Jesús Tomé: Los 94 años de un corazón endecasílabo

 

Rosa Vanessa Otero

Especial para En Rojo

Una es la visión que pueden tener los editores acerca del alcance, las fortalezas y el potencial de la obra poética de un autor o una autora bajo su cuidado y otra la que se forma al interior de la personalidad poética. Esta imagen autorreferencial queda, por así decirlo, estampada en unos cuantos poemas que son los más cercanos al corazón de quien los escribió: los que se sabe de memoria, los que cita y aquellos de los cuáles dice, bajito: “¿Cómo es posible que esto lo haya escrito yo?”.

Jesús Tomé, poeta, editor, ex librero de la icónica librería La Tertulia y sacerdote español que radica de modo permanente en Puerto Rico desde 1963, al cumplir 94 años de vida aún sueña y conversa en endecasílabos. Y a veces, cuando lo confrontamos con algún poema suyo su voz susurra –con una mezcla de modestia y picardía infantil– la pregunta con la que cerramos el párrafo anterior. No ha de extrañarnos, entonces, que al dársele la oportunidad de publicar un libro nuevo con Ediciones Isla Negra por invitación del poeta-editor Carlos Roberto Gómez, Tomé quiso reunir en un volumen todos los sonetos que ha escrito, en un formato casi de bolsillo, como un breviario. La sencillez del título se corresponde con la concisión del libro y de los poemas que éste contiene. El símil con el breviario es doblemente literal, por cuanto Sonetosde Jesús Tomé es una obra breve y compacta en su extensión y de solemnidad litúrgica y contemplativa en su aliento. El prólogo es de Mercedes López-Baralt y la reseña en la contraportada de Alinaluz Santiago.

Es cierto que entramos en territorio religioso y místico, pero, sobre todo, existencial y humano. Puede hablarse aquí de un existencialismo cristiano radical y, si se quiere, peligroso para las almas incautas o devotas a las que les podrá escandalizar la “desesperación” (con Kierkegaard) que cruza cada una de las palabras de este autor como un latigazo de la muerte que sólo la belleza del poema ilumina. Hay que estar claros: “el padre Jesús Tomé”, cuando escribe, no deja de ser un creyente, pero: “así no hablan los curas”, habrá murmurado una que otra viejita de su natal Ciudad Rodrigo; sus poemas no huelen, y lo cito, a “cirio y sacristía”. Para usar palabras del autor: “El poeta actual –sea o no religioso– canta en un tiempo de miseria en el que no sólo es difícil ser poeta –como decía Hὅelderlin, sino, simplemente y, sobre todo, ser hombre” (J. Tomé, “Carta abierta a mi antólogo”).

Apercibidos tempranamente de esta paradoja y cuando Tomé era aún un “frailecillo” de convento y poeta con un poemario publicado –Mientras amanece Dios(Cuadernos Hispanoamericanos 61, Madrid: 1955) sus superiores retrasaron por cuatro años la impresión del que debió ser su segundo libro, precisamente, una colección de sonetos, hasta que, finalmente, urgieron a José María Javierre la redacción de un prólogo que suavizara el trago amargo que el texto prometía a los fieles y al clero. Es así como Senda del hombre (Editorial Punta Europa, Madrid: 1959) aparece después que Hijo de esta tierra(Lírica hispana, Venezuela: 1958).

Sonetos(Editorial Isla Negra, San Juan: 2021)hace retornar a la luz aquel libro, acompañado por otros poemas de la misma forma estrófica que aparecieron publicados en distintas épocas, como los de Como el caer del agua sobre el agua(Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan: 1996) y otros que aparecieron por primera vez en Poesía Completa (Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan: 2010).

Para lectores que superaron hace tiempo el duelo por “la muerte de Dios”, estos requiebros entre una voz casi siempre biográfica y un “tú” trascendente pueden resultar desconcertantes en su intensidad dialógica e, irónicamente, refrescantes. Apuesto a que la sensibilidad actual, exacerbada por las injusticias del presente y las de la historia, tendrá el oído más que abierto y preparado para escuchar la poesía de un sujeto lírico que, con veintitrés años, en la España de posguerra, asumía ya la voz de un  “sacerdote en los infiernos”, “sacerdote paria”, “sacerdote pecador” y “sacerdote que no se sabía administrar”.

Sigue vigente este preámbulo con el que abre su libro Traigo esta tristeza,premio Ciudad de Barcelona (Colección Estría, Barcelona: 1960):

“El hombre armónico de una época en la que el destino del hombre es menos controvertido, todo lo ve instaurado en una perfecta armonía ̶ en pensamiento y vida ̶  por dentro y fuera. Todo está bien hecho. Un hombre de nuestro tiempo, en que las angustias exteriores acucian la conciencia de interiores realidades, aunque, por fe, intuya la interior armonía, no puede sino pensar que el mundo está bien hecho, pero estropeado. Y en este desquiciamiento del universo se siente a sí mismo como piedra desequilibrada, al borde del vacío, suspendida hacia el abismo de lo irreparablemente definitivo”.  En la poesía de Jesús Tomé, Dios queda muy mal parado e igual de estropeado que el mundo; pero al poeta y al hombre les separa de la apostasía la apertura al diálogo; un diálogo muchas veces descarnado y brutal, mas siempre atravesado por una delicada belleza que es, al mismo tiempo, llanto y poesía, plegaria y canción.

El poemario que acabo de citar fue el último libro que Jesús Tomé publicó en España. Desde 1963 radica en Puerto Rico.  Y, con la excepción de la Antología Poética que le edita Joaquín Galán (Diputación de Salamanca, España: 1981), desde entonces toda su obra es escrita y publicada en Puerto Rico: Apunto donde me duele(Ediciones La Tertulia, Río Piedras: 1970), Poemas para un exilio(Sin Nombre, Puerto Rico: 1976), La ciudad(Sin Nombre, Puerto Rico: 1978), Como el caer del agua sobre el agua(Editorial UPR, San Juan: 1996) y Poesía completa(Editorial UPR, San Juan: 2010). Sonetos, como la Poesía Completa, es una especie de gozne que une poemas de ambas latitudes.

No es común que un poeta casi centenario estrene libro. Pero es menos común todavía que la generación joven sepa su nombre y conozca su obra. Y por ser exiliado, tampoco sería común que se le recuerde adecuadamente en el país que dejó tanto como en el país que lo acogió. Pues bien: “Os invito a la fiesta de mi nombre/en él comienza el límite de mi oscura ignorancia, /el reino virginal de mi inocencia” (“Prólogo a la ignorancia”, Hijo de esta tierra).

Se llama Jesús Tomé; nació español en 1927 y vive entre nosotros. Ejerce como sacerdote católico y vicario a cargo de la juventud en la diócesis de Caguas hasta 1970, cuando se seculariza en medio de una controversia pastoral relacionada con la reacción de los jóvenes a la postura asumida por la jerarquía frente a los escritos del padre Salvador Freixedo, autor de Mi iglesia duerme.  A partir de este punto de inflexión en su biografía, inicia su vida civil dando clases en la Universidad del Sagrado Corazón y la Universidad de Puerto Rico y trabaja como librero en La Tertulia. Durante esta década es también director literario para Ediciones Puerto, y gana los premios de poesía de la revista Sin Nombrede Nilita Vientós Gastón.

Durante los ochenta, colabora como editor y escritor para Ediciones Huracán de Carmen Rivera Izcoa. Publica reseñas de crítica en Avance, Reintegro y en el periódico El Reportero. En 1986 se asienta a tiempo completo en la Editorial de la Universidad de Puerto Rico, donde fue el editor erudito de la casa hasta 2012. Desde 2004 se reintegra al ministerio sacerdotal dentro de una comunidad de laicos.

El recuento es escueto y falto de detalles con toda la intención de llamar a la lectura (y a la escritura, ya que, en Puerto Rico, como en la península, serían muchas las personas de rango intelectual llamadas a ocuparse de estudiar el legado literario y editorial de este autor y reubicar su poesía de manera comprensiva entre España y América).

He participado de las peripecias literarias y, sobre todo, existenciales de Jesús Tomé en el tramo de su vida que inicia a finales de los años noventa, cuando coincidimos en la Editorial de la UPR, lugar al que llegué cuando ya era él un poeta y editor consumado, y yo alguien muy joven con ganas de ser escritora, un diploma en periodismo y un par de años de experiencia en redacción y corrección periodística, no en la edición de libros. El tiempo y la buena compañía de este generoso y benevolente amigo, así como la de nuestro jefe, don Juan Luis Abascal, me formaron editora.

La vida quiso prepararme para que editara la Poesía completa de Jesús Tomé y administrara sus archivos, por lo que conozco a fondo el corazón del escritor, como conozco el corazón del amigo. Nadie puede adivinar si Sonetos será o no será la última publicación que Jesús disfrute en vida. Espero que antes de cumplir los cien años vea más obra divulgada.  Mientras tanto, sus 94 se tenían que celebrar rindiendo homenaje a su más entrañable sueño de poeta: “Quien tiene el corazón endecasílabo/tiene sed de la voz que hace esta música” (J. Tomé, Hijo de esta tierra).

 

 

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