Mirada al País:El 11 de septiembre

 

Especial para CLARIDAD

 Algún día América tendrá voz de continente, una voz de pueblo unido. Una voz que será respetada y oída; porque será la voz de pueblos dueños de su propio destino”.

Salvador Allende

 

Este pasado 11 de septiembre se cumplieron 20 años del atentado terrorista más mortífero en la historia de los Estados Unidos. El 11 de septiembre de 2001, cuatro aviones impactaron objetivos en diferentes lugares de los EE. UU., siendo el más letal de ellos el derribo de las Torres Gemelas, que ubicaban en la ciudad de Nueva York y donde fallecieron cerca de 3,000 personas. Dichos atentados fueron ejecutados por 19 personas, la mayoría de los cuales provenían de Arabia Saudita. Los ataques se atribuyeron a la organización terrorista Al Qaeda, entonces dirigida por Osama Bin Laden, hijo de un acaudalado empresario de la construcción de Arabia Saudita. Al Qaeda había protagonizado una serie de atentados terroristas contra los EE. UU., entre los que se destaca el ejecutado por terroristas somalíes en Mogadishu en 1993, donde fallecieron 18 militares estadounidenses y el de la embajada de EE. UU. en Nairobi Kenya, en 1998, donde fallecieron 12 funcionarios estadounidenses. La ofensiva de Al Qaeda contra los EE. UU. convirtió a Osama Bin Laden en el enemigo público número 1 de ese país.

Tras el atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, el entonces presidente de los EE. UU. George W. Bush, ordenó la invasión a Afganistán, con el pretexto de capturar a Bin Laden y desmantelar la red terrorista Al Qaeda. La invasión, que comenzó el 7 de octubre de 2001 procuraba, además, derrocar al gobierno de los talibanes, que, se decía, protegía a ciertos grupos terroristas. Veinte años más tarde, luego de haber librado la guerra más larga en su historia y haber invertido cerca de 2 trillones de dólares, EE. UU. se retiró derrotado de Afganistán, tras la victoria declarada por los talibanes al ocupar Kabul, la capital de Afganistán. La guerra de Afganistán dejó el saldo de cerca de 2,300 soldados estadounidenses y 250,000 afganos muertos. La organización internacional Save The Children calcula que 33,000 niños fueron asesinados o mutilados.

No conforme con la estela de destrucción y muerte que la guerra de Afganistán representó para ese país, George W. Bush junto a sus asesores en seguridad, alentados por espías del gobierno iraquí, fraguaron la invasión a Irak, la cual tuvo lugar en el mes de marzo de 2003. Bush acusó al gobierno de Irak, entonces encabezado por Sadam Hussein, de ocultar en el país armas de destrucción masiva. La guerra de Irak, que duró cerca de 15 años, dejó al país desestabilizado políticamente y destruido. Según varios medios de comunicación independientes, tuvo un saldo de entre 1 y 1.5 millones de civiles iraquíes muertos. Otros medios de comunicación revelaron años más tarde, que los servicios de inteligencia de Estados Unidos, estaban advertidos, antes de comenzar la guerra con Irak, que el régimen de Sadam Hussein no poseía armas de destrucción masiva, las que nunca fueron halladas.

Hoy, a 20 años del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001, EE. UU. recuerda a sus muertos, víctimas inocentes de un acto llevado a cabo por una organización terrorista que le declaró la guerra a una nación en constante conflagración en el mundo y que, a lo largo de su existencia, ha invadido decenas de países dejando muerte, miseria y devastación. Esa nación, que hoy rinde tributo a los fallecidos, ignora aquellos que fueron asesinados como resultado de las guerras contra el comunismo y el terrorismo que lideró y a los que, cínicamente, ha catalogado de daños colaterales. Ni hablar de los heridos, mutilados, huérfanos y desplazados como consecuencia de estos actos de barbarie.

Ante esta realidad avasalladora, los EE. UU. ignoran, deliberadamente, otro 11 de septiembre que llenó de luto al pueblo chileno cuando en 1973, fue derrocado al presidente socialista Salvador Allende y al gobierno de la Unidad Popular, electo democráticamente por su pueblo, a pesar de la campaña alarmista desarrollada por la inteligencia estadounidense “…dirigida principalmente a las mujeres en la cual se les aseguraba que los soviéticos y los cubanos llegarían para arrebatarle a sus hijos si ganaba Allende”. “El derrocamiento de Allende, contado por Washington”, Hernando Calvo Ospina, Cubadebate, 12 de septiembre de 2020. El golpe de estado protagonizado por las fuerzas armadas chilenas apoyadas por la CIA, lideradas por el asesino Augusto Pinochet y apoyado por la CIA, dio paso a una de las dictaduras mas sangrientas de la historia moderna en Latinoamérica, periodo que se ha catalogado como “los años más oscuros de Chile”. “Durante la dictadura quedaron prohibidos los partidos políticos y sindicatos de trabajadores. El Régimen Militar aplicaba la censura sobre los medios de comunicación y se limitaron los derechos y libertades, como la libertad de expresión y de manifestación. Pinochet adoptó un modelo económico neoliberal, similar al sistema de Estados Unidos, que permitió a grandes empresas enriquecerse a costa de privatizar servicios básicos”. La Vanguardia, Junior Report, 12 de noviembre de 2019.

Hoy Chile mira al futuro con esperanza, en el umbral de la confección de una nueva Constitución que sustituya la aprobada durante la dictadura del genocida Pinochet. Luego de la celebración de un referéndum, en el que se derrotó, decididamente, al oficialismo, el pueblo chileno escogió entre sus constituyentes, con paridad entre hombres y mujeres, a candidatos independientes y a un sector significativo del pueblo mapuche, históricamente reprimido y marginado por los gobiernos neoliberales. El proceso estará liderado por Eliza Loncón, mujer mapuche, académica, lingüista y activista por los pueblos indígenas. La nueva Constitución considerará, entre otros, el agua y la vivienda digna como derechos fundamentales del pueblo chileno.

Mientras, Estados Unidos, a pesar de su enorme poderío militar y económico, se observa hoy como un país desprestigiado, en decadencia, con una sociedad abismalmente desigual, plagada de males sociales como la pobreza, el racismo, el consumo desmedido de drogas, el crimen y la corrupción, los que van acrecentándose en perjuicio, principalmente, de las minorías. El “sistema democrático” del que tanto alarde hacen, hoy se ve amenazado por los sectores de ultraderecha que atentan contra derechos adquiridos por el pueblo estadounidense tras años de lucha y sacrificio, entre los cuales están el derecho al voto de las minorías y los derechos reproductivos de la mujer. Para la sociedad estadounidense el futuro luce sombrío y el derecho a la “búsqueda de la felicidad” que contempla la Constitución estadounidense luce cada vez más difícil de alcanzar.

 

 

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