Miel que me das: «Canto a Eros» – Coro de la Antígona de Sófocles

Canto a Eros

 

Eros,

no hay quien te gane,

Eros,

aboles la propiedad

privada, pasas la noche

en las mejillas suaves de una joven,

vas y vienes por el mar, te paseas

por los campos y de ti no hay

refugio, ni para dioses

ni para los efímeros humanos,

al contrario,

quien te posee,

pierde.

Incluso mentes juiciosas

descarrilas, hasta lisiarlas,

agitador,

creas bulla en las familias,

y el deseo que salta de los párpados

de una novia en la cama

joven, vence;

burlas magistrados de leyes poderosas,

pues Afrodita, diosa invicta, juega

en tu equipo.

Pero ahora soy yo quien cae afuera

de la ley

al observar lo que pasa aquí,

no puedo

contener mis lágrimas,

brotan

cuando veo a Antígona rumbo al tálamo

de su noche perpetua.

 

Líneas 781-805 de la Antígona de Sófocles en traducción de Cristina Pérez Díaz

Dibujo original en tinta sobre papel de Emanuel Torres

 

Nota de la traductora
Sobre la propiedad privada

“Eros, aboles la propiedad privada”, dice este coro de la Antígona de Sófocles, o algo por el estilo. A los clasicistas les parece tan extraño que se hable de Eros y de la propiedad privada en conjunto que incluso ha habido editores que ponen en cuestión la “validez” de este verso, y le colocan cruces a ambos lados para señalar así su escepticismo. Mi traducción de esa línea es una interpretación dentro de la gama de posibles traducciones. Literalmente, el verso dice: “Eros, que arremetes contra las pertenencias”, pero una traducción conservadora, como las que abundan,  no optaría por hablar de “la propiedad privada”; por ejemplo, la que sugiere Mark Griffith en las notas a su edición del texto (Cambridge) cuando dice: “if the text is sound, the primary sense seems to be, ‘… you who make assaults upon the herds’” (ad loc.). Si siguiéramos a Griffith (lo cual requeriría una torsión particular del sentido de la palabra griega y quizás hasta una enmienda al texto, para que cuadre con lo que el editor cree que es más plausible (“if the text is sound”)), el significado sería un poco más ambiguo, pues, ¿qué exactamente querría decir que Eros “makes assaults upon the herds”? Eros, que atacas el ganado. ¿Querría decir esto que el erotismo también afecta a los animales pastoriles? ¿Querría decir que los mata? O, en sentido menos literal, ¿que afecta a los animales que son la pertenencia del pastor y, por lo tanto, afecta la economía del pastor? En todo caso, yo opto por la rendición más extrema del verso porque me parece que el núcleo de sentido que acarrea es que Eros, con su inigualable capacidad de borrar los límites entre las cosas, es malo para la economía de la familia, entendida dentro del marco de una sociedad basada en la propiedad privada. 

Sobre Eros y Antígona

Sin intentar ser exhaustiva, me parece que hay por lo menos tres formas de entender este coro en el contexto de la obra. Primero, hay que tener en cuenta el momento en el que aparece, pues es un canto que sigue inmediatamente a una discusión muy acalorada entre Creonte y su hijo Hemón, que es el prometido de Antígona. Hemón se enfrenta a la decisión autoritaria y errada de Creonte de condenar a Antígona a muerte por haber enterrado a su hermano Polinices. En este contexto, esta canción coral parecería ser un comentario sobre la razón detrás de la rabia de Hemón y su rebeldía en contra del padre. Desde una posición tradicional, como suele ser la de los coros trágicos, este coro le atribuye a Eros, convencionalmente visto como una fuerza enloquecedora, la conducta «inapropiada» del hijo. Una segunda forma de interpretar el «Canto a Eros» es teniendo en cuenta el subtexto erótico implícito en cualquier tragedia que trate, como esta, de la familia de Edipo. Cuando hablamos de la familia de Edipo, se trata siempre de un orden que ha caído en la confusión (sexual), donde las jerarquías no funcionan y las identidades se confunden en una simbiosis anómala, en el sentido de que cae fuera de la ley (el fundamento de la Ley siendo, como bien se sabe, el tabú del incesto). En este contexto, el coro no puede ser sino perverso, pues revive el tema del erotismo en medio de una trama de la familia edípica, y con ello refuerza la sombra ominosa que en la obra sobrevuela los sentimientos de Antígona por su hermano Polinices y cómo parecen confundir la fraternidad con el deseo. Una tercera posibilidad es que el coro de ancianos tebanos, desde su posición anquilosada en valores que la misma tragedia problematiza, es incapaz de entender lo que pasa y, a falta de un marco teórico político para comprender las protestas que Antígona y Hemón (cada quien por su lado) dirigen contra Creonte, caen en el discurso fácil y convencional del amor como una fuerza que enloquece a la juventud.

A mí me gusta la tercera lectura, que además no tiene por qué cancelar a las dos anteriores que propuse. Me gusta porque le da al coro un carácter casi cómico, y la comicidad de la tragedia es algo que a menudo pasa desapercibida, acostumbradas como estamos a leer a los poetas trágicos desde el marco aristotélico, con sus categorías tan bien definidas, que circumscribe a la tragedia como un género “serio”. Pero los poetas griegos eran grandes experimentadores y los géneros nunca fueron, o por lo menos nunca en sus mejores expresiones, algo fijo, sino al contrario, quizás la mejor definición del género deba darse desde su capacidad para dejar de ser sí mismo y mezclarse con otros. 

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