Memoria del Pan

Alejandra Rosa

Mi hermano y yo de niñes pasábamos horas en panaderías. De tarde noche, jugábamos en el patio de abuela entre rosales y bates improvisados con ramas. Construíamos campamentos de telas y dulces entre sofás. Corríamos por la casa sin saber que en cada corrida le ganábamos al tiempo. Trujillo Alto, Puerto Rico. 11.21.2016.

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Cuando niña mi papá me enseñó a glacear donas. Abría pailas en la marquesina y nuestras manos se hacían brocha. Chocolate y vainilla, o ambas. A veces con rayas, otras enteras. Círculos dentro de círculos. Lunas huecas, anillos de harina. Imaginábamos. Luego las dejábamos enfriar. Casi nunca nos las comíamos. El ritual acababa con saber que alguien más las iba a mirar. Como el pintor que nunca cuelga sus pinturas en su casa. Porque la pintura misma no importa tanto como todo lo que sintió, en ese espejo de él. Cada vez que entro a una panadería lo-nos recuerdo. Pintas de tiempo. 28.01.20. Panadería Estrella, Guayanilla.

A los 9 años veía a mi papá recorrer talleres de panaderías como museos. Pasaba los veranos mirándolo jugar con harina. Luego amasar. Luego contarnos cómo abuelo hacía lo mismo, y así. Mi infancia olió a quesitos. Hoy, cuando recorro recovecos de país entre producciones periodísticas, paro en panaderías al borde la carretera como quien se detiene en esos lugares que son, sin proponérselo, portales en el tiempo. Tendríamos que mirarles más. 30 de mayo de 2019. Trujillo Alto, Puerto Rico.

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Hay algo del olor del pan recién horneado que siempre me recuerda cuán volátil, y a la vez seguro, puede ser un cuerpo fermentado por el tiempo. Echarse un pedazo caliente a la boca, antes de comenzar un día de cueva de escritura, a veces es lo mismo que recordar que al final, por más que mil relojes insistan en convencernos de lo contrario, sí podemos con ‘todo’, porque ‘todo’ también es este recoveco gentil que me recibe cada

tanto con olor de abrazo panaderal, y un vaso calientico de café. 26 de noviembre de 2019. La Península.

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Mi señor padre, los domingos, me envía fotos de dulces y de panaderías desde distintas partes de Latinoamérica. La ternura. 20 de agosto de 2017. Trujillo Alto, Puerto Rico.

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Soy fan de las panaderías. Y, desde hace un tiempo, las prefiero a la hora de escribir. Cuando llego con mi teclado, un empleado de cabello canoso suele recibirme con un tierno ‘hola, mija’, y el cafecito como va. Al fondo, pastelillos, bizcochos y un corazoncito feliz. Una pequeña, pero tierna, justa y necesaria, felicidad dominical. 10 de noviembre de 2017. panadería Génesis, Guaynabo.

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La autora es una artista, escritora y periodista independiente. Los textos que hemos compartido forman parte de su poemario de próxima publicación en la editorial La Secta de los Perros.

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