Lo predecible de aquí a noviembre

 

Por Manuel de J. González/CLARIDAD

Los agoreros que se ganan la vida vendiendo predicciones para el nuevo año ya anunciaron sus pronósticos para la noche de las elecciones generales pautadas para el 3 de noviembre. Aparte de éstos, nadie con algún apego a la seriedad se atreve a intentar una predicción, ni en Puerto Rico ni en Estados Unidos, donde el energúmeno Donald Trump busca la reelección. Tanto en el planeta como en Puerto Rico que, como decía José de Diego, también “es parte de la bola del mundo”, ocurrirán muchas cosas en los próximos once meses que definitivamente impactarán el resultado electoral. También faltan por manifestarse las consecuencias de los eventos que nos sacudieron hace apenas seis meses, en el ya nombrado “Verano del 19”. Los efectos de aquel proceso todavía no se notan, pero definitivamente deben estar repercutiendo en el tejido social y político de nuestro país.

Para tener una idea de lo correcto de ese tanteo hacia lo que sucederá más adelante, sólo hay que pensar en el ambiente que existía en la política puertorriqueña hace exactamente un año, a principios de enero de 2019, contrastándolo con lo que ocurrió en julio y agosto. En aquel inicio de año, y hasta varios meses después, los analistas (apoyándose en encuestas y en lo que “se veía en la calle”) daban por seguro la reelección de Ricardo Rosselló y éste se pavoneaba como el ya seguro ganador, a pesar de la suma de desastres manifestados durante sus dos años de gobierno. Con el apoyo del mismo grupito que lo rodeó en 2016, engordados con el tesoro público en esos dos años, Rosselló aceitaba su comité de campaña mientras los inversionistas políticos, casi todos favorecidos con contratos, abrían la llave por donde fluía el dinero que aseguraría la reelección. Cuando se acercó el mes de junio ya tenía varios millones de dólares en el cofre electoral.

Aunque el debate público estaba abarrotado con noticias sobre la corrupción en el gobierno y el bocón jefe del FBI anunciaba que tenía listo los vehículos que llevarían los corrutos a la cárcel, pocos se atrevían a augurar un final negativo para Rosselló y el PNP. Luego llegaron las renuncias de la secretaria de Educación y la jefa del programa de salud seguido de sus arrestos dos meses después. Tras esas acusaciones sobrevino el cuadro caótico del Departamento de Hacienda con su Secretario, Raúl Maldonado, denunciando la existencia de una “mafia institucional”. Luego de esa denuncia llegaron las primeras filtraciones de lo que ya conocemos como el “Chat de Telegram” y poco después se produjo el derrumbe.

A cualquier observador le tiene que intrigar la rapidez de los acontecimientos del pasado verano y la fragilidad de la estructura gubernamental, que en pocos días cayó como si estuviera construida en arena. Visto a siete meses de distancia y conociendo las interioridades que expuso el chat, es fácil concluir que Rosselló y su grupo fueron el producto de una efectiva operación publicitaria y que siempre carecieron de sustancia. Esto, unido a realidad de un gobierno colonial cada vez más menguado, con el Congreso de Estados Unidos restándole casi todo el poco poder que tenía, produjo una estructura sin raíz, que se mantenía a flote gracias a una costosa inversión publicitaria. Cuando los esfuerzos publicitarios fueron contrarrestados por la ira popular que se desató tras conocerse la podredumbre, el castillo de arena se derrumbó.

Entre la denuncia de Raúl Maldonado sobre la “mafia institucional” y la imagen de Rosselló huyendo de Fortaleza, apenas trascurrieron 39 días. En ese cortísimo tiempo se volvió sal y agua todo lo que se daba por seguro seis meses antes.

El gobierno de Puerto Rico y la “clase política” que se ha turnado en el poder durante los últimos 60 años están construidos con barro y la sustancia que alguna vez tuvieron se ha ido diluyendo con la lluvia. La escorrentía está dejando ver realidades que no siempre estuvieron a simple vista para la mayoría del pueblo. La crisis económica y las acciones del Congreso estadounidense imponiendo PROMESA y la Junta de Control Fiscal terminaron con la ilusión de gobierno propio, exponiendo la fea raíz colonial. El azote del huracán María y la pobre gestión gubernamental – que juntos produjeron 4 mil muertos – pusieron sobre el tapete en toda su crudeza la ineptitud de la llamada “clase política” tradicional. Fue ese historial, que de momento se expuso con toda su crudeza, lo que produjo el estallido social tras conocerse el bochornoso chat y no el chat propiamente.

Esas realidades no se han alterado luego del falso “cambio” de gobierno que se produjo en agosto de 2019. Todo lo contrario, han empeorado. Por eso es perfectamente predecible que, en los próximos diez meses, antes de que llegue el 3 de noviembre, se produzcan acontecimientos que impacten el resultado electoral.

En Estados Unidos el energúmeno Trump está haciendo todo lo posible por precipitar confrontaciones que le ayuden a la reelección. De ahí su reciente ataque a Irán. En Puerto Rico los acontecimientos sobrevendrán como resultado de la misma realidad que produjo los del “Verano del 19”. Será la brutalidad colonial – manifestada a través de la Junta de control Fiscal y el tribunal que sesiona en Nueva York para decidir nuestro destino – unida a la permanencia de una estructura gubernamental y política carcomida por la corrupción, lo que producirá eventos que impacten tanto el resultado de las elecciones como los años que le siguen. Y el pueblo que, reaccionando los eventos de julio impuso los cambios de agosto, tendrá que ser otra vez protagonista de los nuevos acontecimientos. Durante aquella jornada veraniega la gente no sólo marchó, también aprendió y el conocimiento que allí acumularon se estará manifestando de formas distintas de ahora en adelante.

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