La poética-minotaura de Yván Silén

Prólogo a La locura de Pasifae.

La poesía de Yván Silén se puede describir como una pugna constante entre la tradición y la ruptura. El resultado final, aunque tienda a parecerse a una victoria de la ruptura, es, en realidad, una poética nueva.

Los títulos de varios poemarios de Silén revelan cómo suele haber un punto de partida para su materia poética: Los poemas de Filí-Melé, aquellos famosos textos de Luis Palés Matos; Catulo o la infamia de Roma, el poeta romano y sus textos eróticos; Los poemas de Orfeo, el mito de la antigüedad. Curiosamente, nos encontramos con la conjunción de las poderosas imágenes que proporcionan la cultura y mitología de la antigüedad clásica junto a la tradición lírica puertorriqueña, ambas unidas en un solo proceso creativo. La geografía poética de Silén rebasa el tiempo y las distancias.

La escasa crítica literaria que se acerca a Silén, en muchas ocasiones, se estanca en el punto de partida. Sea por descuido, sea por falsa erudición, no logra captar que el punto de partida es, en realidad, una partida, en su acepción de desplazamiento y distanciamiento. El propio proceso poético conduce y aleja. Silén busca una imagen desde donde empezar a crear o con la cual empezar a romper. Si queremos entender su poesía, no podemos permanecer en sus puntos de inicio; hay que examinar, precisamente, el recorrido que se lleva a cabo en su poesía. “Detenerse es la forma más trágica de retroceder”, llegó a decir, en otro contexto, Manuel Moreno Fraginals.

Como ejemplo: en Los poemas de Filí-Melé, Silén toma o comparte con Palés Matos y sus poemas (“Puerta al tiempo en tres voces”, “La búsqueda asesina”) el motivo de la búsqueda de la amada, su abstracción, su nombre lírico y misterioso, el resultado poético que plasma esa búsqueda. Pero esos mismos motivos los refigura: la amada – todavía abstracta – va materializándose en el acto erótico-creador, y transforma no solo la creación poética sino al poeta mismo.

En este poemario, La locura de Pasifae, encontramos dos puntos de partida principales. El mito de Pasifae, señalado en el propio título del poemario, es el que sale a la luz incluso previo a la lectura del libro. Sin embargo, como su influencia no se evidencia en la mayoría de sus poemas, dejaremos, por ahora, este mito a un lado.

El otro punto de partida viene a ser la figura y la obra de Francisco Matos Paoli. Silén se enfrenta a Matos Paoli bajo la forma de un diálogo extendido a través de un conjunto de poemas que inician el libro y que se podría decir que conforman un poema extenso. ¿Por qué Matos Paoli? Porque representa una manifestación política (por sus vínculos con el Partido Nacionalista, con Pedro Albizu Campos, con la condición de haber sido prisionero político) y espiritual (por la experiencia mística que, según él, lo libró de la locura y lo llevó a la escritura de su poemario más conocido, Canto de la locura) de la tradición lírica puertorriqueña.

Como punto de partida, el movimiento desde Matos Paoli es contradictorio. La poesía de Silén estéticamente presenta una ruptura con la de Matos Paoli. En el nivel más básico, hay una constante pugna con el lenguaje. El lenguaje, por supuesto, es la materia prima de todo trabajo lírico. Pero Silén busca romper con aquellos espacios que entiende anquilosados o institucionalizados: a través de la creación de palabras, para sorprender al lector o a la lectora por lo novedoso; a través de palabras asociadas con lo vulgar, lo censurado, lo prohibido, para sorprender al lector o a la lectora a través del escándalo. Mientras Matos Paoli, sin ser “sencillo”, prefería la imagen limpia, Silén tiende a la pesadilla.

Además, si Matos Paoli seguía con mayor rigor las estructuras “tradicionales” de la poesía en términos formales, como lo es, por ejemplo, el soneto, Silén busca, no descartarlas, pero sí subvertirlas. Los llamados “anti sonetos” de Silén, vistos desde lejos, se asemejan a la estructura clásica: cuatro estrofas, dos cuartetos y dos tercetos, versos de arte mayor. Sin embargo, hay una subversión de la rima y la métrica, ya no subordinadas a una forma clásica sino determinadas por el propio ritmo que brota de la escritura de Silén, ritmo que viene a caracterizar la musicalidad de su poesía desde hace décadas. Del soneto clásico, queda su imagen sobre la página y la necesidad de sintetizar la materia poética; lo demás es nuevo.

A pesar de estas “rupturas”, todavía hay cercanía entre Matos Paoli y Silén, en cuanto a figurarse ambos como poetas, con un acercamiento único (aunque muy distinto entre ellos) hacia la política, la espiritualidad y el cristianismo. En tanto poetas con profundas convicciones espirituales y políticas, además, ambos se enfrentan a una serie similar de enemigos comunes: políticos institucionalizados, críticos, “metagramatizadores”, “no-poetas”. En ese sentido, a pesar de las diferencias en materia estética, el contenido de la obra de ambos se presenta como subversivo.

Aquí entonces no hay ruptura sino complicidad entre dos propuestas poéticas muy distintas. Por eso, Silén le pide: “¡Escúpelos, Matos Paoli, como si fueras Yván!” El silenciamiento de la poesía de Silén y la violencia que se le ejerce a través del desempleo universitario se presentan en estos poemas como actos paralelos (aunque distintos), actos yuxtapuestos a la represión sufrida por Matos Paoli.

Silén discurre desde Matos Paoli para llevar a cabo su proyecto poético. Se podría decir que se “aleja solidariamente” de su proyecto, hasta que la materia del libro deja atrás ese diálogo para incursionar a otros temas que acechan a Silén: las imágenes mitológicas y bíblicas, la condición de ser poeta. El diálogo con Matos Paoli inició el poemario, pero no lo explica como totalidad. ¿El resultado final? El poemario que se tiene en las manos: La locura de Parsifae.

Las preocupaciones espirituales que se cuajan hacia el final del libro vuelven a recalcar los paralelos entre ambos poetas, no para volver a él, sino para enriquecer el poemario al abrir las posibilidades de diálogo. En la batalla prehistórica de la tradición y la ruptura, quien triunfa es una obra nueva.

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Pero volvamos al título. ¿Por qué Pasifae? La figura mitológica es más conocida por haber sido condenada a enamorarse de un toro que le pertenecía a su marido, Minos. Pasifae logra satisfacer sus deseos eróticos por medio de un artificio construido por Dédalo: una vaca de madera, adentro de la cual estaría Pasifae para atraer y seducir al toro. El fruto de este acto es el minotauro, o “toro de Minos”, una extraña criatura mitológica, mitad toro, mitad en forma humana.

Lo que cabe preguntarse no es cómo Silén se inscribe en la tradición literaria que hace suya el mito de Pasifae y del minotauro, sino qué del mito captivó al poeta. Después de todo, aunque la mitología grecorromana está presente en La locura de Pasifae y en gran parte de la poesía de Silén, tampoco se puede decir que sostenga o defina el poemario o su estética. ¿Por qué Pasifae?

Creemos que se debe a que el producto de la locura de Pasifae, locura erótica y amorosa, se asemeja mucho a la poética de Silén. El mito le proporciona una imagen a la propuesta: la imagen de una creación nueva, producto de una condena y seres distintos, producto del amor y del dolor. El minotauro es un monstruo por combinar dos realidades dispares; y, sin embargo, atrae la atención de distintos artistas, entre ellos, Silén. Por eso Silén incluye sus palabras en el umbral del libro: “¡La poesía no se impone, la poesía se pare!”. El minotauro, precisamente, es ese fruto monstruoso, ese parto extraño pero hermoso, de tradición y ruptura. En esta figura y su historia se condensa parte del proyecto poético de Silén.

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Uno de los epígrafes de La locura de Pasifae dice: “Dime, Sócrates, ¿no te da vergüenza, que a tu edad, andas a la caza de palabras?” De hacerle la misma pregunta a Silén, probablemente conteste pariendo nuevas obras.

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