“Luchamos por Justicia y Libertad. En primer lugar, Vida”

Por Marcelo Barros/Especial para En Rojo

El próximo sábado, 7 de septiembre, el Brasil celebra la fecha de su independencia política. Sin embargo, en este momento, el pueblo brasileño y la tierra sufren las tristes consecuencias de un gobierno servil al Imperio norteamericano y a las multinacionales que a cada día agravan las desigualdades sociales. En Brasil, solo cinco hombres tienen la renta equivalente a la mitad pobre de la población brasileña. El gobierno vende todo el país al capital internacional y defiende la destrucción de la Amazonía. En estos días, la superficie de bosques quemados aumentó 80% en relación a años anteriores. La propuesta del presidente es siempre de odio, intolerancia y violencia. El aprovechó un resentimiento crónico de gran parte de la población que, por siglos, se sintió siempre marginada y explotada. Y no percibe que el discurso del odio no le liberará.

Actualmente, todos los movimientos sociales del país están unidos en contra del gobierno. En el 7 de septiembre, en todo el país ocurrirán movilizaciones sociales reunidas por el movimiento que se llama de “Grito de los Excluidos”. Es una iniciativa de las pastorales sociales católicas, con apoyo de comunidades evangélicas y la participación de los movimientos sociales de Brasil. El tema de ese año es “Luchamos por Justicia y Libertad. La vida en primer lugar”.

Eso significa exigir una organización social y política que ponga la vida de las personas y de la naturaleza en primer lugar y no la economía y el interés de las empresas. En este año, las multitudes que irán a las plazas y calles de las ciudades brasileñas, repetirán una palabra que el papa Francisco afirmó en el encuentro con representantes de movimientos sociales de todo el mundo. En agosto de 2015, en Cochabamba (Bolivia), el papa gritó: “Ese sistema en que vivimos es insoportable: excluye, degrada y mata”. Ahora, ese será el grito del pueblo.

Si logramos que la mayoría de la población tome conciencia de su realidad y de los motivos de su pobreza, provocada por el sistema dominante, sin duda, podremos avanzar en un nuevo modo de organizar el país y el mundo. Las Iglesias cristianas han tomado ese nombre (Iglesias) porque eran asambleas de gente pobre, de las periferias del imperio romano.

En el inicio, los cristianos vivían en comunión de bienes como testimonio del proyecto de justicia y paz que Dios tiene para la humanidad. Hoy, es necesario volver a esa propuesta. La misión de las Iglesias supone poner en el centro de sus preocupaciones los empobrecidos del mundo y disponerse a servir a la liberación de los pobres y de la tierra.

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