Los simbólicos

Por Rafael Acevedo/CLARIDAD

Hace apenas unos días el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, firmó un proyecto de ley que le concede el derecho a actuar simbólicamente a los ciudadanos de la isla. Inhale. Exhale. Existe una ley que permite a los puertorriqueños votar en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. De embuste. Pero como si fuera de verdad. ¿Por qué? ¿Para qué? Antes de tratar de contestar esas preguntas tratemos de ver lo que no tiene el argumento.

La palabra símbolo viene del latín (simbólum, y ésta del griego que ni vamos a intentar escribir). El asunto es que se refiere a la forma de exteriorizar una idea o un pensamiento a partir de una semejanza real o imaginada con lo significado. Digamos que ahora tenemos el derecho de convocar unas elecciones presidenciales, y podremos hacer fila y escoger al presidente de modo que se asemeje o se parezca a lo que hacen los ciudadanos de los EEUU. Sin embargo, no tendrá ningún efecto sobre el resultado de las elecciones en la metrópoli aunque sí los tendrá en la isla. El resultado será un gasto millonario en un país en quiebra.

La ley firmada por Rosselló es menos compleja que los decorados simbólicos, como el árbol de Navidad, que al menos uno los adorna. Es menos rica que la poesía simbólica, que es una cosa llegada de Francia. Es como un cucurucho, un papel, un botón que uno guarda porque tiene un valor afectivo. Es menos material que ese factor de reconocimiento de labor que son los premios simbólicos a los nenes que no llegan ni primero, ni segundo, ni tercero en el field day. Es tan absurdo como un regalo que te dicen que te dan pero no te dan, un regalo simbólico que te das a ti mismo en un cumpleaños solitario.

La medida legislativa es de la autoría del presidente de la Cámara de Representantes, Carlos “Johnny” Méndez, y pretende presionar al gobierno federal para que atienda el estatus político de la isla. Probablemente ese proyecto se le ocurrió al líder legislativo de las huestes estadoístas durante uno de sus ayunos de gran repercusión mediática. Como es sabido, ayunar puede causar mareos porque el corazón bombea más lentamente y el cerebro no recibe la cantidad de oxígeno suficiente. Al sustentarse los ayunos con juguitos naturales éstos pueden tener un efecto laxante lo que desencadena mecanismos de compensación. En esos días, redactando ese proyecto, se puede conjeturar que la glucosa se dirigió principalmente al sistema nervioso central y este hombre alucinó, nada que unos baños calientes y paseos al aire libre no puedan aliviar.

Sin embargo, aunque uno puede entender las razones para presentar este tipo de longaniza legal cuando hay hambre y carne de delirio, lo realmente llamativo es que haya un gobernador que firme la ley. Nada raro si ya hemos visto que el hombrecillo se pasa sus días lejos de su isla devastada en pos de Orlando y Washington, ciudad esta última, a la que viaja acompañado de los Siete Enanitos ideológicos que pretenden ocupar sillas en el Congreso, así porque sí. Sin participar en elecciones, por cierto.

Así que esta administración crea elecciones simbólicas y, a su vez, nombra a siete amiguetes turistas heroicos e históricos que, según nuestras fuentes, fueron recibidos en el Congreso por el muchacho que maneja el valet parking.

A mí me habían dicho que las elecciones en los territorios coloniales siempre eran simbólicas. Uno puede nombrar a unos funcionarios que van a administrar asuntos locales pero nunca a legisladores capaces de llevar a cabo labores en beneficio de la comunidad en decisión soberana. De esa forma, de manera soberana, las comunidades tienen, teóricamente, la posibilidad de elegir a representantes que trabajarán por los intereses de la comunidad que representan, sin ningún poder superior y exterior. Cuando se vota en un territorio uno selecciona a aquellos representontos que harán lo que les permita el Congreso de EEUU o cualquier funcionario de segunda categoría que trabaje allá. En resumen. En las colonias las elecciones siempre son simbólicas. Pero esta administración es simbólica hasta la castración del sentido. Quieren votar simbólicamente por el presidente de EEUU, en un sistema en el que ni siquiera se respeta el precepto de “un hombre, un voto”. ¿Puede uno mandar todo esto, simbólicamente, a las pailas?

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