Mirada al País: ¿Temblores o contracciones?

Ponce casco urbano. Foto Juanma Hernández

Por Alana Álvarez Valle /Especial para CLARIDAD

Gloria a todas las manos de todos los hombres

y mujeres que trabajan.

¡Y gloria a las manos, 

a todas las manos que hoy trabajan

porque ellas construyen y saldrá de ellas 

la nueva patria liberada!

Oubao Moin, Juan Antonio Corretjer

Here we go again! 

¡Aquí vamos otra vez! 

Una vez más un desastre natural nos deja al descubierto. Una vez más tenemos los nervios de punta, la ansiedad que nos sale por las orejas y el corazón estrujao. Y una vez más los boricuas ayudamos a los boricuas ante la lenta reacción gubernamental, tanto estatal como federal. 

Los sismos y réplicas que ocurren en el área suroeste de Puerto Rico desde los últimos días del 2019 mantienen a las poblaciones más vulnerables a la intemperie. Las imágenes de los adultos mayores en catres al sol, de los niños y niñas jugando entre casetas de campaña, y las personas con discapacidades suplicando por servicios médicos, son desgarradoras. 

Desde que comenzó el 2020, los puertorriqueños y puertorriqueñas apenas podemos dormir la noche completa. No se debe solamente a los temblores de madrugada que sacuden las casas cual tembleque navideño, si no por la angustia de que se te va a caer la casita que acabas de reparar, después de que “María” se llevó parte del techo. Pero también se debe a la rabia de saber que tanto el gobierno, como contratistas, se lucran del sufrimiento de la gente, con contratos millonarios a los amigos del alma, con puestos en posiciones de poder y mucho más. 

Sin embargo, aunque este panorama apocalíptico –con bola de fuego que surca los aires y to’– nos parece demasiado familiar al que vivimos en septiembre de 2017, el Puerto Rico de hoy no es el mismo que el de hace dos años y medio. 

No somos las mismas personas, ni los de la Isla, ni los diasporriqueños. Un pueblo que siempre había pecado de tener memoria corta, que se autodenomina como eñangotaos, de sopetón aprendió una lección bien importante. Nos tenemos a nosotros y nosotras, y eso nos basta. 

Un país que ha sido oprimido por dos imperios, que lleva subyugado más de 500 años, que no es dueño de sus fronteras, ni de sus acuerdos de comercio, y que padece de un bipartidismo enfermizo desde hace décadas, ya no es el mismo. 

Porque nadie se olvida de las imágenes de las miles cajas de agua dañada abandonadas en la pista de aterrizaje, ni de los suministros escondidos, en vagones y en almacenes –como el de La Guancha en Ponce–, ni del S.O.S. gigante en Humacao, y mucho menos nos olvidaremos nunca de los 4,645 muertos. 

Aprendimos la lección, y esta vez cuando la tierra comenzó a temblar, nadie se sentó a esperar por las ayudas gubernamentales. La gente salió a la calle a resolver. Sabíamos que si queríamos que el dinero y las donaciones de artículos llegaran a las manos de la gente necesitada, había que hacerlo a las organizaciones comunitarias que van a canalizar los esfuerzos de la mejor manera posible. Entonces este pueblo pobre, sufrido, generosamente se volcó a socorrer a sus compatriotas. 

La diáspora se activó y de igual manera acudimos a las organizaciones las del barrio, de mujeres, de grupos ambientalistas, para donar y ayudar. Sin dejar de exigirle a sus gobiernos estatales, de los condados y municipios que hiciera lo que no hace el gobierno federal. Reclamamos en Hartford, en Nueva York, en Florida, en Chicago, en los estados con mayor población boricua, que se tomara acción inmediata. Las comunicaciones de que las escuelas estaban preparadas para recibir a los niños y niñas de Puerto Rico y de que se enviarían brigadas con ayudas para los municipios afectados, se hicieron con diligencia.

La gente tampoco olvida el vídeo del presidente Donald Trump tirando rollos de papel toalla como símbolo de ayuda a Puerto Rico, mientras el infame Ricardo Rosselló se tomaba un selfi. Tampoco se olvida de los comentarios despectivos y ofensivos de Trump para nuestra patria. Ni del “ay ya, otro desastre más en Puerto Rico”. Tardó semanas en dar el visto bueno para otorgar los fondos para que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) brindara las ayudas merecidas a los damnificados. Al igual que recordamos las burlas en el “Chat de Telegram” de Rosselló y sus achichincles.

Lo recordamos todo, con rabia e indignación.

Gracias a ese sentimiento de basta ya logramos la revolución popular del Verano del ’19 y sacamos al gobernador Rosselló y a varios de sus alza colas de sus puestos. Así nació la Generación del No se Deja y la Calle de la Fortaleza se convirtió en la Calle de la Resistencia. Resistencia centenaria que por fin tiene su bien merecido reconocimiento.  

Gracias a ese sentimiento de basta ya logramos la revolución popular del Verano del ’19 y sacamos al gobernador Rosselló y a varios de sus alza colas de sus puestos. Foto Alina Alucino

Nos hemos dado cuenta de que no necesitamos a los Estados Unidos con sus migajas de “ayudas”, que no necesitamos que los gringos nos miren con lástima, que no necesitamos a los gobernantes corruptos, que no somos boca abajo, que no somos vagos, que nos tenemos. La colonia nos duele, la colonia nos está matando. El ELA y sus partidos principales –PNP y PPD– se desmoronan. La gente ya no cree en ellos y en sus sus falsas promesas. 

Poco a poco Puerto Rico se independiza; se libera de la espera de los suministros de FEMA, de las desayudas de Unidos por Puerto Rico. Exigimos que la comunidad internacional pueda aportar sus conocimientos y recursos. Poco a poco, la gente acude a energías alternativas para no depender de la Autoridad de Energía Eléctrica y de cisternas, porque no confían en la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados. Hacemos paros nacionales para demandar el ajusticiamiento de los responsables de la debacle, denunciamos la corrupción vía las redes sociales con memes y hashtags que se hacen virales y llaman la atención de la prensa internacional. Porque somos más y no tenemos miedo. 

Poco a poco nos hacemos socialistas de verdad, no de nombre, compartimos los bienes y repartimos lo poco que tenemos con la gente que no tiene nada.

Todas las revoluciones son duras, los cambios dramáticos son lentos y se cometen errores, que luego hay que enmendar. Un nuevo país no es una cuestión simple y fácil. 

Entonces me pregunto: ¿temblores o contracciones? Porque sí, duele mucho y nos cuesta sangre y lágrimas, sudor y sacrificio. Pero porque de esta generación combativa pariremos un mejor país. Como dijo don Pedro Albizu Campos, “La Patria es valor y sacrificio” y nuestro pueblo resistente es bravo y ya no tiene nada más que perder y sí mucho que ganar.

Artículo anteriorRetorno a casa en bicicleta
Artículo siguienteReflexión de Año Nuevo: Cuarenta años de la fundación de Casa Pueblo