Los que se oponen a todo: [es hora de rescatar la Casa Roig]

 

 

Eddie Ferraioli

En Barcelona, los catalanes aceptaron que la Casa Vicens, la primera obra construida por el maestro Antoni Gaudí, entre los años 1883 y 1885, declarada Patrimonio de la Humanidad, se convirtiera en un Airbnb: “Pues bien, ahora, Airbnb anuncia que, por primera vez en mucho tiempo, dos personas podrán pasar una noche inolvidable en la histórica casa Vicens.” Como parte de la oferta turística, que Cataluña tiene para ofrecer en tiempos de pandemia, los interesados podrán pernoctar en la casa ubicada en el barrio de Gracia, diseñada por Gaudí, para Manel Vicens i Montaner, un corredor de cambio y bolsa.  Mientras tanto, en Puerto Rico, los llamados “patriotas de la cultura” o “defensores del patrimonio arquitectónico” se oponen a las restauraciones privadas de nuestras joyas históricas. Edificios que están en manos de un gobierno en bancarrota, al que no le interesa remodelar estos tesoros, que pueden encontrarse en cualquier rincón de la isla, pero que solemos ver en el Viejo San Juan, Santurce y Río Piedras.

Considero que nadie puede poner en tela de juicio el patriotismo y fervor nacionalista de los catalanes. Ellos defienden a capa y espada su identidad como una comunidad autónoma española, frente a la monarquía constitucional, que gobierna el país desde Madrid. Mas allá de Cataluña, por todo el país ibérico, abundan monumentos históricos, patrimonios nacionales y de la humanidad, que me han hecho pensar que el país entero es un gran museo abierto, con increíbles obras de arte. Quizás sean los paradores nacionales (castillos, monasterios, conventos, etc.) el mejor paradigma  del uso de esos recursos al servicio de la nación española. No obstante, contrario a lo que hacen los países de avanzada, que usan sus bienes para atraer el turismo, en Puerto Rico, muchos de sus habitantes se empeñan en oponerse a todo. Por ejemplo, si unos empresarios o inversores (y vamos a empezar a quitarle la mala connotación que tiene esa palabra por culpa de la política) quieren invertir dinero para restaurar un edificio, como el antiguo Departamento de Estado, y convertirlo en un hotel, enseguida asoman la cabeza los defensores del patrimonio arquitectónico. Entonces, cuando un buen empresario puertorriqueño quiere hacer algo por su país, empiezan a vociferar que estamos perdiendo nuestra identidad puertorriqueña.

Honestamente, desde mi óptica de artista, no comprendo cómo restaurar un edificio, define nuestra identidad ante el mundo. Todo lo contrario, embellecer un inmueble antiguo, nos abre las puertas para que personas de diferentes partes del mundo, nos escojan como un destino cultural hermoso para visitar. Es lamentable, causa rabia e impotencia, las condiciones deplorables en que se encuentran estructuras que por sí mismas son obras de arte. Precisamente, la mentalidad del colonizado es la que nos tiene estancados. El año pasado, me entristeció leer en los periódicos, que la casa del arquitecto alemán Henry Klumb, construida en el 1947, quedó destruida por un incendio. Los que hemos estudiado arte sabemos, que la icónica Casa Klumb, ubicada en el barrio Sabana Llana en Río Piedras, estaba considerada Patrimonio Arquitectónico Puertorriqueño y era propiedad de la Universidad de Puerto Rico. Cabe recordar que Klumb, fue el que diseñó para el Recinto de Río Piedras, edificios emblemáticos como: las facultades de Administración de Empresas, Ciencias Sociales, la Biblioteca José M. Lázaro, la Escuela de Derecho, el Museo de Antropología, Historia y Arte dejándolos como legado para las futuras generaciones. Al llegar a este punto me pregunto ¿la universidad donde estudié sufre como yo la pérdida invaluable de esta hermosa edificación?

No es la primera vez que hablo de este tema y que despotrico contra el gobierno y los que se oponen a todo. Yo soy artista y ese es el único partido al que me debo; no me interesa que me llamen independentista, pitiyanqui o utilicen otros epítetos contra mi persona. Reafirmo, soy un artista independiente, que vivo de mi arte. Trabajo a diario y contribuyo más al quehacer cultural, que todos esos que se autoproclaman defensores de los patrimonios culturales. Tratar de detener el tiempo es imposible, ya es hora de subirse las mangas de sus camisas y ponerse a trabajar de verdad. Por qué hay que traer mano de obra extranjera para recoger el café en la zona montañosa y los tomates en Santa Isabel. Esos que todo lo critican, no son capaces de ir a las fincas de girasoles en el sur de la isla para trabajar. Prefieren ver como la cosecha se pierde. Entretanto, gritan la palabra patria, como si fueran los únicos dueños del término.

Sí, confieso que estoy molesto. Hoy, 20 de octubre de 2021, pasé por la Casa Museo Roig en Humacao donde vivo, y tuve que detenerme para tomarle fotos, para así evidenciar su deterioro. Esas imágenes son la prueba visual de que en este país el arte es valorado por un pequeño grupo. En 1984, el Recinto de Humacao de la Universidad de Puerto Rico, restauró la Casa Roig convirtiéndola en un museo. Pero después de treinta y siete años, la casa del hacendado del azúcar, Antonio Roig, construida por el arquitecto checo Antonín Nechodoma, se encuentra en total abandono.

Aunque la UPR es mi alma mater, siempre afirmo que lo que cae en manos del gobierno, se lo “chupa la bruja”. Estoy seguro de que, si abogo por que se la pasen a una empresa privada, que quisiera convertirla en un hotel boutique al estilo de la Casa Vicens en Cataluña, de nuevo los defensores de la cultura, harían paros y marchas para oponerse a mi propuesta. La razón es simple, tienen una crisis de identidad que los lleva a objetar todo. Sin embargo, prefieren que se siga deteriorando y rechazan que pueda servir de beneficio para la economía del país. Al paso que va la casa, como lo muestran las fotos que le tomé, pronto será un refugio de adictos o un establo de caballos, como sucedió con tantas escuelas cerradas. Quizás se convierta, en otro gueto urbano como lo es Río Piedras, a juicio de la Dra. Nellie Bauzá Echevarría.

Todavía estamos a tiempo de salvarla y quitársela al gobierno. Dejarnos de pequeñeces y abrir nuestras mentes, para que Puerto Rico se convierta en un país atractivo, al que lleguen turistas de alrededor del mundo atraídos por la historia que subyace en estas mansiones. Como vitralista, pienso en Nechodoma y lo que sentiría al ver estas espantosas imágenes. Hace cincuenta años, la Mansión Georgetti desapareció de la faz de la tierra, y ahora los que la recuerdan, lloran la gran pérdida. Recorrer la ciudad de Ponce, tras el terremoto, provoca angustia y melancolía, al recordar lo que una vez fue la Ciudad Señorial. Ahora se transformó en un cúmulo de estructuras abandonadas y en decadencia. Miren estas fotos de la Casa Roig, porque como sucedió en Barcelona, la podemos convertir en un ilustre hotel y sentirnos orgullos de su existencia. Exhorto a no limitarnos a rescatar la Casa Roig, sino todos aquellos edificios que están en manos de un gobierno, al que la arquitectura y el arte parece no importarle.

El autor es vitralista.

 

 

 

Artículo anteriorCarta del Rey don Fernando el católico al cacique Agüeybana de Puerto Rico
Artículo siguienteSan Sebastián/Donostia: mucho más que un festival de cine-Parte 1