Ni aplausos ni paciencia

Otro posible titular para este artículo podría ser ¡ESTA BUENO YA!, porque ese es el grito que está en los labios de los cientos de miles de puertorriqueños que estuvieron cuatro o cinco días sin energía eléctrica y, parte de ellos, también sin agua potable. Muchos todavía lo están. A todo ese mar de gente el Gobierno les pide paciencia advirtiendo del momento difícil “que vive el país”. Junto con el pedido de paciencia suenan los aplausos hacia el mismo Gobierno porque, entre otras cosas, “se han comportado con serenidad en medio de la crisis”.

Los cientos de miles de personas que ha estado sin los servicios básicos que de ordinario debe tener una sociedad medianamente moderna, no viven en áreas rurales ni aisladas, sino en los grandes centros urbanos. El lunes 11 de septiembre, a seis días de la tormenta, el centro de Río Piedras está a oscuras y gran parte de Hato Rey, que es el centro de la Capital. Al indispensable Centro Médico le dieron luz a duras penas, luego de estar dos angustiosos días paralizado. Los hospitales del área –el Maestro y el Auxilio Mutuo– también estuvieron a oscuras varios días. Los altos condominios del sector operan con generadores, pero en algunos estos equipos fallaron dejando a sus residentes atrapados en alturas de hasta 20 pisos.

¿Por qué nos piden paciencia? Dicen que estamos en una “emergencia” sobrevenida tras el “paso del huracán Irma” que era “categoría 5”, que atacó con fuerza devastadora. También dicen que el Gobierno está dando “el máximo” y que por eso debemos aplaudirlos, como ya hizo el diario El Nuevo Día a todo despliegue.

Es falso, totalmente falso, que Puerto Rico haya sido atacado por un huracán, mucho menos de categoría 5. El poderoso huracán Irma pasó al norte de la isla y sólo algunos municipios del Este, en su franja costera, enfrentaron vientos huracanados, aunque jamás de categoría 5. El resto de la Isla enfrentó vientos que apenas llegaron al nivel de tormenta, de esos que tumban ramas y algunos árboles. Sufrimos el golpe de lo que antes llamaban una “tormenta platanera”, porque sólo tumbaba las matas de plátano cuyo tallo es muy frágil.

El apagón masivo que enfrentó el País no llegó como resultado de la tormenta, sino que fue el producto de una negligencia de larga vida en la que el partido político que en la actualidad controla el gobierno colonial, el Partido Nuevo Progresista, tiene una altísima cuota de responsabilidad. De hecho, la inmensa mayoría del país perdió el servicio eléctrico antes de que llegara la primera ráfaga de viento. Al medio día del miércoles 6 de septiembre ya buena parte del país estaba sin electricidad y en ese momento el huracán andaba por Islas Vírgenes. Luego, cuando llegaron las ráfagas de la tormenta platanera los pocos que todavía tenían luz, la perdieron.

La negligencia acumulada en la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) por todos los gobiernos anteriores, incluyendo de manera destacada a los de Pedro Rosselló y Luis Fortuño, la llevaron al estado de quiebra en que se encuentra. Todos ellos convirtieron la AEE en un gran centro de patronazgo político donde las malas decisiones y el despilfarro (¿recuerdan el Gasoducto?) fueron la orden del día. Mientras la negligencia campeaba, se abandonó el sistema dejándonos a merced de cualquier viento.

Por eso no podemos tener paciencia. Porque ese llamado a la “comprensión” y a la “paciencia” es también un llamado al olvido, a que echemos al baúl del pasado todas las acciones de aquellos que se cebaron con el jugoso presupuesto de la principal corporación pública del país. La AEE siempre ha sido el plato fuerte del botín político que se reparte cada cuatro años. Ese preciado recurso fue parte importante del “banquete total” que disfrutó Luis Fortuño cuando llegó a la fortaleza en enero de 2009. Tan pronto llegó comenzó a ordeñar la vaca y ese ordeño es el que ahora se refleja en líneas de trasmisión que se caen ante cualquier soplo porque la base está corroída.

Tampoco podemos aplaudir al actual gobernador, Ricardo Rosselló, porque se paró ante las cámaras de televisión a cada hora para decirnos del grave peligro que se acercaba, mientras nos recordaba el pasado que heredó. Es cierto que lo heredó pero entre los causantes de esa herencia está su señor padre, Pedro, y su correligionario Luis. También son causantes, y de forma destacada, los funcionarios del partido opositor, el PPD, quienes también ordeñaron de la misma vaca.

Ricardo Rosselló no tartamudeó ante las cámaras como lo hacía Alejandro García Padilla, ni dijo mentiras evidentes como tanto lo hizo su antecesor inmediato. Sin duda se benefició de que la gente tenía muy fresca en la memoria la pavorosa incompetencia del gobernador inmediatamente anterior y de ahí algunos aplausos. Pero esa ventaja comparativa en cuanto al ”performance” televisivo no puede llevarnos a olvidar que somos víctimas de la politiquería y del desgobierno tanto del PPD como del PNP.

Como resultado de ese pasado muy presente nuestro país ha estado, ¡innecesariamente!, una semana sufriendo todo tipo de percance. Por eso nadie debe pedirnos paciencia ni mucho menos aplausos.

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