La encrucijada boliviana: ¿Dictadura o regreso a la democracia? (2da. y última parte)

Por Carlos Ernesto Severino Valdez
Especial para Claridad

¿Bolivia en la trampa del extractivismo y el desarrollismo latinoamericano?
Cuando se analiza fríamente los resultados concretos de la gestión de Evo Morales en sus 14 años al frente del Estado Plurinacional de Bolivia, se llega a la conclusión de que su labor ha sido extraordinaria. Sin embargo, el ejercicio del poder no puede estar exento de incurrir en prácticas que conlleven la comisión de errores aún partiendo de la mejor buena fe. La realidad del sistema-mundo en que todos estamos insertados de una forma u otra es muy dinámica. Muchos de los gobiernos de las nuevas izquierdas latinoamericanas no se percataron de los problemas que conlleva que sus economías descansen tan notablemente en la extracción de minerales, hidrocarburos o de la explotación de grandes plantaciones de monocultivo de soja, por ejemplo.
El extractivismo fue y es una gran oportunidad que catapultó los ingresos fuertes que sirvieron para financiar programas sociales, sacar mucha gente de la pobreza y sortear la gran crisis financiera del 2008 en América Latina y el Caribe. No obstante, se ha ido convirtiendo en una zona de confort cuya cara tiene un reverso que nos muestra graves daños ambientales y culturales. Algunos intelectuales de la región hoy dicen que la zona de confort de la que hablamos canceló las discusiones sobre lo que debe ser realmente el desarrollo económico conceptualmente. Pero el gran problema del extractivismo sigue siendo el tema del intercambio desigual. Los países ricos compran materias primas relativamente baratas en la América Latina y África y las transforman en mercancías industrializadas con un alto valor añadido que es realmente la manera como se crea la gran riqueza y la acumulación capitalista. ¿Dónde está el problema entonces? El problema radica en que ese tipo de relación global perpetúa la dependencia de los países latinoamericanos como productores de materias primas (commodities) mientras que los países ricos siguen acumulando riquezas vendiendo sus mercancías. Después de 14 años de gestión de Evo Morales poco se ha logrado, por ejemplo, en diversificar las exportaciones del país. Al presente 90% de las exportaciones de Bolivia corresponden a hidrocarburos, minerales y monocultivos. Es decir, Bolivia a pesar de sus grandes avances socioeconómicos (como sucede con los demás países de la llamada Marea Rosa) no ha logrado alterar su posición en la economía-mundo. Esta realidad es un gran reto para toda la América Latina y el Caribe para romper con las ataduras que perpetúan la situación de dependencia de la región a escala global.
Otro elemento que debemos resaltar es que, desde hace un tiempo a esta parte, es evidente que existe un grupo indeterminado de indígenas opositores a la gestión de Evo Morales, que distintos estudiosos ubican en las nuevas capas medias de la sociedad boliviana. Se trata más específicamente de pequeños comerciantes y nuevos profesionales que son críticos a distintos aspectos de la gobernanza boliviana como el tema de la prolongación en el poder y que ahora tienen nuevas demandas y visiones de mundo dado a su condición de clase. De cualquier manera, no está claro aún este fenómeno que se ha manifestado en estas elecciones en una reducción de la base de apoyo a la candidatura de Evo Morales a pesar de seguir siendo la figura política de mayor relieve y apoyo.

El “neogolpismo” llega a Bolivia
A pesar de sus grandes aciertos a través del tiempo, su incumbencia ha sido marcada por la hostilidad de la oposición cruceña de corte muy reaccionario, como ya hemos visto anteriormente, así como por acciones intervencionistas que han tratado consistentemente de descarrilar el gobierno de Evo Morales. Esa élite económica a la que hacemos alusión, siempre ha sido aliada de los grandes intereses económicos foráneos y de los poderes fácticos. No debe extrañar la participación de la policía en este golpe de Estado. Ya en el año 2008 el cuerpo de la policía se amotinó y desconoció a Evo Morales como presidente causando desasosiego e inestabilidad en todo el país. En aquel entonces no se logró el cometido de la intentona golpista pero quedó consignada su deslealtad. En el caso de las fuerzas armadas es muy parecido. Basta mencionar que la presidenta autoproclamada Jeanine Áñez, fue investida como presidenta autoproclamada precisamente por las fuerzas armadas encabezadas por el general Williams Kalibán, a quien curiosamente poco después Áñez destituye fulminantemente.
El golpe de Estado contra Evo Morales se puede ubicar dentro de lo que se conoce como la modalidad intervencionista del “neogolpismo”. Se trata de una manera distinta a los típicos golpes de los militares décadas anteriores. Durante el siglo XXI los golpes de Estado de los militares han prácticamente desaparecido o han fracasado debido a diversos factores. Sin embargo, aunque la cultura política latinoamericana se ha inclinado a un consenso muy amplio en contra de las dictaduras, los autoritarismos y los golpes de Estado, hemos visto gradualmente una ruptura con esa realidad. Específicamente desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca las intervenciones en la región se han hecho no solo más frecuentes sino más evidentes y abiertas.
En el año 2008 el ejército hondureño, ejecutando una orden del Tribunal Supremo, destituye y deporta a Costa Rica al presidente electo democráticamente Manuel Zelaya. A partir de ese momento se comenzó a acuñar el concepto de “golpe blando” para ilustrar sobre una nueva modalidad delicada de intervención para derrocar gobiernos en América Latina. Los golpes blandos son parte de la doctrina del “soft power” que se hizo muy popular bajo la presidencia de Barack Obama. Los golpes blandos además suelen estar acompañados de ofensivas masivas de desinformación por parte de los grandes consorcios mediáticos (muchas veces asociados a las oligarquías y el capitalismo financiero internacional) tal y como hemos observado que ocurrió en el caso boliviano.
En una movida parecida se derrocó posteriormente otro gobierno progresista en 2012. El congreso paraguayo destituye en un cuestionable juicio político, que duró menos de 24 horas, a Fernando Lugo, ex obispo católico afiliado a la teología de la liberación. Fernando Lugo era apenas el primer presidente democrático de Paraguay después de los 61 años que gobernó ininterrumpidamente el Partido Colorado, incluyendo los 35 terribles años de la dictadura de Alfredo Stroessner.

Neogolpismo con judicialización política: las nuevas estrategias intervencionistas
Junto a la estrategia de los golpes blandos o “neogolpismo”, se comienzan a usar con frecuencia los aparatos judiciales para la fabricación de casos y criminalizar personalidades progresistas influyentes así como para derrocar gobiernos democráticos mal vistos por ejercer su soberanía. De esta forma se derrocó por medio a un artilugio a Dilma Rousseff como presidenta del Brasil y se encarcela -sin pruebas- a Lula Da Silva, cuando todas las encuestas lo daban como virtual y contundente vencedor de las elecciones brasileñas de 2018. Como si fuera poco, tanto Cristina Fernández de Kichner y a Rafael Correa han pasado por procesos parecidos buscando inhabilitarlos políticamente vía la criminalización de sus gestiones. Tanto el profesor de derecho penal Alberto Fernández, recién electo presidente de argentina, como el ex juez Baltasar Garzón se han expresado condenando la práctica del “Lawfare” o “judicialización política” en general pero en especial han llamado la atención de los casos de Correa y Fernández en comparecencias públicas recientes. Estamos seguros que, de Evo Morales haber sido apresado en Bolivia, se le hubiese procesado judicialmente y encarcelado de manera infundada e injusta para invalidarlo por buen tiempo a participar en la política boliviana.

Un epílogo
Un golpe de Estado se ha materializado en Bolivia pero este no ha sido tan blando como sus versiones recientes en otros países latinoamericanos. El golpe pronto ha dejado ver su carácter de derecha extrema y racista. Hoy el ejército reprime y asesina a los Pueblos indígenas que ejercen su derecho inalienable a protestar, denunciar y defenderse de un régimen que ha usurpado el poder político con el propósito de discriminar abierta y vilmente contra la mayoría de la población de Bolivia. El régimen ilegal -con el único apoyo de los militares y la oligarquía- se mantiene hoy en el poder aislado interna e internacionalmente mientras el rechazo de la comunidad internacional crece a cada momento. Gracias a una amplia contraofensiva a través de redes sociales y medios alternativos de comunicación, pronto se logró desenmascarar esta acción que constituye un atentado contra la democracia y el genuino derecho de los Pueblos a ejercitar sus soberanías en beneficio del bien común y no de los grandes intereses económicos y financieros internacionales. Tan solo esperamos que pronto se consiga pacificar el país mediante un honesto proceso de diálogo anclado en la meta de alcanzar el mejor entendimiento entre todas las partes. Esperamos igualmente que se logre restituir con urgencia el orden constitucional (incluyendo la reinstalación de Evo Morales para que concluya su mandato) y así garantizar los derechos humanos y civiles de todos y todas las personas por igual en el Estado Plurinacional de Bolivia.

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