La leyenda del puerto rico 

 

 

Por Reinaldo Pérez Ramírez/Especial para CLARIDAD

rei_perez_ramirez@yahoo.com

Escribir desde la invisibilidad…. desde el lado oscuro de la geografía. … [permite] la ficción de  [la]  invención de sus leyes y su grandilocuencia… 

Los Países Invisibles
Eduardo Lalo

No hay quien le siga los pasos a una leyenda de puerto.

  [El] barco que la recoge … la desparrama en tabernas …. 

barriadas y plazas …

 En ocasiones …. cobra tal fuerza que exige ….

 una narración escrita.
El Orfebre Demente
Jaime Córdoba

          Intento escribir la historia falaz de un país invisible:  el mío; el nuestro.  Como el narrador del orfebre demente del epígrafe, lo hago desde tabernas, barriadas y plazas en las que la gente  -ocupada en la difícil sobrevivencia diaria, abotargada, confundida, tentativa y vacilante-  permanece en silencio, paralizados sus mecanismos de reacción colectiva.  No quisiera admitirlo, pero en su concreción implacable, el momento apalabrado por actores con discursos de encargo y deliberación festinada, así lo exige.  Aunque ya lo sabíamos; es decir, ya lo sabíamos algunos o tal vez muchos de nosotros que durante años se nos vendió la idea de un país inexistente, la historia que aquí comparto nos debería impactar de manera contundente.  Desde las mismas tabernas, barriadas y plazas observo a lo lejos y de cerca la hiperrealidad de un tejido de desinformación ominoso que nos arropa como sábana encubridora.  Lejos de atenuar el frío, nos hace tiritar de angustia.

No existimos. Eso ha afirmado orondo y con desparpajo el Procurador General del Departamento de Justicia de los Estados Unidos en una reciente comparecencia ante la Corte Suprema del mismo país que nos adquirió mediante conquista militar. Si los nombramientos de la Junta de Supervisión Fiscal son inconstitucionales por no haber sido sus componentes confirmados por el Senado Federal, también lo son, aunque hayan sido electos por el pueblo, las investiduras de todos los gobernadores de Puerto Rico. Eso plantea ante la Corte Suprema Noel Francisco, solicitando se expida un recurso para eventualmente revocar la decisión del Tribunal de Apelaciones del Primer Circuito de Boston que determinó la ilegalidad constitucional de la Junta.
          Los contornos geográficos de nuestras islas constituyen un territorio que advino a ser propiedad del conquistador como botín de guerra. La legalidad positiva del evento mediante el cual el conquistado cede a Puerto Rico al conquistador es tan simple como lo escribo.  Puerto Rico es una ficción. Una leyenda de puerto cuyo apellido -“rico»-   es también falaz.  ¿Acaso no estamos en quiebra?  La isla es sólo real estate y sus habitantes somos la fauna autóctona de nuestro nuevo amo.  Como los animales de finca en cualquier lugar del mundo, no se nos reconocen derechos algunos.  Ni siquiera es real el derecho a elegir mediante el voto directo a los funcionarios del gobierno colonial.
          Para mayor escarnio, el que suscribe la comparecencia de los EU ante su Corte Suprema que así lo afirma es un descendiente de filipinos cuya nación de origen también fue botín de la misma guerra en la que la gente y las islas se convirtieron en propiedad.  Por razones geopolíticas y económicas, el archipiélago filipino compuesto por más de mil islas en el Océano Pacífico obtuvo su independencia. El archipiélago puertorriqueño, compuesto por apenas un puñado y en el Mar Caribe, nunca la obtuvo.
          Para el jurista republicano  -nombrado por Donald Trump-  y para la rama ejecutiva del gobierno de Estados Unidos de la que es portavoz, nuestro derecho al voto mediante el que se nos permite elegir a nuestros gobernantes y en consecuencia nuestro país, nunca existió.  Somos una falacia jurídica.  No somos un país.
           No se asusten. Siempre supimos  -o debimos haber sabido-  que el entramado jurídico político del ELA era una farsa cuya legalidad permaneció en entredicho  hasta as reciente decisión en The Commonwealth of Puerto Rico v Sánchez Valle, 579 U.S.  (2016) (Kagan, J.).  Pero la realidad histórica es que Puerto Rico no es una ficción.  Nuestro país existe más allá de toda discusión en tribunales y cortes; más allá de la atormentada lógica jurídica positiva y del formalismo ciego del argumento legal impuesto por conquistadores en toda época.  Puerto Rico y su gente configuramos una nación cuya continuidad diaria ha ido decantando una cultura de sobrevivencia única, diversa en su mestizaje de colores, rica en su relación directa con la naturaleza de la Isa, generosa en su inquebrantable vinculación con nuestras diásporas en cualquier lugar del mundo.  No somos menos que ningún país en el conjunto de naciones.
          Apenas comenzamos a darnos cuenta de que quien nos arropa fingiendo protegernos, persigue asfixiar nuestra esencia, inventando leyes grandilocuentes mientras nos mira desde el lado oscuro de su geografía.

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