Jardines Ajenos:Nueva York de día y de noche

Por José Juan Tablada*

Voz del pasado y clamor del futuro

Dos hechos de inconmensurable trascendencia acaban de producirse; uno aquí; en Francia el otro y ambos son una vehemente condenación de esa plaga que trae consigo todas las demás: ¡la Guerra!

La elocuente coincidencia es que tal condenación es que tal condenación proviene por una parte, de un grupo de estudiantes universitarios y por la otra de un respetable veterano, un viejo General francés lleno de méritos.

La humanidad futura olvidará, si no execra el nombre de Napoleón y en cambio venerará y escribirá con áureas letras en los fastos de la era de armonía por venir, el nombre de este General contemporáneo que reaccionando contra el espíritu gregario, los convencionalismos oficiales y la opresora disciplina militar, osó condenar a la Guerra. Ese francés ilustre y magnánimo se llama el General Percin.

El grupo de estudiantes que condenó generosa y virilmente a la actividad siniestra, azote de los humanos, forma parte de una universidad del “Middle West”, así los designa la prensa con intencionada vaguedad, la prensa que no pudiendo o no queriendo discernir lo que puede haber de sublime en ese impulso, prefiere condenarlo, acumulando todo el caudal del clisés seudo éticos y todos los recursos de retórica emocional que so del caso.

Un viejo general lleno de autoridad y un grupo juvenil e inspirado. El pasado y el futuro. La fría experiencia y la intuición ¡iluminada!.

La biología de la guerra

La verdad es que después de escrito ese libro portentoso que se llama “La Biología de la Guerra” esta resulta indefendible. Biológicamente y socialmente no tiene razón ni disculpa, es un instinto descarriado, redundante y anacrónico; es un fracaso económico y siendo todo eso es un factor contrario a la evolución natural.

El autor de ese libro irrefutable pulverizó muchas frases de la retórica científica como aquella famosa de “la lucha por la vida”… No hay tal lucha; en ninguna especie zoológica combaten entre sí los individuos que la integran y los pocos casos contrarios son la excepción. En la especie humana los duelos colectivos nada resuelven de la tal lucha por la vida. Prueba: La Guerra Mundial. —No hay un fracaso económico semejante en la historia del mundo. La lucha por la vida entre los hombres no es destructora, sino constructiva; no implicó exterminio sino creación y multiplicación; consiste en captar la energía solar yacente y potencial en todas partes, en los minerales, en los vegetales, en el electrón. No es problema de sangre, de muerte y de tinieblas, sino de radio actividad y de iluminación.

El billón y medio de hombres que viven sobre el planeta en apenas la quinta parte de los que la tierra puede sustentar si una ínfima parte de la energía solar latente, se libera y se pone al Servicio de la Humanidad.

Las reacciones del odio…

Así pues, nada tiene de extraño que entre los hombres contemporáneos se esté generalizando y haciendo cada vez más enérgico, un estado de alma adverso a la guerra.

Lo que el Doctor Nikolai demostró con fórmulas y estadísticas, por inducción y deducción está penetrando a la humanidad por la vía intuicional. Toda la historia del mundo es integración sucesiva: familia, clán, tribu, municipio, nación. El próximo estado es la federación continental y el definitivo la confederación humana. Más allá del plano terrestre la gran integración continúa y todas las religiones os lo dicen.

Bolshevismo y comunismo son intentos ciegos y frustráneos para alcanzar el estado superior y si han fracasado ha sido por la misma violencia de sus métodos, pues la violencia no es factor evolutivo y la “Naturaleza no da saltos”.

Pero de esa inquietud democrática, de ese torbellino caótico, surgirá la futura condición del mundo la que tendrá por característica cooperación y no competencia, distribución y no centralización.

Jamás se llegará a esa etapa de los caminos del Odio y de la Guerra. Esa honda convicción movió sin duda al benemérito General Percin a declarar:

“La Guerra de 1914-1918 me demostró el error de creer que la guerra es un mal inevitable y el único método para zanjar disputas internacionales. Ahora veo que la guerra no sólo remedia nada y ni aun la paz consigue, sino que incuba a la inmoralidad y abre la puerta a la reacción política.”

Ya es tiempo pues de que la historia política de la humanidad deje de ser lo que ha sido hasta ahora: una larga serie de reacciones de odio…

Guerra a la guerra

Casi al mismo tiempo que el general Percin asombra al mundo con sus declaraciones (el asombro proviene de que sea un general francés quien las vierte) en esta nación los estudiantes universitarios se coaligan contra la guerra y la desintegración social que acarrea y en una conferencia general los obispos metodistas acuerdan emprender una cruzada, una verdadera Guerra Santa, la más santa de todas contra las actividades militares y bélicas. —Para lograr tan noble fin pondrán en juego todos sus recursos desde los meramente espirituales hasta los materiales y prácticos. De las resoluciones adoptadas las siguientes palabras elocuentísimas:

“Millones de hermanos nuestros murieron heroicamente en una ‘guerra para acabar con la guerra’. Lo que ellos intentaron debemos concluirlo nosotros por métodos de paz. La guerra no es inevitable. Es el enemigo supremo de la humanidad su futileza está ya fuera de discusión y su continuación en el suicidio de la civilización. Estamos resueltos a proscribir el sistema todo de la guerra”.

Se ve pues que un mismo estado de consciencia totalmente contrario a la guerra está estabilizándose en los más diversos medios sociales. El gran mensaje de integración humana, de fraternidad universal está siendo tomado, como por torres inalámbricas culminantes y poderosas, por los espíritus próceres y las máximas inteligencias. Desde Budha y Jesús —por no citar sino los más grandes luminados— el mensaje evangélico está vibrando en las regiones mentales más altas. El dolor producido por la Gran Guerra “atonó” a muchos seres para recibirlo y aceptarlo pues el dolor quebranta el orgullo que aisla al hombre de los contactos divinos y el sufrimiento es el mejor conductor de las electricidades espirituales. 

Tolstoi, Anatole France, Romain Rolland, Edward Carpenter, han vuelto a promulgar el mensaje y Nikolai en su “Biología de la Guerra” le dio la forma adecuada para que fuese asimilado por el racionalismo positivista del hombre contemporáneo de la gran mayoría rezagada a la filosofía experimental.

Lamentable escuela que tiene por base los cinco sentidos, que son como la imagen de un astro en un charco reflejo interior de los cinco rayos de la estrella de las iniciaciones cósmicas.

Aberraciones militaristas

Lo que hay que hacer para conseguir esos supremos fines de concordia está sintetizado por el ilustre General Percin en las siguientes palabras:

“Se logrará la destrucción de una mentalidad guerrera enseñando al pueblo la mentira de las viejas tradiciones referentes a la prendida gloria militar, y a la supremacía de los llamados intereses nacionales; inculcando a los niños la idea de que en la profesión de las armas nada existe más noble que el oficio de barrendero rehaciendo la enseñanza de la historia; prohibiendo que los soldaditos y las armas sean juguetes infantiles; rehusándose a perpetrar en las calles nombres de soldados y de batallas y reemplazando esos nombres por los verdaderos benefactores de la humanidad y, en una palabra, haciendo que lo pacífico ocupe el lugar preponderante que tuvo lo bélico un día.”

Algo semejante desean los obispos metodistas cuando en sus “resoluciones” piden: “Que se considere a quienes favorecen la guerra y de ella se aprovechan (“profiteers”) con el mismo desprecio y odio con que antes se consideraba a quienes evadían la guerra, “slackers” o emboscados.

El espíritu bélico y sus crímenes

Aunque sucedió en Los Ángeles, conmueve en estos instantes a toda la nación la serie de crímenes perpetuados por Norman Shelby cuyo alias pugilístico es Kid Mae Key.

Ya saben los lectores que tal “Kid”, poseído de un verdadero frenesí homicida y criminal, mató a una mujer, hirió a dos hombres y atacó, revólver en mano a quien sabe cuántos más.

Pocos días antes un niño, impresionado por el cinematógrafo ahorcó a su hermanito parodiando alguna escena de “cow boy”. 

¿Habrá quien crea que los culpables de esos homicidios sean el pugilista y el niño?… Yo creo que ambos son inocentes y tan irresponsables como el revólver y la soga de que se sirvieron…

El culpable verdadero es ese espíritu bélico y combativo que se dedica a criar pugilistas “fighters” como en España y Méjico se crían gallos de pelea y toros de lidia, es ese mismo espíritu que en la novela y el cine admira y glorifica a los valientes profesionales y a sus proezas homicidas.

Espíritu bélico que se manifiesta por diversos modos no sólo aquí sino en todo el mundo inclusive en nuestros países latino americanos, donde el culto al valor descarriado y antisocial es un máximo culto.

Ese espíritu bélico, regresivo y bárbaro, cuyas manifestaciones van desde las balaceras del pugilista idolizado por la multitud y engreído con fu fama de valiente, hasta las hecatombes de la Gran Guerra, es el gran agente de la separatividad que es egoísmo antisocial en el individuo y nacionalismo anti humano en los grupos sociales.

Y el progreso se realiza no por separación sino por reunión, no desintegrándose, sino integrándose. Desde el átomo hasta el súper hombre. Lo mismo en la evolución física, que en la evolución espiritualista según la cual el hombre no podrá llegar a los planos superiores solo y aislado, sino reunido e identificado con los demás hombres. 

Nueva York. Agosto de 1924. Publicado en el Puerto Rico Ilustrado el 4 de octubre de ese año. 

*José Juan Tablada Acuña fue un poeta, periodista y diplomático mexicano. Fue el mejor representante del modernismo en México y se le atribuye la introducción del haikú en la literatura hispaoamericana. Su poesía visual (caligramas) lo convierte en un vanguardista paradigmático.

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