Las diversas valentías de don Pedro Albizu Campos

A menudo se cita la inspiradora frase de Albizu Campos de que “la patria es valor y sacrificio”. Lo que no se explica bien es que, para él, el primer acto de valor fue uno de carácter intelectual.

Efectivamente, a su llegada de Harvard Albizu concentró su atención en un acto intelectual de mucho valor. Se trataba de formular una nueva interpretación de la situación colonial de Puerto Rico. José Martí había hecho lo mismo, para Cuba, antes de la fundación del Partido Revolucionario Cubano. Bolívar hizo lo mismo, para la América entera, después de su retorno de Europa, y de emprender lo que parecía una idea lunática: la libertad de nuestros pueblos.

No hay que moverse a error. El Puerto Rico a que Albizu regresó en 1920 presentaba una situación tan o más desesperante que el actual. La pobreza dominaba la vida diaria de las masas trabajadoras. Ni siquiera había una ‘Junta de Control’, que dictara la política económica de la colonia. Las decisiones las tomaba, de manera autocrática, un gobernador nombrado directamente por el presidente de Estados Unidos, bajo la supervisión directa del Departamento de Guerra. Ideológicamente, cundía el apego político-partidista a la presencia del imperio en nuestras vidas. Ninguno de los líderes importantes de la época planteaba la ruptura abierta con el régimen colonial. Ni en forma ni en contenido. Cuando más, coqueteaban para ganar prestigio, entre un pueblo que era fiel a su cultura. A la vez, el país era una rica fuente de ganancias para las compañías azucareras, tabacaleras e importadoras de medios de vida.

Lejos de refugiarse en el fatalismo o el academicismo abstracto, Albizu redefinió la década de los XX como una llena de oportunidades únicas para avanzar un proyecto radical de emancipación nacional. Es decir, invirtió el paradigma. Allí donde algunos sólo veían la inevitabilidad de colaborar con el régimen o de refo rmas secundarias, Albizu vio la posibilidad de quebrarle el espinazo al imperio. Esto, antes de que llegara las crisis del 1934 que, como hoy hizo María, jamaqueó la hegemonía del capital en la isla. Y Albizu llegó a esa visión mediante un acto de gran valentía intelectual. Sus escritos de 1926-1930 reconceptualizaron la visión que se tenía en Puerto Rico de nuestra historia. De ahí surge una nueva definición de la patria que, lejos de ser abstracta o idealizada como en José de Diego, quedó preñada de contenido concreto: la patria es, ante todo, el valor y sacrificio de organizarse para constituirnos en un pueblo independiente. Ya no era asunto de mugir, sino de embestir con inteligencia y efectividad.

Es difícil decir que en la década de los XX nuestro pueblo tenía más conciencia anticolonial que ahora, en un tiempo como ese en que hasta los independentistas enarbolaban en sus eventos la bandera de Estados Unidos. No creo correcto tampoco afirmar que en esa década había un espíritu de movilización mayor que el de ahora. Este es un pueblo que a lo largo del siglo XX no ha tenido otra disposición que no sea la de movilizarse. Sí, a veces en apoyo a partidos reformistas y coloniales, pero no pocas veces a favor de reclamos que indican una ruptura. ¡Ya habría querido Albizu Campos encontrarse con una coyuntura como la actual! ¡Qué no habría hecho!

Ante el reproche de qué hacen los puertorriqueños que no se rebelan, hay que preguntarse qué hace la izquierda que no se unifica y que no acaba de revolucionar, de una vez por todas, esta isla llena de tanto desencanto. Ese paso no habrá de suceder meramente con consignas abstractas. ¡Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra! En particular los viejos, tenemos que abrir paso a la juventud, que hoy se muestra briosa y dispuesta al combate. No es que mi generación no haya dado lo mismo de sí; es que, aun así, nos quedamos cortos. Pues arranquemos de nuevo, no por los viejos caminos de las victorias parciales alcanzadas (que no han sido pocas), sino por senderos distintos. ¡Crear; é vsa es la palabra del momento! Como hizo Albizu, joven aún, en la década de los veinte.

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