La Mascarada Suprema

Theatrical masks. Isolated. Mesh. Clipping Masksolated. Mesh. Clipping Mask

En Rojo

0. Sé que utilizar los recursos que provee la filosofía es de mal gusto en las redes sociales y menos para comentar asuntos como decisiones del Tribunal Supremo. Puede resultar insultante que alguien que no es abogado (moi) ose entrar en el paraninfo a opinar sobre performances de togados. Sin embargo, del mismo modo que los abogados dan sus sesudas opiniones hasta sobre el baloncesto, a nosotros los poetas llamados así por los pares, a veces nos da con emitir opiniones.

La escena es bastante ordinaria. Luego del ejercicio electoral se busca certificar quienes ganaron y señalar a los derrotados. Casi como delimitar lo “verdadero” de lo “falso” o separar el «bien» del «mal».  Esas batallas son funcionales respecto de alguna relación de dominación social dentro de las propias instituciones del «sistema». Para que sean efectivas deben seguir unas normas, una suerte de reglas formales en la que las relaciones de dominación permanecen ocultas o elegantemente disfrazadas.  

Entonces, el conteo de votos siempre -desde que votamos por ¿un gobierno propio?-  ha sido la puesta en escena del truco. No hay voluntad popular. Hay performance partidista, sectario. Pero ahí estamos.  Entonces un partido (llamado Movimiento) pone en entredicho ese ominoso ‘uso y costumbre’ pero recurre a una institución que de manera clara exhibe las relaciones de poder partidistas. Las ocultan con togas. ¿Qué hacen los togados? Ni siquiera siguen las reglas de etiqueta. Se desnudan con una serie de «opiniones» destempladas, sectarias, penosas. ‘Eso», ese recurso legal, ha triunfado: a seguir con lo reglamentario que se enmienda de manera unilateral cuando el que tiene el turno del ‘poder’ ejecuta el performance electoral.

Parecería que hay un umbral prohibido. Parecería que algo tiene que pasar pero que en ese juego no es posible que ocurra. ¿No hay salida? ¿El baile de máscaras continúa? No sé quien dijo -¿Oscar Wilde?- que con máscaras es que conocemos la verdadera personalidad de los seres humanos. Las instituciones, los togados, trajeados, honorables, son así. Esa es su esencia. Los disfraces les permiten hacer lo que quieren: robar, conspirar para cometer fraude, ejercer el poder de manera abusiva.

¿No hay salida? ¿No hay entrada?

1. No pretendo agotar el tema. Tampoco quiero agotarlos a ustedes. No haré una defensa de la máscara, como correspondería a un artículo académico tradicional. Esto que escribo no lo es. Les regalo entonces el erudito comentario de Juan -Eduardo Cirlot en su cleasicoDiccionario de símbolos, de la editorial Labor.

Máscara:Todas las transformaciones tienen algo de profundamente misterioso y de vergonzoso a la vez, puesto que lo equívoco y ambiguo se produce en el momento en que algo se modifica lo bastante para ser ya «otra cosa», pero aún sigue siendo lo que era. Por ello, las metamorfosis tienen que ocultarse; de ahí la máscara. La ocultación tiende a la transfiguración, a facilitar el traspaso de lo que se es a lo que se quiere ser; éste es su carácter mágico, tan presente en la máscara teatral griega como en la máscara religiosa africana u oceánica. La máscara equivale a la crisálida. Unas máscaras muy especiales son las que se usan en las ceremonias de iniciación de algunos pueblos de Oceanía, según Frazer. Los jóvenes mantienen los ojos cerrados y el rostro cubierto con una máscara de pasta o greda. Aparentan no entender las órdenes dadas por un anciano. Gradualmente se recuperan. Al día siguiente se lavan y se limpian la costra de greda blanca que les tapaba los rostros e incluso los cuerpos. Con ello finaliza su iniciación. Aparte de este significado, el más esencial, la máscara constituye una imagen. Y tiene otro sentido simbólico que deriva directamente del de lo figurado de tal suerte. Llega la máscara, en su reducción a un rostro, a expresar lo solar y energético del proceso vital. Según Zimmcr, Shiva creó un monstruo leontocéfalo de cuerpo delgado, expresión de insaciable apetito. Cuando su criatura le pide una víctima que devorar, el dios le dice que coma de su mismo cuerpo, cosa que el monstruo realiza reduciéndose a su aspecto de máscara. Hay un símbolo chino, llamado T’ao T’ieh, la «máscara del ogro», que pudiera tener un origen parecido.

2. Quizás ahora, después de leer a Cirlot, lo que quiero decir está más claro. Si aún no está prístina la intención de mis palabras haré lo que hace algún juez del Tribunal Supremo con la seriedad que el asunto requiere. Les dejo un enlace que, si bien no se convierte en referencia de jurisconsultos, les abrirá el entendimiento:

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