Mirada al País.Cambio de época: Inmersos en el Antropoceno

 

 

Especial para CLARIDAD

Con el título de “¿Época de Cambio o Cambio de Época?” se han escrito varios artículos en las pasadas décadas (Alicia Bársena, Columna de Opinión, CEPAL-13 de noviembre de 2008; José de Souza Silva, Instituto Científico de Cultura Indígena, abril de 2001) para describir las transformaciones sociales y culturales de la sociedad moderna. Estas transformaciones están fuertemente promovidas por el desarrollo tecnológico, el desarrollo de los sistemas de información (internet, las redes sociales, etc.) la globalización de la economía y la prevalencia del sistema geopolítico del neoliberalismo. El cambio de época, producto de estas transformaciones, ha promovido un crecimiento sin precedentes de la población humana lo que ha implicado una transformación sustancial de la naturaleza y de los recursos que ésta provee para la subsistencia humana. Simultáneamente se ha escrito mucho sobre el cambio de época asociado a las transformaciones ambientales que se aceleran a nivel del Planeta. En este último renglón, sobresalen tres elementos primarios: el calentamiento del Planeta, el cambio en el clima y la pérdida de la diversidad biológica. La síntesis de toda esta transformación ha producido un cambio en la estructura y funcionamiento del Planeta que ha llevado a muchos científicos a identificar este período como uno diferente al que formalmente se había denominado el Holoceno. Se promueve la idea de que ahora vivimos en el Antropoceno.

Blanca Heredia, en su escrito ¿Cambio de época, ¿qué significa? (elfinanciero.com.mx; enero 25 de 2017) plantea que un cambio de época “supone una transformación en la estructura real del Mundo…” y nos dice que estamos “en un momento histórico marcado por la inoperancia de las viejas certezas y por el aumento exponencial de la imprevisibilidad y la incertidumbre…”. El concepto de Antropoceno se refiere a catalogar el período actual como una nueva época geológica que ha sido propuesta por un grupo creciente de científicos prestigiosos. Entre estos científicos se encuentra el Premio Nobel de Química, Paul Crutzen, que utilizó este término en el año 2000 para describir la influencia e impacto del comportamiento humano sobre el Planeta. Este impacto ha sido, según Crutzen y otros, tan significativo que lo hacen equivalente a otros períodos geológicos oficialmente designados, muchos de los cuales están asociados a los ciclos de glaciación del Planeta. Se ha argumentado que el impacto producido por la actividad humana, no sólo ha alterado el paisaje físico, pero que también ha producido cambios notables en los ciclos biogeoquímicos, una pérdida acelerada de la diversidad biológica y, de forma más significativa, un cambio abrupto en el clima. El efecto acumulado de estos cambios no ha sido experimentado previamente en la historia de la civilización humana.

Stephen T. Jackson (Climate change; en britannica.com, marzo 10, 2021) plantea que la humanidad se enfrenta en este período del Antropoceno, a serios cambios abruptos en el clima. Dice este científico que, desde los años de 1980 se ha documentado en registros de muestras de hielo obtenidas en Groenlandia y en la Antártida, evidencia de cambios abruptos en el clima que han ocurrido a escala regional y global. Estos eventos documentados evidencian que en la historia del Planeta ha habido varios eventos que en relativo poco tiempo (de varias décadas) se ha desplazado el sistema climático global de un estado de equilibrio a otro, los cuales tuvieron consecuencias significativas en la estructura y funcionamiento de los sistemas ecológicos y de los ciclos biogeoquímicos (de agua, de carbono y otros). Estos cambios, según Jackson, muestran los puntos que técnicamente se consideran de no-linealidad, los que se denominan en inglés “tipping points”, puntos de inflexión, de ruptura, o umbrales de tiempo donde un cambio pequeño y gradual en un componente del sistema puede inducir un cambio grande en todo el sistema. El “tipping point” más relevante que preocupa a la comunidad científica, tiene que ver con el alza de dos grados Celsius en la temperatura promedio del Planeta sobre la estimada para el período pre-industrial. Se anticipa que, si no se adoptan controles en la quema de combustibles fósiles y en la deforestación, este umbral se sobrepasará en los próximos 10 o 15 años. Cuando esto ocurra, y todo indica que va a ocurrir, el calentamiento del Planeta será tan severo que profundizará un cambio dramático en el comportamiento del clima, así como un acelerado proceso de deshielo de glaciares y de hielo contenido en Groenlandia y en La Antártida que producirá niveles del océano no vistos en miles de años. Con estos cambios se acelerará la pérdida de la diversidad biológica y de la estructura y funcionamiento de los ecosistemas que sostienen la vida de plantas y animales y a nuestra civilización. Y estos cambios los puede experimentar la presente generación de seres humanos, incluidos mis hijos y mis nietos.

Ajustarse o adaptarse a estos efectos abruptos en el cambio del clima supone un reto formidable tanto para los componentes biológicos (plantas, animales y ecosistemas) como para los culturales (de los humanos). Los cambios anticipan un disloque sin precedentes en la historia de la humanidad para los cuales la ONU y otras organizaciones internacionales han postulado metas, objetivos y estrategias para mitigar y adaptarse a esta nueva realidad. No obstante, la indispensable reducción en la producción y emisión de gases de invernadero que fomentan el calentamiento no ha progresado a la tasa propuesta por los expertos pues se continúa utilizando, primariamente, combustibles fósiles como fuente de energía, tanto para la generación de electricidad como para la transportación así como en la producción de bienes de consumo y de servicios. Todo ese proceso para mantener funcionando un sistema económico que pretende perpetuarse con un crecimiento continuo sin ponderar las consecuencias nefastas. El resultado es que se sigue acumulando dióxido de carbono, metano y otros gases en la atmósfera que propician el calentamiento del Planeta. Por otro lado, los cambios en el clima exacerban eventos extremos de inundaciones, sequías, huracanes y olas de calor que, junto al acelerado alza en el nivel del mar, aumenta la incidencia de desastres y catástrofes sociales en todas las regiones del Mundo, produciendo una alta pérdida económica y material y una lamentable pérdida de vida humana. Las respuestas estructuradas de adaptación inteligente a este cambio de época también están en desfase temporal y sin correspondencia cualitativa a la realidad apremiante y cambiante.

La discusión y actuación de la gestión pública y privada en el Puerto Rico contemporáneo la percibo insertada en un escenario de negación o ignorancia de la realidad apremiante que supone esta época de cambios en el funcionamiento alterado del planeta. Un ejemplo dramático de esta situación se observa en la formulación y justificación del contrato a la empresa LUMA y en la propuesta reestructuración de la Autoridad de Energía Eléctrica. A pesar del asesoramiento y consejo que ofrecen los científicos y expertos en el tema del cambio en el clima, las decisiones sobre la reconstrucción del País, sobre la adaptación a las nuevas circunstancias del funcionamiento del Planeta, no corresponde con el interés público, con el bienestar general de la presente y próximas generaciones de puertorriqueños. Percibo una falta de entendimiento y de compromiso en la mayoría de las personas que han asumido funciones y responsabilidades de dirección de la gestión pública y de la privada. Con esa “tripulación” institucional desenfocada y con un mapa de ruta obsoleto, el País no caminará hacia el futuro con seguridad y eficacia y con la aspiración de un nivel superior de calidad de vida. Urge que se reconozca que estamos en una nueva época en la historia de la humanidad. Urge entender las nuevas y graves circunstancias que apremian nuestras vidas y la de nuestros hijos y descendientes. Ignorar esta realidad nos conducirá indefectiblemente a un futuro de precariedad sostenida, a un futuro inseguro e incierto, con la posibilidad que también nos convirtamos en una especie en peligro de extinción.

 

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