La ruidosa tumba de John Dewey y la vida chula de Julia Keleher

“Todos los movimientos sociales suponen conflictos que se reflejan intelectualmente en controversias. No sería una buena señal de salud si un interés social tan importante como la educación no fuera también un campo de lucha, práctica y teóricamente” –John Dewey

Hace unos 32 años existe en Puerto Rico un negocio de educación que usa el nombre de John Dewey. Al menos así lo atestigua una nota en el periódico de la oligarquía puertorriqueña que publica la información al respecto: “John Dewey College se convierte en Dewey University. La universidad cuenta con más de 35 ofertas académicas en las áreas de salud, educación preescolar, artes gráficas y ciencias automotrices, entre otras” (ENDI, 5 de octubre de 2012).

Si creyéramos en la posibilidad de que los muertos pudieran ver desde el otro lado lo que ocurre con sus nombres y recuerdos, el pobre John estaría revolcándose en la tumba o maldiciendo desde su casa en las nubes. ¿Por qué? ¿Quién era John Dewey?

Este ilustre que hoy mencionamos era un pedagogo y filósofo estadounidense que si no fuera por Charles Sanders Pierce y William James, podría decirse que es el más importante de la primera mitad del siglo pasado. Pero su aportación a la humanidad es, ante todo, su propuesta educativa. Respondiendo a la corrupción e incompetencia del sistema educativo norteamericano de finales del siglo XIX, Dewey propone acabar con la enseñanza rutinaria, las clases atestadas, los programas atrasados, maestros sin preparación adecuada, y salarios deplorables (Degler, 1987: 392). 

En 1894, John Rockefeller invitó a Dewey a trabajar en la University of Chicago. Con el auspicio de esa universidad y de un grupo de padres establece junto a su compañera Alice Chipman, la escuela elemental The Laboratory School. Su método era sencillo y radical: el aprendizaje por la acción, la actividad personal como centro de la educación, y la importancia de los intereses del niño. En el lustro siguiente publica sus libros más pertinentes sobre el tema: My Pedagogic Creed (1897); School and Society, (1899); y The Child and the Curriculum (1902). Su relación con la Universidad de Chicago fue tensa. Ya en 1904 se desligó de ella.

La tensión era resultado de que la propuesta a favor de la movilidad social, y por tanto, la integración de todos los grupos étnicos y de los hijos de los trabajadores al sistema educativo, no eran bien vistos. La explotación infantil en las fabricas continuaba. Dewey, a fin de cuentas, se movió a la Universidad de Columbia.

¿Y quiénes eran los amigos de Dewey en Nueva York? Gente como el anarquista Piotr Kropotkin. Entre otras actividades como militante político apoyó el derecho al voto femenino y luchó por la igualdad educativa de la mujer. También participó en la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color. 

En 1916, Dewey publicó Democracy and Education, donde reunió sus ideas filosóficas y educativas. En 1926, viajó a México para dictar conferencias en la Universidad Nacional de México (Beltrán, 2000: 50). Es en esos años cuando toma conciencia sobre el imperialismo de su propio país. Según nos dice la estudiosa Berenice Pardo Santana, en agosto de 1927, en Nueva York, ante las ejecuciones de los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, escribe en la revista The New Republic expresó su vergüenza por pertenecer a un país con un sistema judicial injusto.

Radical hasta la muerte, en 1938 publicó Experiencie and Education, donde escribió:

“Todos los movimientos sociales suponen conflictos que se reflejan intelectualmente en controversias. No sería una buena señal de salud si un interés social tan importante como la educación no fuera también un campo de lucha, práctica y teóricamente” (Dewey, 1967: 3).

Luego de este somero acercamiento a una figura rica, compleja, radical, está más que claro por qué el nombre de John Dewey para una institución educativa en Puerto Rico, en el esquema mafioso de la industria educativa del momento, es una afrenta a su memoria. ¿Por qué? Veamos un ejemplo:

La excelente vocacional Miguel Such, que tiene alrededor de 700 estudiantes, fue entregada por Julia Keleher a esa institución sin fines de lucro: Dewey University. 

Curiosamente, Dewey no requiere la prueba de College Board para entrar. En el 2012 anunciaron 11 recintos que ofrecerían certificados, grados asociados, bachilleratos y maestrías : Hato Rey, Carolina, Bayamón, Manatí, Hatillo, Naranjito, Arroyo, Yabucoa, Juana Díaz, Fajardo y Mayagüez. Sin embargo, en su página web solo aparecen 4: Hato Rey, Carolina, Juana Diaz y Manatí. En las estadísticas del Consejo de Educación Superior informa que están en operación varias más.

El ofrecimiento académico cubre áreas de la salud, educación preescolar, tecnología en ingeniería, administración, artes gráficas, ciencias automotrices,entre otros. Estas son algunas de las materias que ofrece la Miguel Such a nivel de escuela superior. Y ahí está el negocio. Si le entregan 700 estudiantes de escuela superior, pagos por el DE, tienen asegurada la entrada a sus recintos universitarios. Allí les espetan una matrícula de $7,000 que pagarán las becas federales. Los estudiantes saldrán endeudados por becas que otorga el mismo gobierno federal a través de su sistema educativo. Becas que pagarán incluso con el embargo de sus seguros sociales cuando llegue el tiempo. Esa es la rueda del negocio trillonario que la educación norteamericana a montado y que quiere extender a su colonia. Ese es el tipo de negocio que hace Julia Keleher. Dewey, el filósofo, el pedagogo, estaría frente ha esa escuela protestando.

El presidente y fundador de Dewey University es Carlos A. Quiñones Alfonso; Jaime Martir es “controller”; Mayra Vilanova, Secretaria; Carmelo Rodriguez, Vicepresidente; Aristides Hernandez, Tesorero. El gran Carlos A. Quiñones Alfonso es un contribuyente del PNP que recibió contratos con la AEE. El chiste es que lo contrataban para que instalara sistemas tecnológicos, y sin estar instalados, ya cobraba por dar adiestramientos sobre los mismos. En realidad no es gracioso, pero es mejor reír que llorar.

¿Otros datos? En el Departamento de Estado aparece incorporada en el 1986 como John Dewey College y en el 2011 aparece la certificación del cambio de nombre. Según el estado de situación, entre “Liabilities” y “Equity”, tiene mas de $28 Millones. Tiene demandas recientes por por despidos injustificados, por desahucio, y por cobro de dinero. 

Si le parece poco, sepa que la prensa corporativa informa que JGo entregará millones a entidades educativas en PR, entre otros, $2.1 serán para Dewey University. ¡Qué bello es ser sin fines de lucro, deberle a medio mundo, despedir a quien me de la gana, sufrir embargos, desahucios y la madre de los tomates y que Keleher entienda que mejorará la educación pública entregándome sus escuelas públicas! 

Con esta nota refiero algunas tablas informativas que son públicas. Revisen, como otro dato curioso, los datos del Consejo de Educación Superior. Miren el ratio entre estudiantes y facultad. Da risa. O rabia. En Hato Rey parecería que hay 2 estudiantes por profesor.

John Dewey, si puedes leer esto, lo siento mucho. Te abrazo. Te llevo en el corazón.

María de las Mercedes Ojeda es estudiante graduada de drama en la UPR. Entre sus intereses está la relación entre los auspicios de fundaciones y ong’s y el arte.

Artículo anterior45 Festival de Apoyo a CLARIDAD Arranca la celebración de los 60 de CLARIDAD
Artículo siguienteEntrevista Rafael Cancel Miranda, 1 marzo 2019 WPAB 550 (parte 1)