“Las cosas se tornarán peores antes de que se tornen mejores”

 

Especial para CLARIDAD

La prensa comercial le atribuía esta frase al nuevo presidente de EE.UU., John Biden refiriéndose al progreso acelerado de la pandemia del OCVID-19 en ese país. Esta frase parece una mezcla de pesimismo-optimismo que el nuevo gobernante imperial postula dentro de su política pública para enfrentar la crisis de salud pública, social y económica que abruma a los EE.UU. y a buena parte del resto del Mundo. Al momento que escribimos estas notas, Puerto Rico está en el mismo escenario de incertidumbre y de esperanza. La expectativa de que logremos una inmunidad colectiva, lo que los epidemiólogos llaman inmunidad de rebaño, se vislumbra en el horizonte cercano con la posibilidad de lograr una masiva inmunización mediante las vacunas contra este letal virus durante el próximo año y medio. Pero la crisis que nos plantea el COVID-19 no es la única ni la más retante que, como Pueblo, debemos atender con igual sentido de urgencia e inteligencia. El calentamiento del Planeta y el consecuente cambio en el comportamiento del clima continúan exacerbando de forma acelerada el equilibrio ecológico global elevando el nivel de los océanos y provocando la pérdida de la biodiversidad El entendimiento de las causas y efectos de esta realidad apremiante que el calentamiento del Planeta nos presenta, exige acción y respuesta concertada de todos los actores políticos, sociales y económicos en una gestión estratégica, pensada y razonada con la inteligencia que produce la ciencia y la dirección moral de la aspiración del bienestar colectivo. Esta gestión urgente requiere cambios de pensamiento y acción en todas las instituciones socialmente organizadas, incluyendo, pero sin limitarse en las estructuras de gobierno en todas sus ramas. Este reto exige cambios y reformulación de políticas públicas vigentes y de la acción gubernamental.

El año 2020, de acuerdo con científicos europeos y estadounidenses, empató al año 2016 como el más caliente registrado desde 1850. La temperatura promedio global fue de 2.25 grados Fahrenheit más cálida que el promedio histórico reconocido entre 1850 y el 1900, de acuerdo con el Copernicus Climate Change Service. El nivel de temperatura alcanzado provocó múltiples olas de calor, sequías, intensos fuegos forestales y otros desastres ambientales alrededor del mundo. Durante el año 2020 también se registró el número más alto de ciclones nombrados en la cuenca norte del océano Atlántico; se produjeron 30 tormentas y huracanes que generaron gran impacto social y económico en Centroamérica y en la región costera estadounidense del Golfo de Méjico. De hecho, se estableció un récord del número de desastres ambientales y sociales en los EE.UU. que tuvieron un impacto superior al billón de dólares por desastre. Hubo un registro de 22 eventos de más de un billón de dólares que acumularon $95 billones en pérdidas y más de 266 personas muertas solo en los EE.UU.. En ese país resultó dramático el impacto de los fuegos forestales en la región oeste donde los incendios afectaron a más de 10.3 millones de acres con grandes pérdidas de propiedad pública y privada. Desde 1980, en los EE.UU. se tiene registro de 285 de eventos asociados al clima cuyo impacto excede más de $1 billón, con un total acumulado estimado de $1.875 trillones en esos 40 años.

Los científicos de todas las naciones reiteran el pronóstico de que la incidencia de eventos de desastres ambientales y sus impactos sociales y económicos seguirán en crecimiento geométrico durante las próximas décadas. Esta nueva realidad ambiental se anticipa que ocurrirá a escala global, aún cuando se tomen y se pongan en vigor medidas intensas de mitigación en la emisión de gases de invernadero y en la adopción de medidas de adaptación discutidas y acordadas en los diferentes acuerdos internacionales promovidos por la ONU.

Debemos estar plenamente conscientes que la realidad global del impacto calentamiento del Planeta y los cambios en el clima también será parte de las circunstancias con las que tenemos que organizar y actuar en nuestra vida como Pueblo. Los huracanes Irma y María han marcado el paradigma sobre el cual hay que organizar la actividad social y económica para enfrentar el futuro con menos impacto y mayor capacidad de progreso humano. Este año 2021 lo estamos comenzando con el progreso de una condición de sequía que al presente afecta a la región norte-central de Puerto Rico. El informe del monitor de sequía de los EE.UU. indicaba que al 12 de enero existía un 22% del territorio de Puerto Rico bajo condiciones atípicamente secas con un 5% de País en condición de sequía moderada. Se proyecta que, durante los próximos meses, se mantengan estas condiciones de baja precipitación, lo que anticipa un escenario potencial de efectos sobre la oferta de agua potable, con riesgo de racionamiento de servicio, si no se producen lluvias significativas durante finales del mes de abril y principios de mayo. Estas condiciones de sequía potencial harán visible y patente, nuevamente, la precariedad e ineficiencia de la operación y funcionamiento de la AAA. 

La precariedad de la infraestructura de la AAA exige a los funcionarios de la corporación un extraordinario esfuerzo continuo para asegurar el servicio de calidad que el País necesita para su bienestar y desarrollo. No obstante, en la medida que ha ido progresando la ineficiencia en la operación y la obsolescencia en la infraestructura, también la corporación ha perdido numerosos profesionales y técnicos altamente cualificados y capacitados para enfrentar los retos presentes, y más importante, los que el futuro plantea dado el calentamiento del Planeta y el cambio en el clima. Por más de 15 años las funciones estratégicas y de alta eficiencia tecnológica, la AAA la ha tratado de suplir con contratistas externos nacionales y extranjeros, con ensayos de privatización a corporaciones internacionales, que además de haber resultados costosas en términos monetarios, han resultado en poco beneficio, si alguno, en mejorar la eficiencia operacional. Actualmente el nivel de pérdida operacional excede el 63.1% de la producción de la potabilización del agua superficial, de embalses, ríos y quebradas. Ese estimado de 63.1% se aplica a una producción promedio de 542 millones de galones diarios (mgd) lo que implica que, del caudal extraído, 342 mgd le producen costos de producción, pero cero ingresos monetarios. La AAA estima que 303 mgd de esos 342 mgd constituyen pérdidas físicas en los sistemas de transmisión de agua potabilizada. También estima la AAA que, apenas 200 mgd le generan ingresos por la venta del servicio del agua potabilizada. A este esquema de producción de agua potable de fuentes superficiales, hay que añadir otros 60 mgd que se extraen de fuentes subterráneas. Predeciblemente el nivel de pérdida en la transmisión por tuberías obsoletas del agua extraída de los acuíferos es similar al de las fuentes superficiales, de manersa que de esos 60 mgd, cerca de 40 mgd no llegan a los clientes de la AAA. Así las cosas, la pérdida neta diaria de el sistema de la AAA debe rondar los 350 mgd. En muchas ocasiones he planteado que no conozco un sistema de agua potable en el Mundo más ineficiente que el que operamos en Puerto Rico.

El pasado 5 de enero de 2021, el gobierno federal anunció públicamente la asignación de $3.7 billones para llevar a cabo la rehabilitación del sistema de acueductos y alcantarillados que opera la AAA. Sin duda es una buena noticia pues supondría que la corporación y el Pueblo de Puerto Rico tendrían la oportunidad de hacer las inversiones necesarias para renovar el obsoleto e ineficiente sistema. No obstante, a base de mi conocimiento y experiencia profesional, pienso que a corto plazo la corporación tiene serias limitaciones e insuficiencias gerenciales y técnicas para llevar a cabo una óptima utilización de estos fondos asignados. La rehabilitación requiere de antemano el desarrollar un programa coherente que resuelva la problemática prevalente y a la vez se habilite para manejar las realidades del cambio en el clima, del estancamiento económico y de la reducción demográfica que afecta a Puerto Rico. La AAA no cuenta con un plan estratégico actualizado que responda a las realidades que impone la variabilidad ambiental y las circunstancias socioeconómicas del País. Hace cerca de una década que la AAA confeccionó una lista de cientos de proyectos para rehabilitar la infraestructura que permitieran cumplir con la Orden del Tribunal federal del 2005 que exigía mejorar distintos componentes, en particular del alcantarillado sanitario. Esta Orden, resultado de imputaciones de violaciones a leyes federales de calidad de fuentes de agua, produjo un Acuerdo de Consentimiento que en muchas formas obliga y condiciona las actuaciones de la corporación a realizar inversiones multi-billonarias programadas a ejecutarse en, al menos, diez años. Esa programación quedó interrumpida en su implantación, primero por la recesión económica y la eventual insolvencia fiscal de la AAA y segundo, por la destrucción causada por los huracanes Irma y María. Por encima de estas circunstancias limitantes, se encuentra la intervención de la Junta de Control Fiscal que determina, incide sobre las prioridades de ejecución y regula la utilización del presupuesto con los planes fiscales que impone a la agencia.

Pienso que el momento histórico requiere una reflexión profunda sobre metas y objetivos a mediano y largo plazo y la formulación de una visión sobre qué se quiere lograr y alcanzar en términos de eficiencia en la operación de la AAA. Percibo una fuerte tentación a utilizar los nuevos fondos asignados en la construcción de embalses adicionales, enfoque que ha sido el modus operandi histórico de la AAA. Me consta de la intención por décadas de construir una gran represa, una toma de agua y una planta de filtración en el río Manatí, así como otra gran represa en un tributario del Río Grande de Añasco Esta estrategia de aumentar la oferta de agua sólo beneficiaría a los contratistas que la diseñen y las construyan, pero resultará en perjuicios económicos, sociales y ambientales a la presente y futura generación de puertorriqueños. En esa estrategia histórica de construcción de represas y otras obras estructurales de ingeniería la AAA ha olvidado y soslayado la necesidad de inversión para el reemplazo y mantenimiento de la infraestructura de transmisión de agua lo que hubiera resultado en una reducción de la pérdida de agua, de la necesidad de producción y un mejor equilibrio entre la demanda y oferta del agua. Si el grueso de la nueva inversión se hace, principalmente, para ampliar la infraestructura existente, en términos prácticos el resultado será una inminente alza en el costo de las tarifas por el servicio prestado, costo que actualmente es elevado para una gran parte de la población que continua en un acelerado proceso de empobrecimiento material.

Las nuevas circunstancias requieren acordar un consenso de una nueva política pública que guíe la reconstrucción y rehabilitación de la AAA, de manera que pueda operar con eficiencia ante las presentes y nuevas circunstancias del devenir histórico. Esta gestión de consenso nacional trasciende el nivel de responsabilidad del nivel de la corporación pública y sus cuerpos directivos. Esta responsabilidad se ubica en la oficina del gobernador y en la Asamblea Legislativa contando con el consejo y asesoramiento de gremios profesionales, comunitarios y de organizaciones con y sin fines de lucro. Esta debe ser parte de la agenda urgente que nuestro Pueblo tiene que acometer para que comencemos un proceso que logre que “las cosas se tornen mejores” para nuestro Pueblo en cuanto al abasto de agua potable.

 

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