Lo mejor del 2016

La directora del periódico me pide que haga una lista de lo mejor del 2016. le digo que puedo hablar de libros. Me dice que está bien. Procedo.

Antes que cante el gallo, buena dirección, buen libreto, buenas actuaciones de Cordelia González, José Eugenio Hernández, e Israel Lugo, lo cual no sorprende porque nos tienen acostumbrados. La revelación es Miranda Purcell. Natural, con dominio de los gestos (hablar con el rostro y el cuerpo frente a una cámara no es poca cosa). Sin duda, será una estrella. Y su actuación habla muy bien de la dirección de Ari Maniel Cruz. He escuchado decir que no es una película perfecta. Bien, no es Citizen Kane. Es  Antes que cante el gallo, lo mejor del cine puertorriqueño en décadas. ¿Pero no era de libros que iba a hablar?

Ofel es un trabajo dramático que se realiza como parte de la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de William Shakespeare. Sylvia Bofill se inspiró en Hamlet (y en Ofelia, claro) y junto a 25 estudiantes de su Taller de Teatro Experimental surge Ofel, una puesta en escena de una boda de ricos en un país que se cae a pedazos en medio de una crisis. Por tratarse de una amplia reflexión sobre el modo de hacer teatro, un homenaje a la autoreferencialidad teatral de Hamlet y al trabajo colectivo, esta sería una de las obras más importantes del 2016.

Por otro lado, Eduardo Alegría presentó su proyecto musical Alegría Rampante en el Teatro Tapia en el Viejo San Juan. Tratándose de un músico que trabaja el performance hace par de décadas, no es raro que un espectáculo de rock se transforme en eso, un show performático a todo volúmen. Además, contó con la participación de Fofé, Macha Colón y Mima. Eso ya auguraba una reunión musical explosiva. En los coros estaba, entre otras y otros, Nancy Millán, un artista plástico en escena y en la escenografía; músicos de Los Fetiches, público en éxtasis; en fin, un gran concierto para el que no tenemos mucho espacio porque, hey, esto es una lista arbitraria como todas. Tan arbitraria como que el álbum que Eduardo lanzó en el 2015 es de lo mejor del 2016 porque el año pasado no estaba trabajando en este semanario.

Entonces, ¿hacemos una lista de los mejores libros del 2016 o no? Me asaltan varias peguntas (con diferente calibre, con armas blancas y de fuego). ¿Leí todos los libros que se publicaron en este año? Imposible. Ni siquiera los libros publicados en el Area Metropolitana de San Juan. Así que ¿cómo puedo decir que esto es lo mejor del 2016? Reduciendo el asunto a “los mejores libros publicados este año en Puerto Rico que pude leer gracias a que los compré, me los regalaron o aparecieron por magia en mi mochila”. Algunos los leí desde que eran manuscritos.

Aclarado el asunto de que se trata de mi lista, muy particular, muy azarosa, permítanme decirles que no tengo claro lo que es buena literatura según las listas que leo todos los años. ¿La buena literatura tendría la misión de revelar cómo es el mundo? Pues si uno lee o escribe pensando en que es mejor transformar el mundo que meramente describirlo ¿la lista será de aquellos libros panfletarios que tengan la receta de la transformación o los que por experimentales cambian los modos de leer y de percibir la realidad?  La verdad es que a veces me gusta la literatura precisa y elegante y en otras me parece que el caos, la experimentación y la dificultad son hermosas.

“Lo mejor” depende de los lectores y generalmente soy varios lectores a la vez. Hay quuien prefieren aquello que invita a la reflexión, lo intuitivo, lo poético, lo autoreferencial, lo simbólico, los finales abiertos, lo incómodo, la lectura lenta.

Hay también quien lee preferiblemente aquello que no tenga obstáculos. Esos son los best sellers. Y los hay excelentes. Pero no se engañen. Hay best sellers deliciosamente tortuosos. Por ejemplo, Cien años de soledad fue un best seller. Ya es un clásico. El semiota, crítico y sesudo Umberto Eco publicó El nombre de la rosa , una novela difícil y hermosa, que también fue un éxito de ventas. La asigné en mis cursos de español en la UPR hace bastantes años y aún encuentro a aquellos lectores (entonces de 17 o 18 años) ya maduros, agradeciendo aquel texto, llena de obstáculos he inolvidable.

¿Qué libros disfruté? Pues…

Fe de calendario, de Xavier Valcárcel. Y Xavier ha escrito uno de los libros que más me han gustado en lustros, El deber del pan.  Este año publica otro excelente poemario de una intimidad con la que nos sentimos hermanados por la simple belleza. El mar y la isla como un cuerpo deseante y deseado. Además Xavier y Nicole Delgado tienen en Atarraya Cartonera un proyecto importante para nuestra cultura. Se desborda el libro. Eso es importante. Es mejor.

Poemas gulembos, de Lilliana Ramos (Ediciones Aguadulce) es una sorpresa porque Reróticas o Últimos poemas de la rosa son libros eróticos, de fina orfebrería, con ese lenguaje extranjero que es siempre la poesía. Los poemas gulembos traducen esa belleza en un lenguaje más cotidiano aunque con el mismo afán estético.

El poeta Jorge Posada Ortega nos ofrece Desglace (Ediciones Aguadulce), breves poemas para llevar en el bolsillo. Dice Urayoán Noel que el libro hace lo siguiente: “devolverle al lenguaje su temperatura, entre glosario y osario. Digamos: lo cómico-agónico (“el niño sin pestañas”) de nuestros gélidos trópicos y su mal estar”. No digo más.

Dos poetas publicaron sus primeros poemarios, Sabrina Ramos Rubén (Mangle Rojo) y Zaira Pacheco (Ciutat). Sobre el libro de Ramos Rubén ha dicho el bibliófilo y poeta E. S. Ortiz-González que “sus construcciones precisas se desbordan en hermosos y líquidos poemas breves, rojos. Puro exceso. Como lo es la carne que se muestra detrás de los pliegues abiertos”. Y huele a sal. Sobre el libro de Pacheco ha dicho Yván Silén: “La despersonalización, la muerte del sujeto, el fragmento y la crisis nos hacen pensar en Foucault. La voz, el desasosiego, no puede ser sólo un sujeto. Hace falta tu cuerpo, el cuerpo de la voz que gime, o el cuerpo ausente del amante. En este poemario, cuando debe suceder el sujeto, o cuando debe tener nombre, no sucede. La ciudad misma se queda vacía de mujer y sólo hay pestañas de muñecas ausentes. Las palabras de Ciutat (Zaira Pacheco, La secta de los perros, 2016) son para nadie. El “gozo” es lo siniestro mismo”.

También resulta que llegó a mis manos a fin de año Guía de Biodiversidad urbana. Especies en ciudades y bosques urbanos de Puerto Rico, editado por Rafael Joglar y Ana Longo. Las fotos son de Joglar y la mayoría de ellas son alrededor del campus universitario de Río Piedras. Hermosas fotografías con información breve y precisa sobre árboles, plantas, aves, insectos. Cosa de saber nombrar. Cosas como no llamar cotorras a los pericos. El libro es de 2011. Pero lo tengo desde diciembre, qué puedo decirles.

Sobre Los tres golpes (ICP)de Luis Negrón, ¿qué puedo decirles que no haya dicho Efraín Barradas aquí mismo, en la edición del 8 al 14 de diciembre? ¿Qué digo de Shadowplay (ICP) de Juan Luis Ramos que no haya publicado Sylma García o Alexandra Pagán, ambas autoras de libros notables este año? Pues eso. Lo mismo digo.

Hay muchos otros libros que leí que no fueron publicados en 2016 ni de autores puertorriqueños. Les prometo una lista de libros de volar la cabeza para enero del 2017. Libros de siempre y de autores de todo el planeta. Ya verán.

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