La representación del espacio urbano en el cine

 

Por María Cristina/En Rojo

 

Durante la investigación que hice para mi libro What Women Lose: Exile and Construction of Imaginary Homelands in Novels by Caribbean Writers(Peter Lang, 2005; diseño portada Iván Figueroa), la ciudad, el centro urbano, la metrópolis es el destino de ese viaje que comienza en la región caribeña y continúa su trayectoria en Nueva York, París, Madrid o Londres. En el cine proveniente del Caribe, vemos esta experiencia urbana no necesariamente en las «grandes ciudades occidentales» sino en la ciudad/capital de la isla caribeña donde el movimiento migratorio interno tiene su auge. Es el segundo acto de La carreta de René Marqués, el San Juan de Doce horas (Raúl Marchand, 2001), el Kingston de The Harder They Come(Perry Henzell 1973), La Habana de Fresa y chocolate(Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío 1994), el Port-au-Prince de Puerto Príncipe mío(Rigoberto López 2000), el Santo Domingo de Un Pasaje de ida (Agliberto Meléndez 1988), la ciudad afrancesada de Rue Cases-Nègres (Euzhan Palcy 1983). En esta ocasión, al explorar el cine comercial norteamericano y algo del cine europeo, son las capitales occidentales las que vemos mayormente representadas.

Casi siempre cuando un filme incluye en su título la palabra ciudad o nombra algo conocido de ella, lo menos que enfoca es en ese espacio, o si lo hace, resulta en una romantización que poco tiene que ver con la realidad. Mad City(Costa-Gavras 1997), Dark City(Alex Proyas 1998), City Hall(Harold Becker 1996), Wall Street(Oliver Stone 1987), New York, New York(Martin Scorsese 1977), New York Stories(Allen, Coppola, Scorsese 1989) son tan sólo algunos ejemplos. Y ya que estamos en esta ciudad tan celebrada en los filmes de Woody Allen y Spike Lee, veamos algunas de esas imágenes.

El Manhattan de Woody Allen–porque no existen Queens, Bronx, Brooklyn o Staten Island–es la ciudad medio bohemia, llena de exéntricos, acceso a todos los eventos culturales, paseos o conversaciones en el parque, cerca del Puente de Brooklyn, restaurantes, filas para comprar boletos para el cine, apartamentos amplios, aunque no lujosos. Es un Nueva York de espacios abiertos y a la vez otros cerrados, pero suficientemente grandes como para poder moverse mientras los personajes dialogan. Este es el retrato que presentan de ese centro: Annie Hall(1977), Hannah and Her Sisters(1986), Husbands and Wives(1992), Manhattan(1979). Spike Lee intenta darnos los márgenes: los espacios donde conviven los afroamericanos e hispanos (la “latinidad” todavía no me convence como término sombrilla). En algunos filmes como Jungle Fever(1991) y Summer of Sam(1999) también incluye a la comunidad italoamericana. Pero por lo general, el Harlem o las comunidades/ghettos donde habitan casi exclusivamente los negros se presentan con unos ángulos fotográficos muy particulares como escenografías teatrales. Se tiene la impresión de que la «realidad» interior y exterior de estas puestas en escena cambian tras bastidores. En este ghetto, todos los personajes parecen convivir armoniosamente, no hay gran preocupación por las drogas, el desempleo, la subeducación, las gangas, la violencia doméstica y fraterna, la vivienda deteriorada: Crooklyn(1994), Do the Right Thing(1989),She’s Gotta Have It (1986). El filme donde Lee sí trabaja muy bien la problemática de crecer y vivir en un ghetto y estar marcado para que nunca pueda moverse del margen es Clockers(1995), una de las menos celebradas por los críticos y el público. Otros directores que se han acercado a esta ciudad enfocando en un sector en particular–dejando el centro para los visitantes y aquellos que todavía creen los cuentos de la ciudad con calles cubiertas de oro–son producciones por directores independientes como City of Hope (John Sayles 1991),Caught (Robert Young 1996) en el área de pescadería de New Jersey,I Shot Andy Warhol (Mary Harron 1996) en los grupos ultra rebeldes chic de los años de 1960, y por supuesto el excelente filme de Peter Sollett de 2002, Raising Víctor Vargas.

Raising Víctor Vargas

Por lo general en las películas comerciales, las ciudades son sencillamente un fondo decorativo. Por eso, las grandes ciudades son representadas por marcadores sencillos como el Big Ben de Londres, la Torre de Eiffel en París, las letras H O L L Y W O O D en Los Angeles, los casinos en Las Vegas. Estas dos últimas nada tienen de gran ciudad, pero su atractivo como lugares turísticos se debe a su identificación con mesas de juego o la meca del cine. Nueva York por largo rato se conocía por el Empire State Building, el rascacielos más alto del mundo, pero luego fue sustituido por las desaparecidas torres gemelas del World Trade Center. Después del 11 de septiembre del 2001, todos los filmes que iban a ser distribuidos y que usaban este «símbolo» para establecer el lugar de la trama, fueron cuidadosamente alterados.

El Madrid o Barcelona de los filmes de Pedro Almodóvar tienen puntos de contacto con algunos de los filmes de Carlos Saura (Deprisa, deprisa1980) donde ambos exploran las calles de fondo, los poblados lejos del centro, las plazas y lugares donde se reúnen los jóvenes, las viviendas de los que tienen que tomar autobuses para llegar a sus trabajos o ir en busca de algún empleo o ayuda estatal: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984),Ley del deseo(1986), Carne trémula(1997). Al igual que Luis Buñuel hizo en Los olvidados(1950), tanto los veteranos, como los más atrevidos jóvenes realizadores mexicanos, no creen en sofisticar al México actual. Para ellos, es el cruce de la pobreza y la riqueza extrema lo que hace del D.F. una ciudad muy particular. Sin duda Amores perros(2000) de Alejandro González Iñárritu, es el que mejor dramatiza este retrato.

En la ciudad sin límites, del realizador español Antonio Hernández, la ciudad de París es parte esencial de la trama del filme. Así como las calles laberínticas en la Venecia de Don’t Look Now(1973) determinan la conclusión del drama, la ciudad de París con sus direcciones muy específicas–aparte de los espacios más públicos como el hospital o la estación del tren–son necesarios para explicar y entender la agonía y el sentido de culpabilidad que tiene Max y que logra por fin transmitir a Víctor, su hijo menor. Para descubrir los secretos de Max y entender las obsesiones que parecen alejarlo de la realidad, ambos tienen que caminar por las calles de esta «ciudad sin límites» que sirvió de hogar a tantos exiliados españoles durante y después de la Guerra Civil del 1936-39. En 1982, un encantador filme nos llevó por calles, callejones, puentes y recovecos de París de la mano de un joven en motora que estaba enamorado de la voz de una famosa soprano. Diva de Jean-Jacques Beineix nos presentó un París en movimiento que iba de la gran ópera a los barrios marginados sin ninguna dificultad. Robert Altman escogió a París para su parodia del mundo de la moda en Pret-a-Porter(1994). Por supuesto, los parisienses y los grupos que pertenecen a los márgenes–especialmente los argelinos que han rodado excelentes filmes como Salut cousin!de Merzac Allouache de 1996–presentan un París muy personal y no-turístico que la gran mayoría no reconoce como su imaginario de la ciudad francesa. Lo mismo sucede con Londres donde los grupos de West Indians/caribeños, Pakistanis y africanos han logrado unos espacios de producción independiente mayormente dirigido a la televisión pública/estatal y cuya calidad técnica y de contenido está al nivel del mejor cine independiente. Por eso Londres es tantas cosas diferentes para los habitantes del centro y de sus márgenes donde convergen diversos grupos inmigrantes.

 

(publicado originalmente en 2010 y revisado en julio 2020)

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