La pandemia y lo que viene después

foto: Vicente Vélez

 

Por Marcelo Barros/Especial para En Rojo

 

Es un reto al cual nadie sabe responder. La mayoría de gobiernos y corporaciones internacionales parecen pensar que después de una pausa más larga y forzada por la pandemia todo pueda volver a la normalidad. Otros, más conscientes y atentos a la realidad, saben que podemos organizar el mundo y la vida de otras formas, más atentos a la convivencia humana, a la justicia social y al cuidado con la sustentabilidad de la vida.

Las películas de ficción científica muestran un futuro oscuro. De cierto modo, parecen ver el mundo como en la época de los imperios antiguos, con armas nucleares y naves espaciales. Por eso, Zigmunt Bauman decía que, en el mundo actual, la esperanza se ha convertido en nostalgia de un pasado idealizado. La utopía de un mundo nuevo posible si ha cambiado para algo que Bauman llamó de retrotopía. Como si la técnica actual llevara el mundo a una vuelta al pasado medieval o hasta la pre-historia.Mismo algunos juegos de computadora hacen la juventud vislumbrar el futuro como mero retorno al pasado. De hecho, las actuales guerras con artefactos nucleares son más salvajes que las antiguas guerras de cuerpo a cuerpo. Las actuales normas de migración son más inhumanas que las anteriores. La realidad de desempleo estructural hace más difícil la vida de los pobres en la sociedad post-industrial. La sociedad neoliberal se ha hecho necro-liberal, cada vez menos solidaria. En la América Latina y Caribe, el imperio profundiza una guerra cruel contra cualquier intento de real independencia política y económica.

Gracias a Dios, cada vez más, aumenta el número de personas que, en todo el mundo, perciben: tenemos que hacer algo por el bien de la humanidad y para salvar el planeta Tierra. Ese cambio de ruta no puede ser retorno al pasado, sino construcción de un futuro sostenible para nosotros y para la Madre Tierra. Eso pide una radicalización del modelo democrático, con nuevo estilo de poder, no como dominación sobre los otros y si como potencialidad de servir.

Las tradiciones religiosas enseñan que la vocación de todo ser humano es ser libre y tener su dignidad reconocida. Las espiritualidades indígenas proponen el Bien Vivir, los cultos afro descendientes cultivan el Ajé, el Budismo habla de la compasión y el Taoísmo busca la armonía universal. La dimensión social liberadora está en el centro de la revelación bíblica, como corazón de la espiritualidad. Expresa la relación con un Dios que es amor y cuyo proyecto es la liberación de todos los seres humanos, el derecho a la vida de todos los seres vivos y la comunión con el universo.

El autor es cura benedictino y ha escrito más de 40 libros.

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