La sociedad actual y las Iglesias

Por Marcelo Barros/Especial para en Rojo

La sociedad contemporánea está marcada por la diversidad cultural. Por su carácter laico, tiene la tendencia de mantener la religión en la esfera privada de la conciencia de cada uno. Eso se comprende porque antes la religión imponía sus normas morales y ritos a toda sociedad. Eso no tenía sentido y era opresivo. Sin embargo, cuando se privatiza la fe y la espiritualidad es difícil escapar de la ideología individualista del Capitalismo. Ese tomó el puesto de la religión. Religiones originarias de nuestros pueblos, como también el Judaísmo, Cristianismo y Islam son tradiciones comunitarias y solo así pueden colaborar con la humanidad, sin imponer normas y creencias.  Lo importante es que los grupos religiosos se respeten unos a otros y se inserten en la sociedad como colaboradores para construir un mundo justo. Para las Iglesias, la propuesta del evangelio no es en sí religiosa. Jesús propone que sus discípulos/as sean testigos de que Dios tiene para el mundo un proyecto de paz, justicia y comunión con el universo. La gran revolución realizada por Jesús fue revelar el rostro subversivo de Dios, Amor paterno y maternal, que, como cantó María: “derrumba los poderosos de sus truenos y eleva los humildes” (Lc 1, 52). Por eso, los cristianos deben insertarse en la sociedad y participar como ciudadanos, junto a todos los hombres y mujeres de bien, a servicio de la justicia, paz y cuidado con la naturaleza.

En la tradición católica, actualmente tenemos un obispo de Roma, que, a diferencia de los dos papas anteriores, insiste en el diálogo humilde y sin pretensiones con la humanidad. Da prioridad a las personas sin tierra, sin techo y sin trabajo. Propone una Iglesia en salida. Eso significa que obispos, sacerdotes y fieles deben desplazarse de los centros de poder que excluyen de condiciones dignas de vida la mayor parte de la humanidad para las periferias del mundo junto a las víctimas de esa sociedad sin corazón. 

En sintonía con el papa, pastorales sociales católicas y evangélicas cultivan una espiritualidad socio-liberadora. Así, la intimidad con el Espíritu se da en el camino social y político por un nuevo mundo posible. Es en comunión con los empobrecidos de la tierra  que las comunidades eclesiales de base y militantes experimentan la presencia del Amor Divino que conduce y cambia vidas personales a la medida que transforma las estructuras del mundo. Una Iglesia debería ser ensayo de una nueva sociedad alternativa basada en la justicia, la paz y la comunión con la Tierra y con la naturaleza.

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros. 

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