Milagros del asombro de Michelle R. O.                            

 Este es el título preliminar de un libro de viajes de Michelle R.O. Tuve el privilegio de leerlo ahora, mientras se conforma como libro que pronto estará impreso. Es un texto de búsqueda y crecimiento. En palabras de la escritora: “(…) Escribo para dar constancia de que existimos juntes. Agradecer lo que sentí, lo que experimenté también es razón para compartir mis palabras donde redescubro quién empecé a ser a partir de cada cultura que viví y con quienes compartí.

Michelle es poeta, promotora de la cultura, tallista. Este es su primer libro de prosa y en el encontramos ritmo, belleza, la narración de lo que ven los ojos y todos los sentidos.

Rafah Acevedo

 Valizas/Cabo entre dunas

Las rutas, de lo que conocí en Valizas, no tenían asfalto. Las casitas parecian caravanas de la luna. Todo el camino está florecido en primavera descomunal.

Salimos de mañana al encuentro con la costa. Caminaríamos 14 kilometros hasta Cabo Polonio. Ahí visitaríamos el faro tatuado en la espalda del gurí, se lo hizo apenas nos conocimos.

La playa fría resoplando neblina. Una yola que nos cruza a la otra orilla para tomar la ruta de las dunas. Horas casi sin detenernos en el medio del desierto. La neblina nos camuflageaba con el panorama. Te aconsejo que tengas cuidado con los teros y sus nidos en el piso. Atacan, ya me pasó.

Llegó el momento de hacer mi primer dedo o como decimos en Puerto Rico “que te den pon” El aventón fue a las orillas del Océano Atlántico Sur, a 2 km de Cabo Polinio y después de ver 3 cadáveres de lobos marinos, criaturas pestilentes pero con su gracia.

El faro desdibujado entre el gris, el jardín de lobos marinos en la parte de atrás, la búsqueda de una cueva, los barquitos descansando sobre la arena, el regreso en camión, los jamaqueones desde esa altura mientras cruzábamos la reserva natural, esperar entre luciérnagas volver a Valizas.

Despertar para hacer dedo otra vez. Ser levantades con éxito por 3 personas diferentes, todos conductores varones. Llegar a Punta del Este sin planificarlo. Treparme en la escultura de los dedos del primer documental que vi sobre Uruguay. Andar por el puerto entre más frío y niebla. Volver a la lluvia de Montevideo sin poder creer aún que soy valiente como para viajar.

Vietnam

La villa pesquera del barrio Vietnam es una máquina del tiempo. Está entre callejuelas recónditas en Guaynabo colindancia con Cataño donde la pobreza luce el rostro de un mar roto por barcos de carga. De allí se ve el puerto de la bahía de San Juan, el mas importante de la isla y se ven en la costa casas de madera con puertas de salitre.

Mirar a la cara a la comunidad que intenta ser expropiada por un alcalde corrupto te da coraje para posicionarte políticamente. Aquel paisaje bello, rural, en el costado de la ciudad, donde descargan el arroz que alimentará a miles de familias, era la única salida de agua del pueblo y por supuesto el capital la quería para si y el pueblo tmbn.

Emigrantes en el Mediterraneo

Parada en la playa de la Malvarrosa trato de mirar más allá del cielo y las olas. De repente, veo cientos de cadáveres flotando y a los peces alimentándose de ellxs. Lxs bañistas nadan olvidándose de sus propias tragedias. En el mar de cadáveres, lxs cadáveres han perdido sus nombres. Lxs llaman por el verbo supervivencia: emigrantes, lxs que huyeron de la miseria para encontrarse con las redes y fronteras de la crueldad.

Una capa fina de arena sobrevolaba a la arena misma y yo estaba en medio de todo y en medio de nada, ahí frente a ese mar que me desconce, en un país donde nadie me extraña y yo me extraño de cuanto ahi experimento.

El botellón y la yuta. Las torres y los puentes. La ciudad de las ciencias y el río. Cañitas y cacaos. Kebab y mesas plateadas. Café y leche condensada, bombón al tiempo. Suspiros y nostalgia. Amistades inolvidables.

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