Nigerianos en el espacio, alienígenas en Johannesburgo. Un breve acercamiento a la ciencia ficción africana

 La ciencia ficción escrita por africanos es abundante pese al desconocimiento global. Mencionaré de pasada autores como el nigeriano Tchidi Chikee, el ghanés Kojo Laing y el congolés Emmanuel Boundzeki Dongala. Vale mencionar el movimiento sudafricano de ciencia ficción que, aunque no ha sido traducido al español, nos ha llegado su impronta cinematográfica con el largometraje de 2009 Distrito 9 de Neill Blomkamp, basado en un cortometraje del propio Blomkamp en 2006, Alive In Joburg (Vivo en Johannesburgo).

 

Por Erick J. Mota*

 

         En la primera temporada de la serie de ciencia ficción Sense8, de la autoría de las hermanas Wachowski, escuchéun diálogo que me hizo reflexionar. La conversación era entre un personaje que vivía en Kenia y otra que vivía en la India, imposible recordar nombres. El keniano vivía en un gueto mientras la mujer india era clase media. Por azares de la historia la mujer de la India puede ver por los ojos del africano la habitación de este último. En una pared de la paupérrima habitación colgaba un televisor pantalla plana de dimensiones gloriosas. Al ver esto la mujer dice: «He visto esto en varios barrios pobres aquí en la India. La gente prefiere comprarse un gran televisor antes que una cama». A lo que el keniano responde con la lapidaria frase: «La cama te mantiene en el gueto, el televisor te saca de él».

Profundamente avergonzado, al darme cuenta que más de una vez había pensado como aquella mujer india de la serie, comencé a reflexionar sobre los estereotipos. Recordé cuando casi pude conocer en persona a Deji Bryce Olukotun. Me habían invitado a un panel sobre ciencia ficción en el Bronx Musseum y el autor nigeriano sería el moderador. Cuando leí su biografía quedé profundamente sorprendido al leer el nombre de su novela de 2014: Nigerians in Space. Primero me pareció profundamente bizarro encontrar ciencia ficción en Nigeria, después me pareció que lo primero que pensé era profundamente prejuicioso. ¿Acaso porque alguien naciera en Nigeria debía abandonar sus sueños con el espacio únicamente por haber nacido en el continente incorrecto? No era yo, un niño nacido en una isla del Caribe que soñaba ser cosmonauta y terminó escritor de ciencia ficción, la persona que debía juzgar tan duramente a este escritor. Pensé en la idea que tienen de los cubanos en países del primer mundo y lo inaudito para muchos de que un cubano se gradúe de Física, no quiera irse del país, no jinetée y, para colmo, tampoco escriba realismo sucio. Terrible lo que hacen los estereotipos a la opinión generalizada.

         Por entonces ya había decidido que no haría un cyberpunk en Tokio o un steampunk en Londres. Si en mi obra los extraterrestres intentaban colonizar la Tierra debían empezar por la Habana o, en su defecto, Santiago de Cuba. Así que me entusiasmó conocer a un colega de la patria de los yoruba (centro filosófico de mis novelas y en una buena parte del afrofuturismo caribeño). Al final no pude conocerlo. No hubo manera posible de convencer a la funcionaria de la Embajada de Estados Unidos en Cuba que yo no cumplía con el estereotipo y regresaría a Cuba después de aquel viaje. Lo que más lamenté fue no conocer a un escritor africano de ciencia ficción. Un colega que se arriesgó a soñar.

         Años después, conocí del programa espacial nigeriano, de su esfuerzo por poner satélites en órbita y su reciente aviso de poner un hombre en la órbita en 2030 (así que Olukotun no estaba tan divorciado de la realidad). Un poco después conocí de la obra de Nnedi Okorafor, matemática nacida en Igbo, Nigeria, y autora de ciencia ficción que ha logrado publicar en el mercado norteamericano. Reconocida por los premios Hugo y Nébula, otorgados a su novelaBinti, primera de una trilogía seguida de Hogary Mascarada nocturna. Todas, por suerte, descargables en español junto con su primera novela ¿Quién le teme a la muerte?postapocalíptico que resultó ganador del World Fantasy Award de 2011. Como teórica del tema. Nnedi Okorafor ha planteado en diversos artículos la necesidad de adaptar la ciencia ficción a las realidades culturales africanas. Lugares donde carecen de sentido las historias de miedo a la tecnología informática debido a la falta de masividad de computadoras; y sin embargo, calan profundo las apocalípticas, y el temor a la tecnología bélica automatizada. Esto se debe a la realidad africana desbordada de disputas tribales, masacres y drones, al punto que entre los estudios culturales de las universidades africanas existen temáticas impensables para la academia europea o norteamericana como: Conflictos y relaciones entre población civil y militar. Estudios que mucho me temo deberíamos incluir en la academia latinoamericana e independizarnos de la academia del primer mundo, pero esa es otra historia.

 

 

25 de mayo de 2020

 

El autor es un escritor y crítico cubano. El texto que reproducimos se publicó originalmente en https://www.centronelio.cult.cu.

Artículo anteriorEnfrentando la pandemia (I), una guerra en la que la humanidad precisa un frente común
Artículo siguienteSerá Otra Cosa: Estampas costumbristas de ayer y de hoy