Miel que me das: «Donde las yeguas» – Alceo

Fragmento 45 de Alceo, traducido del griego antiguo por Cristina Pérez Díaz

Dibujo en tinta sobre papel de Emanuel Torres

 

Donde las yeguas

Maritza, el más bello río en la región de Lesbos, 

te derramas sobre el mar púrpura,

vociferando caudales en la tierra de Tracia

donde las yeguas…

 

Y muchas vírgenes pliegan tus aguas

con manos delicadas sobre sus delicados muslos,

y endulzan su piel, como si tus aguas brillantes

fueran ungüento de olivo. 

 

Fragmento 45 de Alceo, traducido del griego antiguo por Cristina Pérez Díaz

Según una versión del mito, cuando las ménades desmembraron a Orfeo, arrojaron su cabeza al río Erebo (hoy Maritza). El río llevó la cabeza del poeta hasta la isla de Lesbos, donde fue cobijada en un templo dedicado a Apolo, el dios de la lira. De allí la fama de Lesbos como la isla de la poesía lírica. Tracia, por su parte, era famosa porque, como parte de sus diez trabajos, Heracles paró allí, para robar las infames yeguas de Diomedes, que se alimentaban de carne humana. Cuenta la leyenda que Heracles, ignorante de que las yeguas comían hombres, tras el robo exitoso las dejó una noche junto al mar, a cargo de su buen amigo Abdero, y que, cuando regresó, ya se lo habían comido. 

De las notas de David Campbell, se deduce que ALCEO (siglos 7-6 a.C), compatriota y contemporáneo de Safo en la isla de Lesbos, era el rey de la pachanga. Sus poemas eran el alma de las fiestas entre sus amigotes: a veces hablaban de mitología, a veces de la guerra, a veces del amor. Safo era para él casi una diosa. En el siglo quinto a.C., seguía de moda en los banquetes atenienses y, en el siglo 1 d.C., en Roma, fue una de las principales influencias de Horacio.

 

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