Los carros del recuerdo

Llegué a creer que la novela 62 Modelo para armar decía algo sobre los modelos de armar. Pero es una copia de La Chute de Albert Camus, o por lo menos así comienza. Quizá la vida no me dé para saber si es la misma perplejidad de Camus con los retardados mentales. Por lo menos, no dice nada sobre los famosos modelos de armar, que eran la comidilla de mi época. Mi padre me regaló a los tres años uno que él alegaba haber armado, un Triumph verde, que aplasté a esa edad un poco malhumorado. Pero luego de haber armado varios aviones de la Segunda Guerra Mundial, le tomé cariño a esos juguetes y no me molestó que mi padre me regalara varios de carros de nuevo. Rafael Vega Curry, el editor de la Revista Domingo, también armaba ese tipo de modelos hasta bien entrada su vida adulta. Nayda, como era de esperarse, me regaló el último modelo de ese tipo que armé, pintado y todo a mano, poco antes de que naciera nuestro hijo. Esas cosas desaparecieron en esta época. No es sano armar los modelos porque la cola para armarlos es tóxica.

A veces estaba el Sr. Liboy, mi padre adoptivo, que era el caballero que gustaba mucho de los automóviles, pero la tarea de criarme también le tocaba a Gil Boneta, que cuando estaba conmigo se llamaba José Liboy, igual que el cocolo, aunque prefería la literatura de espionaje y todo lo que tuviera que ver con ese tema. Los libros que aún me quedan de Gil lo dicen todo. Una que lei completa y que era de la biblioteca del narrador fue The Holcroft Covenant, que cuenta la vida de un arquitecto que fungía de inversionista. Salvar la vida de setecientos niños hijos de nazis no era cáscara de coco. Muchas hay que no he leído porque hablan de cosas técnicas, como la dichosa guerra nueva del virus en oposición a la guerra de las galaxias, que era la de Ronald Reagan. Pero la guerra nueva es vieja, la trae Burroughs y la gente que lo admiraba. Arriba pueden ver que mis dos papás negociaron la compra de ese juguete, pues hay algo de los carros y algo de los espías. Abajo pueden ver anuncio del carrito que le regalaron a mi hermano Ricardo, que era el de Batman, con la misma idea en mente de negociar lo de los carros con el asunto del tonto policía voluntario que es Batman. Si el asunto parece no importar, hay toda una novela sobre el carro del polizonte voluntario que fue famosa a finales de los setenta, se titula On a Buick V8, y cuenta la historia de un guardia voluntario que le deja un carro a su hijo para que no se le quede con el empleo.

La fábrica del carro de James Bond era inglesa, según he podido averiguar por la red electrónica. Lo más que recuerdo es el carro de James Bond, que según dice el artículo fue el juguete más vendido de sus tiempos.

El Batimovil lo recuerdo porque tenía una sierra de cortar en la parrilla, que se sacaba hacia afuera. La sierra del Batimovil sugiere que Batman operaba en la ruralía, donde todavía pueden caer los árboles cuando llueve y hay que aserrar los escombros para seguir adelante. En realidad estos son los dos juguetes más sobresalientes de mi temprana infancia, antes de que fuera a la escuela. Hay una imagen del Trumph que me hace dudar de si era un carro de armar el que tuve a los tres años.

No sé por qué me decían que el Triumph lo había armado mi padre, cuando me lo regaló a los tres años. Debe ser porque me iban a poner a armar los de pega Testors, que también vendía las pinturas de óxido con las que se pintaban los aviones. Hasta bien entrada mi vida adulta bregué con esas pinturas. Posiblemente mi primo Omar recuerde las pinturas Testors y el pegamento de la misma marca. Con Julio Delgado, que tiene un taller de mecánica ahora y que acaba de entregarnos el Camry, inventé buggys de playa y las barras de seguridad con la carrocería de un carro de armar roto y los sobrantes con los que venían pegadas las piezas, que parecían barras de seguridad como las que se les ponían a los buggys en la playa de Jobos. Como se puede ver, el concepto es el mismo que el del carro del espía Bond, pero mucho más modesto y que es el juguete con el que puede jugar un niño pequeño. Lo destruí porque no se le podían cambiar las ruedas, cosa que veía hacer en la calle con los neumáticos. El Triumph es de una época en la que mi hermano todavía no había nacido. Todo era de plástico y estaba guardado en un cajón de vinil blanco.

Este es igual a un modelo Matchbox que compré en la Farmacia La Cumbre cuando ya era adolescente. Casi no los recuerdo, pero alguno que otro al parecer los recuerda todo el mundo porque aparecen por estos medios. La verdad es que armé muchos carros en la adolescencia, aunque sólo recuerdo algunos. El Porsche 928, por ejemplo, es uno que puedo recordar. Armé también una Blazer y un Chevrolet de los años cincuenta. También un Cadillac Le Sabre. Otros recuerdos son vagos y creo que el ejercicio se lleva a cabo para recordar esas cosas. Me imagino que la red me puede ayudar. De los aviones me acuerdo perfectamente bien, ya que hay libros sobre el asunto. De los carros no hay libros ni historias con ellos, por eso no es tan fácil recordarlos. Abajo otra imagen que encontré en Pinterest del mismo carro de James Bond que tuve antes de cumplir los cinco años.

Aquí se puede ver otra imagen del famoso juguete que tuvimos todos en los años sesenta. Según dicen en Pinterest, este modelo le perteneció a un obrero que trabajaba en la fábrica inglesa, por eso está tan bien conservado y está pintado con óxido de oro. El auto se llama Aston Martin DB4, que es el mismo de la película de James Bond. Se puede ver claramente que es un vehículo inglés porque tiene el asiento del conductor a la derecha. Es una pena que no haya modelos conmemorativos del carro de Meteoro, héroe animado japonés muy parecido a los que ahora se atacan unos a otros con tarjetas. El carro de Meteoro tenía unas planchas de metal que le salían por debajo de las ruedas cuando nevaba en Japón. Si mal no me acuerdo, el carro de Meteoro se llamaba El Melange, y el estribillo de la serie decía ¨el Melange todavía corre¨. Como en el caso de la película de James Bond, el carro maravilloso importaba más que las cualidades del héroe. Un programador de computadoras tuvo la bondad de recordar algo de esto y recuperó una imagen del Melange o carro fantasma.

Las cualidades morales de Meteoro no eran su fuerte. El Melange importaba más que el personaje, que en sí carecía de caracterización. El fuerte de una novela española es el personaje, pero la serie japonesa realmente dejaba en segundo término las bondades del protagonista. Eso es notable ahora en casi todos los juegos de video con héroes y monstruos. Beowulf, el héroe épico inglés por excelencia, carece también de cualidades morales. Es hijo adoptivo de su abuela, lo que desde el principio denota que no se esperaba gran cosa de él cuando llegara a la vida adulta. La mujer le advertía que su cuna no era necesariamente humilde como la de Amadís o la de Merlín, y por ello prefería alejarlo de la corte, pero se jartó de matar monstruos y se le reprocha lo peor, que es matar a la madre de Grendel, otro monstruo quizá inane e inofensivo. No es sorprendente notar que Beowulf esté tan mal traducido.

Batman y James Bond tampoco valían gran cosa como personas, se nos daba a entender que el Batimóvil o el Austin Martin importaban más que los personajes. Claro, a los tres años a quién le puede importar si una persona vale más o menos, si la gente la quiere o la desprecia, quiero decir. Eso viene después. Abajo pueden ver otra característica del carro del espía, que tenía un asiento eyector para que el tripulante pudiera escapar en caso de apuros.

No recuerdo haber visto la película porque era un niño demasiado pequeño para entender la trama de una historia de espionaje, pero ya que han aparecido otras imágenes en Pinterest, aprovecho la oportunidad para comentarlas. Arriba pueden ver el que estaba a la venta de color plateado que es el que yo pude ver en vida. Abajo pueden ver otra imagen del Batimovil en una hoja publicitaria. Me llama la atención que tenga leyendas explicativas de la sierra que llevaba en la parrilla.

Es curioso notar que la fábrica que los hizo era la misma, radicada en la Inglaterra de posguerra. Tengo entendido que los jugueteros eran de nacionalidad alemana. Abajo una imagen más clara del mismo juguete que seguramente está muy bien conservado también. Lleva unos lanzacohetes atrás y al lado derecho se puede ver la rosca con la que se cargaba el lanzacohetes. La vida no me daría para averiguar y recordar los mil y un otros detalles que tenía, pues ese era el que le regalaron a mi hermano.

Abajo se puede ver una imagen del modelo del carro James Bond de la vida real. Data de 1964, el año en que nací. No se puede ver el detalle del arma que lleva el aro para desinflar los neumáticos de un espía enemigo, que pueden ver en el juguete. Esta imagen es mucho más detallada que las que he mostrado en el texto. No recuerdo haber visto la película ya que es del año en que nací, pero se puede ver que la idea de que el carro importaba mas que el héroe no viene necesariamente del guionista Ian Flemming, sino de la oficina de mercadeo. Es una idea feliz que aportó mucho más que una compleja trama de novela de espionaje. Como en mi casa existía la rivalidad de Gil con mi padre, puedo constatar que las tramas de las novelas seguían siendo bastante complejas y las de las películas bien sencillas. Es lógico pensar que un héroe inglés como Beowulf o como los que rodean al Rey Arturo acaben por hartar a los lectores y que sea mucho más sensible la idea de que el carro o la tecnología que usa el héroe importan más, cosa que indirectamente es decir lo mismo que dice la épica inglesa. Es eso que Henry James llamaba darle una vuelta a la rosca.

La película de Ian Flemming debo haberla visto en algún momento y seguramente la olvidé enseguida. Se titulaba Goldfinger, y realmente no puedo recordar la trama. Recuerdo, sin embargo, la canción de la que ví ya cuando tenía conciencia. Esa se titulaba The spy who love me, y llegué a tener un disco de 45 revoluciones con el famoso estribillo que decía: No body does it better. Refiriéndose, como es natural, al poder viril del espía, pues ya en esa época se enfatizaban más las novias de Bond que la tecnología de la que se servía. Ya en los setenta no era un héroe inglés el que íbamos a ver al cine. Ese motivo perduró hasta el último Bond. Abajo pueden ver más publicidad sobre el concepto del héroe y su carro. Había más. El Santo también era un héroe de ese tipo y ahora me entero. No recuerdo que el carro del Santo fuera notable, sí que el actor suscedió a Sean Connery cuando las novias importaron más que los carros del espía. Si se fijan con atención, llama la atención que el carro del Santo era un Volvo, un vehículo de fabricación sueca. Gil Boneta, el sucesor de mi primer padre adoptivo, tuvo uno como veinte años, parece que transaba por el Santo más que por otra imagen de agente o espía. El Santo era más cool.

Si te fijas abajo en la propaganda, son un total de cinco héroes motorizados. John Steed, de la serie televisiva The Avengers, es el cuarto héroe de tipo inglés y tripula un vehículo idiosincrático también que puedes ver abajo. The Avengers parece un sit com, no es seria como El Santo, que acabó mejicano y a pié, con una máscara y más bien luchador como El Invader. Lo esencial es notar que todos, hasta Meteoro, el japonés, valían por el carro más que por sus dotes. Lo que hace pensar en el carro como lo ven los centroamericanos. Un carro es un niño, en los poemas de Centroamérica. Sin son cinco partidos políticos lo que suelen reconocerse internacionalmente y aquí en Puerto Rico igualmente. Los demócratas radicales, los demócratas cristianos, los socialistas, los social demócratas y los ecologistas.

Artículo anteriorSerá Otra Cosa: Hijas de verdad
Artículo siguienteCrucigrama: Zoraida Santiago