Rafael Acevedo
En Rojo
0. Quizás recuerden aquel poema de Palés, Kalahari. Es ese en el que se repite una pregunta:¿Por qué ahora la palabra Kalahari? No es necesario que tengamos una noche de francachela con amigos y amigas o que estemos hojeando en la mañana un magazín de cromos para que el pensamiento derive. Hoy, sin haber bebido anoche, me levanté con una palabra escondida como un insecto en mi memoria. Un nombre, más bien: Lenin. No tengo idea de por qué. Mi última lectura del día fue una serie de notas periodísticas de un periódico sanjuanero del siglo XIX. Nada que ver con el líder revolucionario. Entonces, ¿por qué en la caja de coleópteros de mi memoria ese nombre?
- El infantilismo en la política se revela de muchas formas. La primera es con una denominación de marca, Izquierda, que no tiene contenido. La segunda, aquí parafraseo a Lenin, es la de creer que el trabajo en la legislatura es un fin en si mismo. Sin embargo, y salvando las distancias, aún cuando Lenin tenía claro que el parlamento burgués es parte de la maquinaria estatal de dominación capitalista no se negaba a usarlo como espacio para ganar audiencia, mejorar la comprensión sobre aspectos fundamentales de la lucha contra el capital, y aumentar la confianza de los propios ciudadanos en sus fuerzas al organizarse.
Lenin llamaba cretinos a los reformistas que, acostumbrados a la rutina parlamentaria se alejaban y olvidaban las condiciones de vida reales de la mayoría de los habitantes. En Puerto Rico, por décadas, los cretinos han dominado la legislatura y todas las instituciones públicas. Al día de hoy, para sorpresa de muchos, algunas mujeres y hombres de partidos opuestos a las políticas estatales están en la legislatura. Todos y todas saben que las leyes y medidas que afectan la vida diaria de la población se hacen desde la banca, los loros protoburgueses criollos, la Junta, el Comodoro y el Congreso de EEUU. Esos partidos, aún minoritarios han logrado colocar en la legislatura colonial a personas que podrían usar sus escaños para lo que hemos dicho: ampliar el conocimiento de la mayoría sobre las verdaderas redes de poder, exponer la corrupción del propio sistema, exponer la ausencia de verdadera democracia ante la presión brutal de la JCF y toda forma de coloniaje.
No tengo fe en ninguno de los legisladores -porque eso supone una renuncia a la razón que solo admito en el espíritu- pero tengo esperanza. Esperanza porque he visto por años como ellas y ellos, Rivera Lassén, Nogales Molinelli, Bernabe, Márquez, Santiago, Prados, se han manifestado y trabajado por lo más justo en comunidades, la calle, los tribunales, los lugares de trabajo, los centros educativos. Esa esperanza se une a la constatación de que ya sabemos que también se legisla desde abajo.
Pero nada de esto es suficiente si no se abandona el infantilismo, la pelea por decidir quién es mejor, quiénes son el verdadero relevo del verano del ’19, cuáles los más puros. No sé qué pasará como resultado de este evento que tiene elementos positivos en un contexto real, material, de pobreza en aumento, de violencia generalizada en la calle y de violencia de género a niveles intolerables. También, evidentemente, un contexto de pérdida paulatina de espacios democráticos que siempre han sido precarios. Tengo esperanzas en que no será una aceptación pasiva de las imposiciones del capital. Es una esperanza pequeñita, pero si se juntan algunas miles el ruido será fuerte y la música, al final, será buena.
2. ¿Estoy comparando la toma del palacio del Invierno con la elección de media docena de legisladoras y legisladores progresistas? Hacerse esa pregunta es no haber leído mi paráfrasis de Lenin. Solo me refiero a una palabra que tuve en la mente esta mañana. Usualmente, cuando esto sucede -palabras revoloteando alrededor del café mañanero- escribo poemas o reviso los ya escritos. Pero resisto el deseo de escribir poemas a Lenin. Además, ya están escritos. Aquí se los dejo para su beneficio.
TRES POEMAS DE BERTOLT BRECHT A LENIN
Cantata a la muerte de Lenin
Al morir Lenin,
un soldado de la guardia, según se cuenta,
Dijo a sus camaradas: Yo no quería creerlo.
Fui donde él estaba
y le grité al oído: «Ilich,
ahí vienen los explotadores». No se movió.
Ahora estoy seguro que ha muerto.
Si un hombre bueno quiere irse,
¿Con qué se le puede detener?
Dile para qué es útil.
Eso lo puede detener.
¿Qué podía detener a Lenin?
El soldado pensó:
Si oye que los explotadores vienen,
puede que estando solo enfermo se levante.
Quizás venga con muletas. Quizás haga que lo traigan
pero se levantará y vendrá para
luchar contra los explotadores.
El soldado sabía que Lenin
había peleado toda su vida
contra los explotadores.
Cuando terminaron de tomar por asalto
el Palacio de Invierno, el soldado
quiso regresar a su hogar, porque allí
se habían repartido ya las tierras de los propietarios.
Entonces Lenin le dijo: Quédate.
Todavía hay explotadores,
y mientras haya explotación
hay que luchar contra ella.
Mientras tú existas,
tienes que luchar contra ella.
Los débiles no luchan.
Los más fuertes
quizás luchen una hora.
Los que aún son más fuertes, luchan unos años.
Pero os más fuertes de todos,
luchan toda su vida.
Éstos son los indispensables.
Los tejedores de alfombras de Kujan-Bulak honran a Lenin
1
Múltiples veces -y con generosidad- ha sido honrado
el camarada Lenin. Bustos se le han erigido
y también estatuas.
Ciudades y niños llevan su nombre.
En todas las lenguas se pronuncian discursos
celebrándole.
Desde Shanghai a Chicago en su honor se organizan
mítines y manifestaciones,
mas veamos cómo
los tejedores de alfombras de Kujan-Bulak,
pequeña aldea al sur del Turquestán,
a Lenin honraron.
Cada noche, allí, veinte tejedores tiritando se alzan
del miserable telar. Ronda la fiebre.
En la estación ferroviaria zumban
los mosquitos que en densa nube suben de la ciénaga
que hay detrás del cementerio de camellos.
Pero el ferrocarril, que cada dos semanas
trae agua y humo,
trae también un día la noticia de que próximamente
va a celebrarse la fiesta en honor del camarada Lenin.
Y todo el pueblo de Kujan-Bulak,
tejedores de alfombras, pobres gentes,
decide que el camarada Lenin también tenga
allí un pequeño busto.
Estremecidos por la fiebre el día de la colecta acuden todos
y con mano temblorosa entregan,
los copecs tan duramente ahorrados.
Y Stepa Gamalev, soldado
del Ejército Rojo, escrupuloso contador y hombre despierto,
se congratula de ese deseo unánime de celebrar a Lenin.
Mas sus ojos atentos también han visto
temblar las manos,
y eso le lleva a hacer de pronto una propuesta:
El dinero para el busto se gastará en petróleo
que se derramará sobre la ciénaga
que hay detrás del cementerio de camellos,
de donde vienen los mosquitos que
la fiebre causan.
Así, combatiendo la fiebre en Kujan-Bulak
se honrará al desaparecido
pero siempre presente camarada Lenin.
La propuesta se aceptó, y el día
del homenaje, portando uno tras otro sus abollados baldes
llenos del líquido negro, se encaminaron todos a la ciénaga,
y allí lo derramaron.
Honrando a Lenin a sí mismos se beneficiaron
y le honraron beneficiándose a sí mismos.
Aquellos hombres le habían entendido.
2
Ya hemos visto cómo el pueblo de Kujan-Bulak
honró la memoria de Lenin. Derramado
el petróleo sobre la ciénaga, aquella misma noche,
se celebró una asamblea y en ella
alguien propuso colocar en la estación
una placa donde se relatase
el suceso con referencia expresa al cambio de plan
y al trueque del busto de Lenin por el petróleo salvador:
y todo ello en homenaje a Lenin.
Así se decidió
y así se hizo.
Elogio del revolucionario
Cuando la opresión aumenta,
otros se desaniman,
pero su valor crece.
Él organiza la lucha
por un centavo de sueldo, por el agua de té,
por el poder del Estado.
Le pregunta a la propiedad:
¿De dónde surgiste?
Le pregunta a las opiniones:
¿A quién sirven ustedes?
Donde siempre callan todos,
allí hablará él.
Y donde reina la opinión y se habla del destino,
él dará los nombres.
Donde él se sienta a la mesa,
se está sentando la inconformidad a la mesa.
La comida se echa a perder
y en seguida se ve lo estrecho que es el cuarto.
A donde le echen,
allí irá la insurrección;
y en el sitio
de donde lo expulsen
seguirá reinando la intranquilidad.
Por la época en que Lenin murió y faltó
se había obtenido la victoria, pero el país estaba destruido.
Las masas habían despertado,
pero el camino estaba oscuro.
Al morir Lenin,
los soldados se sentaron sobre las piedras del camino y lloraron
y los obreros abandonaron las máquinas
y agitaron los puños.
Al irse Lenin, fue
como si el árbol le dijera a las hojas:
Me marcho.
Desde entonces han pasado quince años.
Una sexta parte de la tierra
está liberada de la explotación.
Cuando se grita: “Ahí vienen los explotadores”,
las masas siempre se yerguen de nuevo,
dispuestas a luchar.
Lenin está inscrito
en el gran corazón de la clase obrera.
Él fue nuestro maestro.
Él luchó con nosotros.
Él está inscrito
en el gran corazón de la clase obrera.