Las predicciones de Juanma

JUAN MARI BRAS

Por Juan Mari Brás

El amigo Juan Manuel García Passalacqua ha vertido una nueva predicción “politológica”. Es muy precisa, como las anteriores: el 23 de septiembre de 2010, el Congreso de Estados Unidos “dispondrá del territorio” en el caso de Puerto Rico.

Hagamos un poco de historia. No acertó su predicción de que, el 12 de octubre de 1992, cuando se cumplió el medio milenio de la llegada de Colón al nuevo mundo (en el lenguaje de los europeos), se bajaría la bandera de Estados Unidos en el capitolio de Puerta de Tierra y se proclamaría la república asociada de Puerto Rico. No ocurrió nada al respecto. Un humorista de la época, quien sigue siéndolo, cada vez con mayor éxito, manifestó su preocupación, poco antes de la fecha fijada por Juanma para su presagio, que ya era evidente que no iba a ocurrir, que el politólogo criollo tuviera que suicidarse frente al capitolio cuando llegara esa fecha y no ocurriera su predicción, varias veces anunciada por él con tanta seguridad. Le comenté públicamente, desde uno de mis rincones periódicos en CLARIDAD, que no se preocupara porque cuando fallara el presagio de Juanma, él culparía a la historia del fallo, liberándose de toda culpa.

Luego, durante años, García Passalacqua se ha pasado presagiando la muerte del estado libre asociado para dar paso a la anexión (estadidad) o la soberanía plena (la independencia). Poco a poco ha ido variando el presagio, para adaptarlo a los tiempos, según su argumento. De esa manera ha engatusado de tal suerte a algunos independentistas que éstos consideran a Juanma el orientador mayor del independentismo, al sostener que a Estados Unidos ya no le interesa la dominación colonial de nuestra patria. Lo último que dijo, en esa dirección, fue vísperas de la discusión del caso colonial de Puerto Rico en el Comité de Descolonización de este junio de 2008, cuando le recomendó al asistente de su programa radial, quien iría a cubrir el evento a la ONU, que antes de entrar al edificio de la ONU, fueron al tercer piso del edificio del frente, en la embajada americana, para que se enterara allí que Estados Unidos le iba a dar su aprobación a la resolución que se aprobaría con su anuencia ese mismo día en la ONU. Juanma ni siquiera se había enterado de que hace ya varios años Estados Unidos mudó su embajada de frente a la ONU para otro lugar en Manhattan, y que el antiguo edificio fue implosionado y hace meses se está construyendo uno nuevo, que todavía no se ha terminado ni está en uso. Lo importante de este dato es que indica que García Passalacqua ni siquiera pasa por la Primera Avenida, entre las calles 42 y 49, donde radica la ONU, desde los tiempos en que trabajaba para la administración de Carter, que tuvo entre sus funciones ir allí a cabildear en contra de los proyectos independentistas que se presentaban año por año. No hubo tal allanamiento de Estados Unidos.

Cuando fallaron sus predicciones y cabildeos contra el ELA, se ha ido acomodando en una nueva versión para su empeño de eliminar la independencia: que Estados Unidos disponga del territorio, entre integración y soberanía. Lo importante para Juanma es que todo nuestro destino se ponga, en primera instancia, en manos de Estados Unidos, como si fuéramos una propiedad suya. En su formación como abogado y burócrata de la política internacional norteamericana, tal interpretación es la verdad revelada, como las tablas de la ley. Que todo se acomode al deseo de Wáshington es imperativo, según su versión. Para él —su formación no da para más— el presente del poder yanqui sobre nuestro pueblo es la eternidad. Tanto en Harvard como en Yale le enseñaron que no hay solución posible a nuestra definición política sin la previa aprobación de lo llamaban “el gobierno permanente” de Estados Unidos; es decir, la alta burocracia de carrera, que no cambia con los cambios de administración. Como hace tiempo que no toma cursos de educación continuada, no se ha enterado que eso ya no es así; que Estados Unidos ya no está en el siglo de su hegemonía sobre el mundo, sino en lo que sus propios analistas llaman “el siglo post-americano”.

El declive relativo del poderío norteamericano en el mundo se ha acelerado. En nuestro caso, esto obliga a Wáshington, quienquiera que sea el nuevo presidente a partir del 2009, a reorientar algunos aspectos de su política exterior. Los burócratas del viejo “gobierno permanente” que son las fuentes de Juanma, ya no son los que trazan política para las nuevas promociones. 

Ya no podrán evitar emplazar el caso colonial de Puerto Rico dentro de las nuevas realidades del Caribe y América Latina. Los países que constituyen hoy la línea del frente de esta importante región caribeña y latinoamericana, están bien claros en que Puerto Rico es una nación caribeña y latinoamericana que tiene pleno derecho a la libre determinación y la independencia.

Nosotros, los independentistas puertorriqueños que no nos dejamos embaucar con viejos esquemas analíticos que conducen a la sumisión y el vasallaje, sabemos que nuestra patria tiene mayor valor que antes, tanto para las ambiciones del imperio en declive como para las aspiraciones del patriotismo nacional. Lo tenemos por la ubicación geoestratégica de la nación puertorriqueña, como por su valor económico en función del inmenso recurso que representan los talentos, conocimientos y gran creatividad del pueblo boricua, como por la inmensa ganancia que le estamos generando al capital transnacional, de origen norteamericano y hoy suelto por el mundo entero, además de los recursos naturales con los que contamos para un verdadero desarrollo sustentable —como son el agua y el sol— todo lo cual converge el propósito de levantar a sus mas altos niveles el poder colectivo de nuestro pueblo para alcanzar la plenitud de sus derechos.

Por eso, y muchas razones más que no caben en tan poco espacio, anticipo que tampoco saldrá la tercera predicción del decano de nuestros politólogos Juan García Passalacqua. Ésta consiste en que, nada menos que el 23 de septiembre del año 2010 (para seguir engatusando a independentistas ingenuos en la celebración del Grito de Lares), el Congreso de Estados Unidos va a disponer del territorio, o integración a Estados Unidos en espera de eventual estadidad o pueblo asociado en camino a la independencia. La idea es que por miedo a la independencia, el pueblo opte por la integración, o sea el territorio incorporado, que significa aplazar por cien años más la definición del status.

Apunta esto, amigo Juanma. Los independentistas puertorriqueños, que somos la fila de alante de nuestro pueblo, no vamos a permitir que sea el Congreso norteamericano el que decida nuestro futuro. Eso lo decidiremos nosotros. Y en esa decisión cabrás tu también, porque el hecho que hayas fallado tanto no te hace menos boricua que cada uno de nosotros. Y todos juntos, aunque pueda parecer ilusorio ahora a tardos ojos (al decir hostosiano), lograremos por fin la descolonización y nuestra verdadera integración, que es a los pueblos de los que somos parte integrante, no por fiat electoral pasajero, sino por imperativo de la historia, la geografía, la economía y el espíritu común, que es la América Nuestra, la que definieron con tanta brillantez José Martí y nuestros patricios pioneros, Ramón Emeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis y Eugenio María de Hostos. 

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