Mirada al País:Guat? Pregnant pajaritos?

 

Por Alana Álvarez Valle/Especial para CLARIDAD

Recordando a mi abuelita,

Los refranes que ella decía me hacían reír,

Y ahora soy yo quien los digo,

Escucha que tú también los vas a decir

(“Abuelita” por Colón/LaVoe)

Tuve la dicha de criarme muy de cerca con tres de mis cuatro abuelos, mis dos abuelas y mi abuelo materno. Tres maravillosos seres, llenos de sabiduría tanto académica como popular. 

Me regodeaba en las maravillosas historias de la finca en Caguas y en la plaza del pueblo. Me divertía con los cuentos de los bailes de debutantes en el Casino de Cabo Rojo, al igual que me moría de miedo con los relatos de aparecidos en la Isla de Mona o en el cruce de la Carretera 100. De la misma manera, que me fascinaba conocer cómo Puerto Rico cambió después de las políticas de Franklin Delano Roosevelt (FDR); sobre aquella vez que Pedro Albizu Campos fue a dar un discurso en un barrio, y de cómo fue la difícil emigración a Nueva York durante la II Guerra Mundial. 

Sin embargo, siempre llevo a Abuelita, a Mamita y a Papito conmigo porque repito sus refranes constantemente. Esa educación maravillosa que se transmite de generación en generación y que en la mayoría de las ocasiones explica de manera perfecta lo que una quiere decir. 

Pero, ¿qué pasa cuando tienes que hablar en inglés con gente que tiene sus propios refranes y en el idioma de Shakespeare? Pues los traduzco. 

It’s not the arrow, it’s the indian” (No es la flecha, es el indio), le dije a un compañero de trabajo que aseguraba que su teléfono inteligente tomaba mejores fotografías que la costosa cámara de su esposa. El gringo se quedó perplejo, en blanco.

El otro día me pasmé cuando dije en la oficina que la gente estaba “running around like headless chickens” (corriendo como gallinas sin cabezas). Solo un compañero afroamericano se rio y me dijo que su mamá decía algo similar. 

Definir qué es un refrán no es fácil, en particular porque mucha gente entiende que proverbio y dicho son sinónimos. La Real Academia de la Lengua Española (RAE) define un refrán como un “dicho agudo y sentencioso de uso común”.

Es obvio que no mucha gente los entiende, porque al fin y al cabo los refranes están intrínsecamente atados a la cultura de donde provienen. Además, el mismo refrán puede cambiar de un pueblo a otro. En distintos países se dan variaciones del mismo refrán. Su origen en la tradición oral juega, sin duda, un rol fundamental. 

Como me repito a diario, que hablar español es un acto de resistencia, digo mis boricuadas y –honestamente– me importa poco si me entienden o no. Allá los que sólo saben un idioma y conocen una sola cultura. Soy boricua y hablo en rice and beans (arroz con habichuelas) y for a good listener, a few words are enough (a buen entendedor pocas palabras bastan). 

Lo que sí me sorprendió fue que al hablar con mis amistades sobre este asunto, ¡la mayoría hace lo mismo! Frases como “That’s another 20” (Esos son otros 20), “Less dog, less fleas” (Menos perro, menos pulgas), “The monkey knows the tree that climbs” (Mono sabe palo que trepa), “If you have a shop, take care of it, if not sell it” (Quien tiene tienda que la atienda y si no, que la venda) se repiten por Hartford y Manhattan con soltura y fluidez. Cuando salgo con mi Dude y algún amiguito angloparlante y vamos para alguna tienda o lugar donde deben comportarse muy bien, les leo la cartilla como hacía Abuelita con mi hermano y conmigo. Para eso “Look with your hands and touch with your eyes” (Mira con las manos y toca con los ojos), es el refrán perfecto.

Sin duda alguna, la mejor de todas fue la que me dijo una de mis mejores amigas que es maestra de escuela superior: “I have a swollen ovary and the other one in process!” (Tengo un ovario hinchao’ y el otro en proceso). Confieso que me reí a carcajadas. “¿Y qué te contestaron cuando dijiste eso?”, le pregunté. “Pues algunas personas se rieron y los demás no sé, tampoco me importó demasiado. Estaba tan molesta que esa era la única manera de decir con exactitud lo que quería”. 

Ella dio en el clavo: los dichos o refranes son la manera perfecta de explicar un concepto o sentimiento –en muchas ocasiones– con un carácter de profundidad, de modo sencillo, coloquial y hasta jocoso. Porque puedo pensar refranes para una diversidad de situaciones, desde la más simple hasta la más complicada.

El otro día una amiga encontró algo sospechoso en el celular de su novio: “The one that looks, is going to find something” (El que busca encuentra).

Mi vecina me dio las gracias por darle pon: “Today for you, tomorrow for me” (Hoy por ti, mañana por mí). Mi prima tuvo que hablarle en inglés a su hija adolescente y su amiga gringa para que las instrucciones estuvieran perfectamente claras y “when you were going, I was coming” (Cuando tú ibas, yo venía) fue la frase perfecta. También están los más habituales y cotidianos como “I give three fucks” (Me importa tres carajos) o “What an infinite fuck!” (Que joder más infinito). “El de los ovarios y del joder infinito, son usuales entre mis colegas y hasta algunas personas los han adoptado”, declaró mi amiga. 

¿Y por qué no habrían de ser adoptados por personas de otras culturas? Los refranes son geniales. Son para usarlos a diario, para acogerlos, abrazarlos y repetirlos para que jamás sean olvidados, porque nos demuestran de donde venimos y quienes somos. Para mí significan ser la nieta de Víctor, Gullermina y Carlota, hija de Norma, de Manny y de Ariel; boricua orgullosa del Viejo San Juan de Puerto Rico. 

No obstante, hay algunos refranes que no tienen traducción y está bien. Hay que dejarlos tal cual, en su estado natural. Así son los de uno de esos seres imprescindibles, el querido colega periodista Luis Colón Rodríguez (QEPD), quién era un refranero popular andante. Por esa razón, mi “Luisismo” preferido ya se ha convertido en uno de mis lemas en esta vida, a veces tan dura. Lo llevo pegadito al alma y me ayuda cuando todo me abruma. Lo guardo intacto, con su sabor a salitre de Cataño y Puerta de Tierra, para acordarme que todo estará bien… porque “si tu mal no tiene cura, pa’ qué te apuras. Y si tiene cura, pa’ qué te apuras”. 

Artículo anteriorMirada al País: El día en que escuchamos  las voces de nuestros muertos
Artículo siguienteRicardo Jiménez: luchador incansable