La UPR y la radicalidad en la lucha (notas para una discusión)

Rui Costa

En los ochos años que viví en Puerto Rico, la huelga estudiantil de 2017 fue el proceso social y político más importante al que asistí y participé.

Pude analizar en este proceso algunos de los problemas sistémicos que caracterizan no solamente la institución que es la Universidad de Puerto Rico, sino su relación con el Estado, con el sistema de Justicia y con las organizaciones sindicales y estudiantiles que en esta se organizan.

En los últimos días se habló sobre el surgimiento de una nueva formación política (MVC), sobre los cambios a la ley del aborto y una denuncia sobre una agresión sexual y de cómo casos como estos son procesados en este país y en la UPR.

Creo que hay un hilo conductor que quizás podrá dar luz sobre estos aspectos. 

El hilo conductor pasa por la siguiente cuestión: ante el problema de la necesidad de cambiar la sociedad, las instituciones, de democratizarla, de impulsar la participación de las personas en la resolución de sus problemas colectivos, ¿cuales son las estrategias de lucha dominantes?

En primer lugar, observé como el estudiantado se divide, por lo menos, en tres grandes grupos. El principal grupo es aquel que no se organiza en torno a los problemas que se viven en la universidad como espacio social, como reflejo de la misma sociedad en la cual existe: falta de democracia en su funcionamiento, autoritarismo y estructura fuertemente jerárquica de la institución, ausencia de espacios de contrapoder y de fiscalización de las decisiones. En una sociedad de desigualdades, la universidad refleja estas mismas diferencias y desigualdad de poder y de capacidad de acceso y participación, y por lo tanto, como la desigualdad se configura como una forma de discrimen, hay sectores discriminados por etnia, origen socioeconómico, de género e identidad sexual. El discrimen afecta en todos los niveles, que puede ir del salón de clase a las querellas administrativas, sea de una estudiante por agresión sexual cuando intenta presentar una querella o denunciar una agresión, hasta cualquier empleado por contrato parcial cuando intenta llevar a una corte la administración universitaria. 

El segundo grupo está constituido por aquellos que se integran de una forma o otra en las estructuras realmente existentes, sean aquellas que son parte de la estructura institucional de la UPR hasta aquellos que son movimientos políticos que existen en la universidad. 

Mi primera confrontación con la realidad institucional de la UPR surgió cuando un día participé en una reunión de facultad en donde se supone que se haría el nombramiento del decano de la facultad. Preguntando a los profesores cerca de los cuáles yo me encontraba, me di cuenta del gran teatro que se llevaba a la tarima en esa reunión: se votaba por el nombramiento de un comité de personas que iban a escribir perfiles de los supuestos candidatos a decan@, aunque la decisión final correspondía al rector@. ¿Para qué hacer de cuenta que se vota cuando la decisión es unipersonal? ¿Para qué participar en esta farsa? Y por lo tanto no voté.

Años después, cuando en un pleno estudiantil, escuchando las críticas de l@s estudiantes al consejo sobre porque no decidía la asamblea de estudiantes en la mejor fecha, yo pregunté – ¿y por qué no estar en ambas estructuras? Aquella que existe institucionalmente y que para ciertos efectos (como decidir fechas de asambleas, o estar presente en los otros organismos institucionales, aunque sea solamente para estar mejor informado y poder articularse mejor) y aquella otra estructura horizontal, democrática, inclusiva, que se quiere como representando un espacio amplio y que se llama como ‘movimiento estudiantil’.

Negar la democraticidad de la estructura de la universidad o del sistema electoral o de la estructura institucional del país y decir que se necesitan nuevas estructuras no nos permite decir cómo de unas pasamos a las otras, como se transforma o elimina las primeras para crear las segundas. ¿Cómo se da esa transformación? ¿Qué es necesario para crear la relación de fuerzas necesaria para que logre sustituir unas por las otras? ¿Ignorando las primeras y dedicándose exclusivamente a crear las segundas? Y ¿cómo se logra que dejando intactas las primeras se tenga el poder para crear estructuras alternativas que puedan derrumbarla? ¿Hasta que punto, sin afectar seriamente las primeras se puede tener fuerza social para impulsar el crecimiento de las segundas para que un día exista un verdadero cambio social?

Lo que se puede decir sobre la necesidad de no abandonar la lucha desde adentro, desde afuera y en confrontación con las instituciones para cambiarlas y no solamente perturbarlas en algunos momento sin lograr cambios sistémicos, me parece válido en las luchas estudiantiles y en las luchas nacionales. Sinceramente, creo que una reforma universitaria real y no solamente cosmética o se logra en un momento similar al de una huelga general universitaria – que junte estudiantes y empleados (docentes y no-docentes). Una huelga que logre la destitución de la administración y la formación de una junta de transición representativa y radicalmente democrática, con igual participación de todos los sectores en la gestión efectiva de la universidad – o entonces en un cambio de la relación de fuerzas al nivel del país en el cual los dos partidos hasta ahora hegemónicos pierden la mayoría de los votos y permita que se replanteen las instituciones públicas del país y su política y autonomía democrática. 

La ausencia de movimientos políticos de izquierda enraizados en los sindicatos y en la clase trabajadora en general, de centrales sindicales de izquierda que enlacen las luchas gremiales con luchas por los derechos sociales en sentido amplio, facilita también que la lucha política no tenga continuidad y un hilo conductor, se concentre muchas veces en la defensa de los ataques a los derechos y servicios públicos que se van progresivamente eliminando, sin que exista una estrategia de largo plazo que se dedique a pensar a como fortalecer esta misma izquierda, luchando por nuevos derechos sociales. 

Sin una estrategia sobre como provocar cambios en la relación de fuerzas en la disputa por el poder, queda la lucha por objetivos inmediatos sin una perspectiva a medio y largo plazo. Esto repercute en la calidad de la discusión política. Me acuerdo de una larga y muy interesante discusión a la cual Peter L. Carlo Becerra y yo asistimos en un pleno estudiantil que duró varias horas en el complejo deportivo y que de tan participada hubo que cambiar del salón de espejos para la cancha deportiva al lado.

Me acuerdo principalmente de como se discutió sobre la ‘’radicalidad’’ en la lucha y de como se brincaba en la discusión de la ‘’radicalidad’’ de los métodos para la ‘’radicalidad’’ de los objetivos, sin que por veces se aclarara la diferencia entre una y otra. 

En resumen, la ausencia de estructuras políticas y sociales fuertes y bien organizadas de mediación de la lucha social debilita el desarrollo de estrategias de lucha eficaces a medio y largo plazo porque no permite una reflexión continuada y articulada entre la práctica política y la reflexión. Sin esto, tampoco se puede pensar en cambios estructurales por los cuales se pueda luchar sin que se esté esperando por una mítica revolución que surgirá de las cenizas como el Ave Fénix. 

Los últimos tiempos, las luchas en torno a la violencia de género en todas sus formas está ganando relevancia. Hace poco más de una semana un juez portugués que por diversas sentencias había tomado decisiones en donde sus justificaciones eran machistas, conservadoras de la peor forma, fue forzado a renunciar – por una inmensa presión hecha por la opinión pública – a juzgar casos relacionados con violencia doméstica. Hay campañas masivas que se pueden hacer cerca de la opinión pública que tengan efectos de tal forma amplio que los poderes públicos son forzados a actuar. Y aunque eso no sea de ninguna forma la resolución del problema podrá quizás ser un paso en la concientización del poder del pueblo en hacer cosas.

Rui Costa es profesor de portugués en la UPRRP y termina su doctorado en Estudios Hispánicos en la misma institución.

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