La hipocresía de la “ayuda humanitaria” de Estados Unidos a Venezuela

¿Qué hace el gobierno de Rosselló y el PNP sirviéndole
de parapeto al afán intervencionista de Estados Unidos en Venezuela, mientras en Puerto Rico los cadáveres se amontonan
en el Instituto de Ciencias Forenses?

La saga mediática y política de la supuesta “ayuda humanitaria” a Venezuela se ha convertido en una farsa, que mueve más a la indignación que a la risa. Y es que tras los esfuerzos por aparentar preocupación y respuesta rápida a la población venezolana en la frontera con Colombia, hay manipulación, desinformación e hipocresía, y la antesala de una agresión armada contra el hermano país. 

 El gobierno de Estados Unidos pretende hacerle creer al mundo que está preocupado por la situación en que se encuentra el pueblo venezolano. Y el gobierno de Puerto Rico– siempre servil– se presta para hacerle el trabajo sucio de movilizar la supuesta “ayuda”. Pero, como siempre les pasa a los colonizados, lo que han hecho es el ridículo. Primero, el del avión y más recientemente, el del barco, enviados a Venezuela con suministros desde Puerto Rico, e interceptados en medio del mar por las Fuerzas Navales Bolivarianas que, en un acto de defensa de su soberanía como nación independiente, no han permitido que dichas naves violen su espacio aéreo ni sus aguas territoriales. Por eso, tanto el avión como el barco, contratados por el Departamento de Estado de Puerto Rico por órdenes del Departamento de Estado de Estados Unidos, languidecen con su carga en la isla de Curazao, según la historia oficial que podría no ser real. 

Todo el “show” del envío del avión y el barco tiene un objetivo muy específico: desviar la atención de los medios y la opinión pública del verdadero propósito de Estados Unidos en esta coyuntura: una invasión militar a Venezuela que detone un conflicto armado que, a su vez, culmine con el derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro. Esto, aunque desaten un baño de sangre entre distintos sectores del pueblo venezolano.

Hasta ahora, sus primeros esfuerzos no han tenido éxito. Primero, porque las Fuerzas Armada Bolivarianas se han mantenido firmes en apoyo a su gobierno legítimo, Nicolás Maduro, y, segundo, por el enorme respaldo que el “chavismo” todavía conserva en millones de venezolanos y venezolanas que no están dispuestos a entregar sus conquistas. Tercero, por la mala imagen que tiene entre el pueblo venezolano la llamada oposición, ahora representada por Juan Guaidó, un ex agitador callejero convertido en “presidente interino” por decreto del aparato propagandístico de Estados Unidos. 

Examinemos la historia del gobierno de Estados Unidos como “fuerza humanitaria”. Para no remontarnos a los tiempos en que lanzaron la bomba atómica sobre dos ciudades japonesas– tragedia que aún pagan con enfermedades y defectos congénitos las generaciones de hoy– miremos sólo los últimos veinte años. 

A Iraq –paraje donde confluyen los ríos Tigris y Éufrates y donde, según la leyenda, se localizaba el mítico Edén– lo tornaron en ruinas físicas y humanas, con sus tesoros dilapidados y su gente exterminada. Miles de iraquíes muertos y mutilados en una aventura de codicia petrolera, respaldada por la mentira de unas inexistentes armas de destrucción masiva. Éstas resultaron tan falsas como las promesas de reconstrucción, paz y prosperidad en la región que pregonaron los voceros del imperio estadounidense. 

Si a eso le sumamos las incursiones militares mortales en Afganistán, Siria, Libia; el respaldo a la sádica monarquía saudí en su agresión a Yemen y el asedio criminal de Israel contra Palestina, vemos el cuadro completo de un Medio Oriente en llamas y convertido en tierra de nadie, gracias a las bombas, los tanques y los misiles de las fuerzas armadas de Estados Unidos. Para estas poblaciones sufrientes de millones de seres humanos no ha habido “ayuda humanitaria” desde las arcas imperiales. Son ellas las que encabezan las marchas de refugiados que vagan por Europa y el mundo entero mendigando asilo, y que terminan en cárceles llamadas campamentos, donde se les va la vida sin lograr siquiera una oportunidad. 

O quizá podemos señalar el caso de Haití, país hermano donde las calamidades no cesan, y el más reciente terremoto que los devastó solo ha servido para enriquecer a los mercaderes de la industria de desastres, que siempre encuentran un buen negocio en las tragedias de los demás. Luego del fragor mediático por el terremoto, solo ha quedado la esperanza rota para millones de haitianos que, a duras penas, sobreviven su miseria. 

Peor hipocresía es alegar que les preocupa la supuesta hambruna en Venezuela cuando, ahora mismo, Estados Unidos tiene millones de personas con hambre en su propio territorio. Según datos para 2017 del Departamento de Agricultura Federal (USDA, por sus siglas en inglés), 12 millones de niños en Estados Unidos confrontan inseguridad alimentaria. Esto representa 15 millones de hogares, el 11.8% de todos los hogares en dicha nación. Entre estos, 5.8 millones de hogares padecen de inseguridad alimentaria severa, lo que significa que quienes viven en dichos hogares pasan hambre con frecuencia. Estos datos devastadores no corresponden a Venezuela, sino al principal país productor de alimentos del mundo, el imperio arrogante que pretende dictarles cátedra alimentaria a todos los demás países. 

En Puerto Rico, colonia principal de Estados Unidos, donde nuestro pueblo apenas se recupera de los estragos provocados por el huracán María, la charada de la “ayuda humanitaria” a Venezuela –en aviones y barcos que se costean con los fondos de esta colonia quebrada– es un insulto más que recibe nuestra gente. ¿Qué hace el gobierno de Rosselló y el PNP sirviéndole de parapeto al afán intervencionista de Estados Unidos en Venezuela, mientras en Puerto Rico los cadáveres se amontonan en el Instituto de Ciencias Forenses? ¿Por qué se gasta dinero del pueblo en suministros y navíos para enviar a Venezuela mientras la gente de Vieques y Culebra desespera por la falta de transporte y el desabastecimiento de víveres y artículos de primera necesidad en los establecimientos de las islas? ¿Por qué– que no sea para distraer de su corrupción e ineptitud– andan jugando a la guerra sucia contra una hermana nación soberana estos “lideruchos” de cartón que dicen representarnos? 

Hipocresía patente y agresión solapada a la soberanía de Venezuela, la pantomima de la “ayuda humanitaria”.

Artículo anteriorOjalá el gatillo no se dispare
Artículo siguienteLuz sobre la Autoridad de Energía Eléctrica