palabras “independencia”, “tiranía”, “opresión” y “despotismo”.

Hostos en España

España en la segunda mitad del siglo XIX hervía en constante pugna entre los conservadores monárquicos y los liberales burgueses. Sin embargo, los liberales que protagonizan la Revolución de 1868, que arrojó del trono a Isabel II, eran de tendencia moderada. Dentro del liberalismo español, no hubo proyectos de libertad y autonomía para las Antillas. Por eso, Hostos rompe con España.

Según Gabriela Mora, con el liberalismo político de la época, Hostos comparte la actitud anticlerical y la promoción de la libertad de enseñanza, de asociación y de cultos. Pero también “comparte el fuerte moralismo y la tendencia pedagógica de los Krausistas, quienes creyeron, con fe de misioneros, en la posibilidad de cambiar las estructuras sociales con el mejoramiento de la educación”. En 1869 Hostos se marchó de España desilusionado con el liberalismo español, que le niega libertades y autonomía a Puerto Rico.

La novela en los tiempos de Hostos

Apunta José Luis Méndez, que “cada generación o promoción de nuevos escritores que se inician en las letras tiende a pensar que su función es acabar con unas formas envejecidas e inadecuadas, inventar nuevos recursos de expresión artística e iniciar un proceso de borrón y cuenta nueva que pueda iniciar una nueva época”.

En aquella España la tendencia general de la literatura y los novelistas era de abandono del tono confidencial e intimista de la literatura romántica. Era la “época del realismo” en la novela.

Los novelistas de entonces eluden la pasión y el subjetivismo del Romanticismo. Pretenden una objetividad absoluta. La intención estética se vincula con un propósito docente. El escritor de novelas y cuentos es un moralista, en defensa de una tesis, con las preocupaciones económicas, sociales e ideológicas del momento. “Ya no se habla de ruinas, cementerios, selvas y torrentes, sino de huertos provincianos, playas pueblerinas o montañas familiares al autor”, dice García López. Son los tiempos de Fernán Caballero, Juan Valera, Pedro de Alarcón y Benito Pérez Galdós. Lo curioso es que, a pesar de eso, Hostos reacciona contra la novela. Digo curioso porque en esos mismos tiempos aquellos novelistas experimentaban con el género y pretendían el análisis de la sociedad mediante el discurso de la ciencia.

En América, sin embargo, el novelista más destacado de ese periodo, Jorge Isaacs (1837 – 1895) no abandona el romanticismo. En María (1867) el autor funde las dos corrientes: la romántica y la realista; la romántica en la sicología de los personajes; la realista en las descripciones del paisaje y los regionalismos. América rehúsa abandonar el romanticismo. O, al menos, le inyecta su propio giro americano.

Sin embargo, la visión de Hostos de la novela no parece que surgió de su lectura de las novelas españolas y americanas. Su reacción es contra aquellos a quienes llama “vagabundos de la fantasía”. Se refiere a Goethe, a Víctor Hugo, a Fósculo, entre otros, culpables de corromper la sensibilidad y de filtrar a través de la imprenta peligrosas influencias sociales. Estos “vagabundos de la fantasía” propagan la desilusión, el desencanto y el desengaño.

Su visión de la novela

Las novelas de aquellos “vagabundos de la fantasía” alteran de manera profunda la percepción de la realidad, dijo Hostos. Dijo también que la novela genera corrupción del juicio. El escritor de novelas es, según Hostos, víctima inconsciente de su estado psicológico, que tiende a hacer el mundo a imagen y semejanza de su propio estado de razón y sentimientos.

Hostos no sólo atacó a los novelistas del romanticismo, atacó también el realismo y el naturalismo.

El romanticismo saca a los seres humanos de la realidad, para hundirlos en otra realidad falseada. El realismo también altera la realidad, porque aumenta las causas y los efectos de la realidad social. El naturalismo, por su parte, es una segunda evolución del romanticismo, que trata de romantizar o hacer bellas y amables las groserías y las bestialidades de la naturaleza humana.

Hostos, el moralista, lamentó la influencia negativa de la poesía y la literatura en la imaginación y en el carácter de los latinoamericanos. El cultivo de la razón debe privilegiarse sobre el culto de las formas, propuso Hostos. Repudió el arte por el arte.

Para Hostos el fin de la literatura debe ser concurrir con la ciencia. Como sociólogo, propuso que la literatura debe buscar únicamente a la realidad. Por eso, atacó a todo lo que desordena las relaciones entre el individuo y la sociedad en que vive.

Hostos sólo aplaude la novela moralizadora y al drama pedagógico, con héroes positivos, como literatura necesaria. Todo lo demás es obra de “corruptores de (la) razón”.

Hostos novelista

1. La Peregrinación de Bayoán

A pesar de sus expectativas, su primera novela La peregrinación de Bayoán, publicada en 1863, no se recibió con entusiasmo por el público español. Puede que el aire romántico de la novela, no estuvo a tono con el gusto realista del lector español. Además, Bayoán era un grito libertario ante el despotismo español. La censura oficial prohibió su circulación en las Antillas.

Francisco Manrique Cabrera observa en Bayoán una muestra del novelar romántico en Hispanoamérica, escrita cuatro años antes que la María de Isaacs. La llamó novela poemática, de entraña lírica y símbolos brumosos.

Hostos adoptó en Bayoán la forma de un diario bajo la influencia del Werther de Goethe. En el prólogo a la primera edición, el autor describe la obra como “un diario escrito en la oscuridad de una conciencia”.

En 1863, según José Luis Méndez, Hostos era autonomista, reformista y romántico, con una visión ingenua del mundo. Esa visión ingenua e ilusa se expresa a través del personaje Bayoán.

Bayoán, un hijo de Borinquen, decide, por segunda vez, viajar a España a convence3rla de que América debe ser feliz. En su viaje, se detiene en Cuba, donde vive su amada Marién. Debe decidir entre su amor a Marién y su deber. ¿No es acaso una visión ilusa pretender la libertad de su patria sólo a través del diálogo y la razón? ¿Tienen acaso los imperios conductas razonables con sus colonias?

Hostos descubrió la realidad del imperialismo cuando los liberales españoles no escucharon sus reclamos de libertad y autonomía para Cuba y Puerto Rico. Sólo la revolución armada en sus colonias les abre los ojos y los oídos a los imperios. Con este convencimiento, Hostos se unió en 1875 a una malograda expedición armada para participar en la liberación de Cuba.

Las cavilaciones de Bayoán son las cavilaciones angustiosas de Hostos. La vida verdadera es una peregrinación, a través del sufrimiento, hacia el cumplimiento del deber. Hostos reniega de la inútil felicidad de los felices. La vida es lucha, donde el sufrimiento es el crisol del carácter y de la personalidad.

2. La tela de araña

Su novela La tela de araña, escrita entre 1861 y 1864, trata del amor, del matrimonio y las costumbres madrileñas. Hostos dijo que la escribió en quince (15) días para competir en un concurso de la Academia Española.

Es de fácil lectura. Es un estudio sobre la familia y la situación de la mujer en Madrid a fines del siglo XIX. El autor invita, con su lectura, a la meditación y a la reflexión.

Se trata de una novela de tesis, con fines moralizantes y pedagógicos. La tela de araña fue ignorada por la crítica literaria o permaneció oculta en los archivos de la Academia Española. Pienso que esta novela hubiera sido mejor si el autor ocultara sus propias reflexiones y dejara a los personajes reflexionar por ellos mismos.

Creo que a raíz de su mala suerte con el género de la novela, Hostos se decidió a buscar en el ensayo su vehículo de expresión. El ensayo exige reflexión profunda, lo que lo convierte en el instrumento de expresión más adecuado para la ciencia y la filosofía.

Conclusión

En el prólogo de la edición de 1873 de La peregrinación de Bayoán, Hostos desprecia la literatura. Dice:

“Las letras son el oficio de los ociosos o de los que han terminado ya el trabajo de su vida, y yo tenía mucho que trabajar.”

Hostos se exige más acción y menos palabras. Lo curioso es que lo dice el autor de numerosos ensayos, artículos de periódicos y tratados de derecho, moral y sociología, entre otros.

En 1888, Hostos fustigó a la novela. Ciertamente, se equivocó. Pero hay que apuntar que sus manifestaciones contra la novela surgen en un momento de crisis de la novela española en el siglo XIX y antes de los primeros grandes novelistas de Hispanoamérica: Ricardo Güiraldez, José Eustaquio Rivera y Rómulo Gallegos.

Cuando Hostos fustigó la imaginación de los novelistas y los poetas, perdió de vista que la imaginación creativa es otra forma de reflejar y crear la realidad. Dice Carlos Fuentes: “La novela convierte el pasado, en memorias, y el futuro, en deseo… El novelista, con más puntualidad que el historiador, nos dice siempre que el pasado no ha concluido, que el pasado ha de ser inventado a cada hora para que el presente no se nos muera entre las manos. La novela dice lo que la historia no dijo, olvidó o dejó de imaginar.”

Es a través de la imaginación en sus cuentos y en sus mitos, que los pueblos se unen para construir la nación, la comunidad estructurada y consciente de sí misma.

Es injusto, por supuesto, juzgar a Hostos a la luz de la sociología de la literatura de nuestros tiempos. Es injusto también porque luego del “boom” de la novela hispanoamericana a partir de la década de 1960, la novela asumió el rol indiscutible de intérprete de la realidad.

Mucho tiempo después el novelista mexicano Carlos Fuentes expresó que “la novela está capturada en las redes de la realidad inmediata y sólo puede reflejarla”.

Creo que Hostos descartó la novela porque entendió que no era el vehículo más adecuado de comunicación de novedades y de diálogo social que exigían los tiempos que le tocó vivir. El vehículo de lo real es el ensayo, nos advierte Hostos. Lo que Hostos no podía adivinar, y por eso es injusto criticarlo en estos tiempos, es que de las cenizas de aquellas novelas del siglo XIX surgiría una nueva forma de novelar que encuentra y levanta sobre un nuevo lenguaje mitos y profecías de una nueva realidad de hechos fríos, maravillosos, contradictorios, ineluctables, libertarios y, a la misma vez, enajenantes, a juicio de Carlos Fuentes. El novelista latinoamericano del siglo XX toma la palabra para defender a los hombres del caos circundante. Para el nuevo novelista no hay fronteras entre lo real y lo quimérico, entre lo útil y el ocio, entre la certidumbre y la indecisión, entre lo preciso y lo vago, entre lo relativo y lo absoluto.

En un mundo degradado, orientado hacia valores exclusivamente materiales, sin orden, ni verdadero progreso, la novela es la búsqueda de valores auténticos, según Lucien Goldman. Hoy, ante la nueva novela, Hostos hubiera opinado lo mismo que Goldman.

Las ideas de Hostos sobre la novela surgen de sus abismos, de su impaciencia por transformar el mundo colonial, de su repudio al ocio y a la mera contemplación, de su búsqueda implacable de un mundo donde prevalezca la razón, la lógica, la modernidad y la civilización sobre la barbarie, la opresión, el caudillismo y el colonialismo.

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