Nada puede impedir el amanecer

 

Por Marcelo Barros / Especial para En Rojo

En todo el mundo, la naturaleza se ha vuelto impredecible. Llueve en la estación seca y hace calor en época de frío. El calentamiento global provocado por la sociedad humana provoca cambios climáticos repentinos y imprevisibles. Del mismo modo, en las sociedades, nuevas experiencias pueden ser sofocadas o en peligro.

Esta semana, los católicos recuerdan que el 11 de octubre de 1962, en Roma, el Papa Juan XXIII convocó a todos los obispos católicos del mundo y los reunió en el Concilio Vaticano II. Hizo eso para renovar la Iglesia y abrirla a la unidad con otras Iglesias, como Jesús deseaba. Con ese espíritu, Juan XXIII abrió el diálogo de la Iglesia con la humanidad. Ahora, después de casi sesenta años, estas tareas aún no se han completado. En 2012, antes de su muerte, el cardenal Carlo Martini afirmó que la Iglesia católica tiene al menos doscientos años de retraso con relación a la historia. Ahora, después de décadas en que la cumbre de la Iglesia se había cerrado al diálogo con la humanidad, el Papa Francisco lo reanudó.

En esos días, en el Vaticano, el Papa reúne a obispos de todo el mundo en un Sínodo para abordar la Amazonía y la ecología integral como misión de la Iglesia. Es la primera vez en la historia que un papa señala que la Iglesia debe escuchar y propone que obispos y sacerdotes escuchen la voz de la Amazonía. Eso implica escuchar el clamor de la tierra y, al mismo tiempo, el clamor de los pobres. Supone una Iglesia profética, capaz de asumir la causa de la Amazonía, especialmente de los pueblos originarios.

En eses días, desde el Sínodo que ocurre en Roma, todo el mundo mira la Amazonia. Son muchos los intereses económicos en juego. Por eso, hay mucha tensión.  Para que la propuesta original del sínodo sea asumida por todos los obispos y por el papa, la lucha será como la del pequeño David, frágil, con su honda de pastor contra el gigante Goliat con sus poderosos armamentos y armaduras. De todo modo, no podemos perder la esperanza. Jesús dijo: “La verdad vos hará libres” (Jn 8, 35). Nadie podrá detener la voz del viento. Nada podrá ahogar el grito de la profecía. 

En un mundo dominado por el poder económico y la sociedad muy influenciada por la guerra mediática, el obispo Helder Camara llamaba los pequeños grupos proféticos, comprometidos con la transformación del mundo, de  minorías abraámicas. Así como Dios hizo a Abraham, viejo y estéril, padre de una nueva raza, los grupos proféticos son portadores de una nueva historia. 

Artículo anteriorSolo en el facismo es delito votar
Artículo siguienteCon café no se brinda