Mirada al País:Palabras de ayer, retos de hoy

 

Especial para CLARIDAD

Cada vez que inicia un nuevo año abundan las resoluciones tanto a nivel personal – no faltan las promesas vinculadas a dietas y a exigentes regímenes de ejercicio físico – como en la instancia política, con los consabidos llamados a redoblar esfuerzos por el bien común. Es natural. Los comienzos, de lo que sea, suelen caracterizarse por el entusiasmo, el ánimo y los deseos de acción para combatir males, desde el exceso de peso hasta la desigualdad y la discriminación en todas sus innumerables manifestaciones.

Cuando el pasado inmediato ha estado lastrado de problemas no es extraño que las resoluciones adquieran más prominencia. El  2020 se recordará, sin lugar a duda, como el año de la pandemia y de sus efectos adversos en el mundo. En Puerto Rico el Covid-19 fue precedido por sismos y huracanes en el contexto de una profunda y prolongada crisis económica. Como si tal cuadro no fuera suficiente, acaba de cerrar su cuatrienio una administración gubernamental – acompañada de una junta imperial —  tan desastrosa que no se encuentran adjetivos que puedan describirla a cabalidad. Tal vez los intérpretes — ¿cantantes? — de música urbana, que no es muy “urbana” que digamos, den con el adjetivo adecuado, probablemente ofensivo a los oídos castos.

Muchos males son de antigua factura. También lo son los esfuerzos para erradicarlos. Esto no debe ser motivo de frustración ni de excusa para echar a un lado las resoluciones de principios de año. En todo caso, las luchas y las palabras de ayer son fuentes de inspiración y ayuda en la apertura de nuevos caminos.

En estos tiempos de pandemia las palabras de Hipócrates, el legendario médico griego, refiriéndose a lo que consideraba la más grave de las enfermedades, resultan particularmente pertinentes: “La vida humana es ciertamente una cosa miserable: la atraviesa como un viento tempestuoso una incontenible avidez de ganancias. ¡Ojalá todos los médicos se unieran en su contra para curar una dolencia que es más grave que la locura, pues la solemos considerar una bendición siendo como es una enfermedad y causa de numerosos males”!

Tal condena a la codicia data de alrededor de 400 años antes de Cristo, mucho antes que el desarrollo del capitalismo convirtiera al motivo del lucro en fuerza motriz central de la actividad económica. Desafortunadamente, el sistema de salud de Puerto Rico está montado sobre tal lógica. Basta ver la reciente publicidad de las aseguradoras de salud para advertir hasta que extremos de crudeza y vulgaridad pueden llegar para  hundir al competidor con tal de conquistar el “mercado de pacientes”.

La pandemia ha colocado sobre el tapete al imperativo de contar con un sistema integrado de salud capaz de responder efectiva y coherentemente a las urgencias públicas. Es hora de establecer un plan universal. Se trata de una resolución, muchas veces invocada, que no se debe olvidar. Después de todo, si se parte de los tiempos de Hipócrates, ha estado en agenda por más de 2,400 años. Ya numerosos países han cumplido con ella. Puerto Rico está rezagado.

También está sobre el tapete la erradicación de todo tipo de subordinación. En la reciente campaña electoral sobresalió el tema de la discriminación por género. Es elocuente que aumentó el número de mujeres electas a la Asamblea Legislativa, obteniendo dominio numérico en el Senado. Vale citar las palabras del economista clásico John Stuart Mill y de su esposa feminista Harriet Taylor: “Tenemos el derecho de afirmar que el hombre no ha podido adquirir acerca de la mujer, tal cual fue o tal cual es, dejando aparte lo que podrá ser, más que un conocimiento sobradamente incompleto y superficial, y que no adquirirá otro más profundo mientras las mismas mujeres no hayan dicho todo lo que hoy se callan”.

¡Imagínese la reacción a tales palabras en la sociedad patriarcal de mediados del siglo 19! Sobre las relaciones en el mundo del trabajo esta inusual pareja abogó por la conversión de las empresas en asociaciones de trabajadores en condiciones de igualdad. Por cierto, Stuart Mill fue el primer economista en reseñar favorablemente la experiencia de los Justos Pioneros de Rochadle, empresas cooperativas fundadas en 1844 que marcan el comienzo del cooperativismo moderno, movimiento que en Puerto Rico ha tenido logros respetables que sólo palidecen ante el potencial no realizado.

Cuando se hace referencia a la erradicación de la subordinación no se puede soslayar la necesidad de la descolonización. A esta necesidad se refería Albert Memmi en los comienzos de la segunda mitad del pasado siglo al acusar la mutilación que define al proceso colonizador: “Esta mutilación social e histórica es probablemente la más grave y la más preñada de consecuencias. Contribuye a generar las carencias que presentan los otros aspectos de la vida del colonizado; y, por un efecto de retorno, frecuente en los procesos humanos, se ve alimentada por las demás debilidades del colonizado”.

Cumplir con las resoluciones, con las diversas agendas, presume vencer obstáculos. En el caso del pueblo de Puerto Rico hay que superar el colonialismo que lo tiene política, económica y psicológicamente encapsulado. Definitivamente, las palabras de ayer resumen los retos de hoy.

 

 

 

 

 

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