La Ciencia Ficción en Puerto Rico(revisión)

 

Por José  (Pepe)Liboy Erba

En una tropelía de giros irónicos, y nunca fuera del ámbito oficial de las ciencias naturales, se ha desarrollado un concepto de ciencia no comprobada por paradigmas que bien se podría considerar una especie de ciencia ficción puertorriqueña. Desde la informal asesoría que le diera el haitiano Edouard Balbiani a Ramón Emeterio Betances, sobre la sexualidad de las moscas (para explicar a las mujeres negras), hasta la reciente aparición de las nuevas taxonomías neurológicas, siempre con los negros como blanco principal, se ha desarrollado una ideología racista que no se asume todavía como ficción científica, por cierto pudor. Es un negro puertorriqueño justamente, Rafael Acevedo Rodríguez, quien ha emprendido esta nueva taxonomía reciclada con fabianismo inglés, escribiendo una novela sobre el efecto que tendría implantar una memoria artificial en el cerebro de un cocinero criollo. Las referencias a Christophe, el rey cocinero de Haití tras la liberación, son inmediatas. También no hay que olvidar la novela de Cabral, El presidente negro, para seguir el hilo de una tradición de ficciones científicas fuertemente influenciada por la ciencia ficción anglosajona, que es más ficción política que ficción científica.

Una mirada a la localidad de trabajo de los científicos españoles que laboraban cerca de Betances para la misma época demuestra que en ambos bandos se desarrollaba la falsa analogía, que es uno de los pilares conceptuales de la ciencia ficción de cualquier país. Cuando en biología se nos dice que el fenotipo determina el genotipo, que la conducta del animal atraviesa las especies, y que sería necesaria una clasificación biológica parecida a las cuentas comerciales que se llevan en nuestra isla, se puede decir sin temor que el género existe, aunque no concientemente. Si una muchacha va a proteger a la nueva especie, que es el garadiablo, tiene que velar por la conservación de dos familias o genotipos, la de la gallina y la del crustaceo, porque son cruces fenotípicos. En San Germán se contratan pintores de mucho renombre para ilustrar al nuevo animal. En el habla popular se pueden encontrar muchos ejemplos. Animales tales como la chágara, la buruquena, ya se aceptan como reales. El garadiablo está en proceso de aceptarse como un cruce de crustaceo y gallina. Propiamente científica, es la ficción del alumbramiento de la mujer negra. Hay estudios de Edouard Balbiani sobre una condición de la mujer negra que describe una especie de óvulo sin pared celular. Esto explica supuestamente la incidencia de abortos en la población menos favorecida económicamente. Otra ficción científica es más realista y le atribuye el aborto a la conducta de la mujer con el agua. Todos estos conceptos se estudian informalmente en los departamentos de literatura de la isla. Sin embargo, la descripción franca y abierta de estas ideas no se tolera en ninguna parte, no empece la insistencia de muchos profesores de arte.

Autores como tales no existen sino hasta la novela de Acevedo. Fue una novela que se escribió luego de muchas discusiones. Acevedo era mi editor, y el periódico para el que trabajábamos me pedía a mí cuentos góticos puertorriqueños. Pero una novela de ficción científica no se había escrito concientemente hasta Cadaver Exquisito. Ningún escritor había hecho un croquis que conllevara conceptos científicos explicados con analogías falsas. Habíamos visto que el gótico local que yo escribía conseguía lectores, y casi como si se tratara de una encuesta surrealista (por eso la novela lleva ese título), Acevedo se lanzó a la redacción de un texto en la que aparecen estos problemas de acuerdo al medio cultural más interesado, que era el de la neurología que se estudia en Puerto Rico, muy española. La desnudez de los problemas conceptivos no se menciona de la manera cruda que podemos encontrar en los uruguayos. Una insistencia en el sicologismo del fenómeno, y más que insistencia acuerdo, ha tapado la posibilidad de investigar los determinismos que señalaba Balbiani en el siglo de Betances. De modo que hay un connato de ciencia ficción en la isla, forzado por la necesidad de los medios académicos por comprobar paradigmas con sus estudiantes. El placer que se puede obtener de la lectura de estos textos es el de la investigación verdadera del fenómeno, en relación a una historia que no siempre es fiel a la realidad. Un poeta de la zona oeste de la isla puede anunciar que piensa casarse con una mujer que cesó, mediante una hiperectomía, sus funciones reproductivas, sin otro objeto que el disfrute que supone visitarlo para verlo en esa supuesta disyuntiva vital.

De hecho, ante el desarrollo creciente de la falsa analogía en todos los medios de comunicación masiva, el lector de periódicos ya es un crítico literario. Los aumentos en el servicio de aguas, concomitante a una nueva especie que presume responzabilizar a la izquierda por las sequías, reune en un solo artículo años enteros de insistente ficcionalización. Alguien que estudia mucho este fenómeno del agua y de los sicologismos relacionados a los grupos de hidrógeno y oxígeno, es la profesora Susana Homar, quien es bailarina y narratóloga. Aunque nunca lo ha hecho formalmente, y por lo general no escribe en los periódicos sino de danza, es común verla en los salones del Departamento de Literatura repartiendo cuentos sobre el fenómeno acuífero. Todas sus observaciones, junto a las sondas que su esposo Ramón Arbona me pidió para una agencia publicitaria, son pertinentes. Bim, que era una revista literaria de Trinidad, se convirtió en la compañía de aguas de esa isla. Es decir, que no son disparates los problemas que señalan estos profesores. Ahora, la cobertura de la prensa es decididamente ficcional. Empezamos a recibir en Puerto Rico reglamentos para personas que tienen la capacidad de hacer llover, directrices laborales para locos llovedores con personalidades diseñadas por siquiatras. Es en este contexto inmediato que surge la novela de Acevedo. No he visto otros relatos desde mi perspectiva inmediata, pero sin duda hay varios y desde muchos puntos de vista.

Acevedo me ha señalado una opinión muy suya. La ciencia ficción puertorriqueña empieza para él con una colección de cuentos de Alfredo Collado Martell, Cuentos Absurdos. No he podido ver el libro, pero según testimonia mi amigo, el cuento que en su opinión da comienzo al género trata sobre la inseminación artificial. Es un heredero que tiene un hijo con una mujer china para humillar a su familia. Yo no he podido leerlo, pero en mi contexto inmediato parece consecuente con lo que yo he visto. Se hereda mucho el tema conceptivo de los uruguayos. Pero a la misma vez, la historia de la isla demuestra que las familias de estos uruguayos estaban emparentadas con puertorriqueños. Quizá esto le pasa a todo país latinoamericano y todavía no contamos con la evidencia histórica que lo demuestre de una manera incontrovertible. La prensa de la isla no está dispuesta a sufragar ese tipo de investigaciones. Levantan muchas ronchas históricas. La novela de Acevedo se ha salvado porque los personajes del texto somos sus amigos disfrazados de asesinos y policías. Es decir, porque es gótica y no por las falsas analogías que enseña.

 

 

 

Artículo anteriorEscogido de filmes para nuestros tiempos: vidas de mujeres actoras
Artículo siguienteEnfrentando la pandemia (I), una guerra en la que la humanidad precisa un frente común