Mirada al País: Las mujeres en el sur

Foto por Angeles Rodríguez

Por Josefina Pantoja Oquendo/Especial para CLARIDAD

A Petra, Tatita, Lula y Guiga 

Intenso e interminable nos pareció el mes de enero al Pueblo boricua, aunque para la gente que habita en los pueblos del sur y suroeste de nuestra amada Patria, la angustia e incertidumbre comenzó el 28 de diciembre, en plena Navidad, época esperada por tantas personas para disfrutar, juntarse y quererse un poco más. En mis recuerdos no hay momento en el que hayamos vivido situación semejante pues aunque huracanes como María e Irma causaron gran destrucción, miles de personas fallecidas y más que millonarias pérdidas materiales, los eventos pasaron y comenzamos a levantarnos tan pronto la calma desplazó los vientos y la lluvia. Ahora, sin embargo, las continuas sacudidas de la Tierra no dan espacio para el sosiego necesario y para que la esperanza se imponga. Las carpas, las inundaciones, el barro, la falta de privacidad, el desalojo de comunidades que se consolidaron a través de los años en residenciales públicos, campos y barriadas, causan desolación entre los protagonistas y gran tristeza a quienes estamos a distancia y de diversas formas hacemos esfuerzos de solidaridad.

Entre todos los sentimientos que afloran está generalizado el coraje ante la incompetencia y politiquería gubernamental que ha hecho más difícil el proceso de recuperación material, pero más que nada emocional, de las personas que habitan el área más afectada. Cuando una cree que no puede haber más sorpresas en cuanto a los malos manejos de dirigentes del país surgen eventos como los almacenes escondidos y la absurda negación de responsabilidad por retener artículos tan necesarios para las víctimas de los terremotos. Esta vergüenza nacional es salvada por la rápida, empática y efectiva respuesta de organizaciones no gubernamentales de aquí y de la diáspora; de comunidades no afectadas, de grupos vecinales en otros municipios, artistas, deportistas, iglesias, organizaciones profesionales, Juan del Pueblo y María Solidaria que se movilizaron para dar la mano y también el corazón.

Lo que observé con tristeza en el Sur y he seguido a través de entrevistas publicadas en la televisión y prensa, es la gran cantidad de mujeres que están en los refugios oficiales, así como en los informales organizados por vecindades, amistades y familias. Son jefas de familia, a cargo de niñas, niños y especialmente de personas viejas, enfermas; muchas de éstas encamadas, sin dejar de mencionar las que tienen diversidad funcional por lo que requieren atenciones especiales. También prevalecen las mujeres que están a cargo de esos campamentos no oficiales y que sin los recursos que tiene la Guardia Nacional han asumido el liderato, a pesar de sus propios retos como sobrevivientes de cáncer y otras condiciones. Contentas y felices, términos insensiblemente usados por la alcaldesa de Ponce y la incidental gobernadora Wanda Vázquez, no están; pero sí comprometidas con hacer lo mejor posible por su gente. Las profesionales del Trabajo Social, psicólogas y otras áreas de la conducta, la valiente médica de Guayanilla que dejó a un lado sus pérdidas para ofrecer servicios y abrazos gratuitos a la comunidad, enfermeras, maestras y tantas otras luchadoras han identificado que las necesidades prioritarias están en el aspecto emocional. Hay miedo, sentido de pérdida, de impotencia, estrés post traumático, soledad.

Ante este cuadro la Coordinadora Paz para la Mujer (CPM) y organizaciones aliadas como las Siemprevivas del Oeste, Taller Salud, la Escuela Graduada de Trabajo Social de la UPR, entre otras muchas otras, reactivaron la Caravana Violeta que hizo un extraordinario trabajo post María en el 2017. Como respuesta rápida se desplazaron a los refugios oficiales, donde encontraron que el problema de la violencia de género que tuvo un dramático aumento como una de las secuelas de los huracanes Irma y María, no se estaba considerando como un criterio importante en la planificación y trabajos de los campamentos. Contrario a las recomendaciones que entonces habían hecho las organizaciones defensoras de los derechos humanos de las mujeres, el gobierno no creó protocolos para los refugios. CPM sí lo hizo y acompañado por la orientación necesaria entregaron materiales en los lugares que visitaron para concienciar sobre el problema. La prensa reveló que se habían identificado hombres que estaban en la listas de Ofensores Sexuales y se estaban buscando alternativas de ubicación para ellos. La Caravana Violeta ha continuado sus viajes por lo menos una vez a la semana llevando actividades para las niñas y niños, apoyo emocional para las mujeres y familias, intervención psicológica individual, acupuntura, asesoramiento legal; en una sola palabra SOLIDARIDAD.

Una de las imágenes que más nos han afectado, tanto en el suroeste como en el resto del país, es la escuela que colapsó en Guánica con el temblor del 7 de enero. Pensarla ocupada por las niñas y niños en el momento de lo ocurrido “nos pone la carne de gallina”. Especialmente, porque desde hace años personas expertas como el geomorfólogo José Molinelli, el Colegio de Ingenieros de Puerto Rico habían advertido sobre la probabilidad de que los planteles no soportaran el efecto de movimientos telúricos fuertes. Los gobiernos de los partidos que se turnan en el poder, nada hicieron. Ahora no hay otra opción que tomar acciones de envergadura. Razón tienen las familias en desconfiar sobre la seguridad de las escuelas que han sido certificadas para que reabran. El reinicio de clases continúa retrasado e, inclusive, en San Juan hay escuelas que ni siquiera están en las lista de las que reabrirán. Ante la incertidumbre y la necesidad de que las niñas y niños tengan un poco de normalidad, mujeres del magisterio han tomado la gran iniciativa de ofrecer clases en carpas en los diferentes municipios afectados. Mientras el Secretario de Educación patina todo el tiempo en las entrevistas con una media sonrisa que nada tiene que ver con el desastre que vivimos, la alegría y la cotidianidad ha vuelto por algunas horas a las vidas de las chicas y chicos que se están beneficiando de los esfuerzos magisteriales.

A todo esto, el partido gobernante se despedaza internamente con las miras puestas en las elecciones de noviembre de 2020. Frente al importante y efectivo rol que, sin considerarse protagonistas, han asumido las mujeres en el sur, suroeste y las que desplazan allí para apoyar, la gobernadora no se quita la palabra Pueblo de la boca. Su quehacer, sin embargo, es repudiable por politiquero, contradictorio, ineficiente y falto de transparencia. No hay mas que verla acompañada de la Senadora Evelyn Vázquez, el oportunismo personificado. Vázquez habrá podido engañar a quienes creyeron que ella era distinta al ex gobernador Roselló mientras se trató de reuniones sin sustancia para ganar adeptos y de pronunciamientos cosméticos. La conocemos de su época como Procuradora de las Mujeres y luego como Secretaria de Justicia. Si su desempeño fue tan lamentable en aquellos puestos, no sorprende su ineficiencia en la crítica situación que vivimos. 

Como siempre digo, a las mujeres nos alimenta la esperanza y la solidaridad. Si así no fuera no hubiéramos resistido tantos años de discrimen y opresión. Con las miras puestas en esas dos fuerzas que nos alientan, acompañamos a las compañeras del Sur y al resto de la población en la que sobresalen.        

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