La Biblia en el banquillo de los acusados

Especial para En Rojo

El último domingo de septiembre, las comunidades católicas celebran el Día de la Biblia. Es importante que eso sea celebrado de forma que ayude las personas a encontrar alguna respuesta a conflictos que los cristianos enfrentan en la realidad social y política de su país.

Desde los inicios del cristianismo, las comunidades eclesiales siempre han tenido en su seno a personas y grupos con diferentes posiciones sociales y políticas. Y las Iglesias cristianas ven la catolicidad como su vocación, porque deben ser capaces de vivir con la diversidad.

En los años 50 del siglo I, en la región que hoy comprende Turquía, Pablo fundó algunas comunidades cristianas. En ellos había creyentes de diferentes culturas. Ante el conflicto entre grupos, Pablo se posicionó a favor de una Iglesia abierta y en salida, como propone el Papa Francisco. En primer lugar, su carta insiste en que «judíos o griegos, esclavos o libres, hombres o mujeres, todos los bautizados en Cristo son iguales y deben estar unidos en Cristo» (Gal 3,27- 28). Sobre la base de la igualdad, Pablo defiende la libertad. La fe en Cristo es una fuerza liberadora: «Para que seamos libres nos liberó Cristo» (Gálatas 5).

Nadie tiene derecho a utilizar la Biblia y la fe en Jesús como pretexto para perseguir y atacar a comunidades de cultos afrodescendientes o de otras religiones. La Biblia no justifica posturas moralistas y discriminatorias contra igualdad de género y diversidad sexual. No es honesto leer literalmente un texto escrito hace más de dos mil años y en otro contexto cultural y geográfico para justificar posiciones antropocéntricas que ven al ser humano como superior a la naturaleza.

Lamentablemente, parte de la jerarquía católica, así como pastores evangélicos y grupos de diversas iglesias, siguen predicando el Evangelio de forma dogmática y arrogante. Al hacerlo, siguen el camino de los colonizadores que utilizaron la Biblia para justificar la violencia de la conquista. Dan la razón a quienes utilizan la Biblia como arma que legitima opresión y dolor à la humanidad y al planeta. Es necesario purificar la lectura de la Biblia y la forma en que se habla de Dios. Es necesario revelarlo como Amor y Compasión y no como un déspota que impone su voluntad y castiga sin piedad a quienes no le obedecen. En la lectura comunitaria y orante de la Biblia, discernimos la revelación de un proyecto divino de justicia, amor y vida para la humanidad y el universo entero. Como nos recordaba el Papa Pablo VI: «para encontrar a Dios, es imprescindible encontrar al ser humano».

El autor es monje benedictino y escritor.

 

 

 

 

 

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