Miel que me das: «Hipólito» – Eurípides

Como una abeja

 

Eros, Eros, que a través de los ojos 

destilas deseo, trayendo dulce placer 

al alma, contra la que haces guerra,

nunca te me aparezcas con tu mal,

nunca vengas sin ritmo. 

Pues no hay arma, 

ni de fuego, ni de estrellas, que destruya 

así, como Afrodita con sus manos. 

 

En vano, en vano, sacrifican los griegos 

el ganado, junto al río Alfeo

y en Delfos, en el templo de Apolo, 

si no honran a Eros, 

tirano de todo lo que es humano,

el que guarda las llaves 

de las habitaciones del placer,

las de su madre Afrodita.

Y él viene, 

devastándolo todo,

dejando a su paso un rastro de miseria,

cada vez que visita a los mortales.

 

Como Íole, allá en Oijalía, 

que vivía insumisa, 

libre de esposo y de boda, 

la rápida ninfa, ay, 

a ella, Afrodita, como a una ménade, 

ensangrentada y humeante, 

en una boda asesina, la entregó a Hércules,

novia infausta.

 

Sagrada muralla de Tebas, 

manantial de Dirce, 

si pudieran decir al unísono

cómo es que Afrodita llega:

por ejemplo, que a Sémele 

le dio una boda sangrienta,

rodeada del rayo y del fuego,

o cómo en cada cosa deja su aliento terrible,

y se aleja volando, como una abeja.

 

Coro del Hipólito de Eurípides (ll. 525-564) en traducción del griego por Cristina Pérez Díaz
Dibujo original en tinta sobre papel de Emanuel Torres
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