No hay nada complicado en lo que pasa en Palestina

 

(N.de E. Vuelven a ocupar titulares las matanzas de la policía y el ejército de Israel en la parte oriental de Jerusalén en Palestina. La gran prensa del mundo occidental se adentra en un túnel de palabras y conceptos complicados para evitar llamar las cosas por su nombre. Asia Khatun es una escritora independiente y editora jefe de la revista literaria cibernética Thawra. En prosa sencilla y clara, de forma breve, y sin rodeos ni juegos de palabras, ella describe lo que ha ocurrido en Jerusalén durante las pasadas semanas, y en toda Palestina durante demasiado tiempo. Este artículo fue publicado el 12 de mayo en la edición web de la revista socialista estadounidense Jacobin. La traducción es de CLARIDAD).

Por Asia Khatun

“Debemos estar absolutamente claros sobre lo que está pasando en Jerusalén: una de las naciones más militarizadas del mundo, Israel, está llevando a cabo una ocupación brutal utilizando la violencia racista y la limpieza étnica”.

Las pasadas semanas han visto en acción al colonialismo de asentamientos, después que un tribunal de distrito de Jerusalén exigiera la expulsión de cierto número de familias palestinas de sus hogares en el vecindario de Sheikk Jarrah en el territorio ocupado al este de Jerusalén. Estos mismos palestinos, que habían sido desplazados de Yafa y Haifa en 1956 bajo el mandato de Jordania, fueron removidos forzosamente de sus hogares por colonos respaldados por la Policía de Israel, aunque la decisión sobre las expulsiones haya sido ahora aplazada por un tribunal de mayor jerarquía. Naturalmente, esto provocó indignación y llevó a la movilización de familias y personas en el área para protestar lo que consideran que es un paso más hacia la anexión del territorio oriental de Jerusalén.

Muy cerca, en la mezquita de Al-Aqsa, los fieles que asistían a los rezos nocturnos por el mes sagrado del Ramadán, fueron atacados con bombas y gases lacrimógenos por soldados armados. La violencia ha escalado ahora a disparos de cohetes por parte de Hamas y ataques aéreos por parte de Israel. Hasta el martes (de la pasada semana), 24 palestinos, entre ellos 9 niños, habían muerto en estos incidentes y había cientos de heridos, según datos del Ministerio de Salud de Gaza.

Muchos de los principales medios de comunicación han denominado estos eventos como “enfrentamientos”, o “un conflicto” sobre “desahucios”, utilizando dichos términos en titulares que contribuyen al ambiente lingüístico que ya conocemos demasiado bien. Estas palabras tienen cierto éxito: sirven para blanquear y quitar importancia a las acciones de un etno estado neocolonialista que ha pretendido convertir la continua opresión de los palestinos y la negación de sus derechos humanos en norma internacional.

La normalización del colonialismo empieza por donde siempre lo ha hecho: el lenguaje. Una particular selección de palabras y vocablos, ya sea por irresponsabilidad o por mera ignorancia, refuerza la noción de que este es un conflicto en el que ambos bandos poseen los medios para ser equitativamente violentos uno hacia el otro. Lo cierto es que Israel es una nación con una fuerza de ocupación entre las más militarizadas del mundo, y está respaldada por billones de dólares y armamentos desde Estados Unidos. Las sociedades occidentales generalizan y creen en una dinámica de poder que, simplemente, no existe en este caso. La falta de entendimiento sobre esta realidad es una consecuencia directa de décadas de haber confundido y fusionado los términos anti Sionismo y antisemitismo, lo cual desvía la conversación de la limpieza étnica que ocurre en Palestina.

Los principales medios de prensa desvían la conversación sobre las muertes de palestinos hacia Hamas y sus cohetes. En la mañana del 11 de mayo, el jefe de la Misión Palestina al Reino Unido, Hussam Zomlot, estuvo en el noticiero de la BBC explicando que las medidas reactivas del grupo (que fue inicialmente financiado por Israel en su desesperación por contrarrestar a los secularistas de la Organización de Liberación Palestina) no deben tener más peso que las violaciones a los derechos humanos que ocurren sobre bases diarias y resultan en un creciente número de fatalidades. Palestina no está en un vacío de poder, súbitamente gobernada por Hamas: es una región desestabilizada intencionalmente, mucho de la cual funciona como una prisión al aire libre que Israel pueda controlar.

Esa línea repetitiva de preguntas tiende a crear dudas sobre lo que realmente ocurre, y ya sea intencionalmente o no, la reticencia a reconocer las acciones criminales de Israel son parte de la razón para que la ocupación se haya convertido en una paradoja: los “enfrentamientos” se reportan con sensacionalismo, mientras las muertes de palestinos son incidencias ordinarias.

En el Reino Unido, los políticos de centro izquierda han rehusado asumir una posición fuerte contra el gobierno del “apartheid”. Días después de que Jeremy Corbyn le implorara a Joe Biden que “pusiera una enorme presión e influencia sobre el gobierno de Israel”, Keir Starmer, el actual líder del Partido Laborista, envió un “tweet” haciendo una tibia referencia a la violencia. La solicitud de Starmer para que el gobierno israelí “trabaje con los líderes palestinos para desacelerar las tensiones” corresponde a la percepción de que el gobierno israelí quiere trabajar con los líderes palestinos- pero hace solo un año el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu proclamó: “Nosotros dictamos las reglas de seguridad…Ellos seguirán siendo sujetos palestinos.”

La consecuencia de la disputa lingüística es que la anexión de las tierras palestinas por parte de Israel, lo cual es una violación de la ley internacional, se hace tragable. Los palestinos han intentado combatir su supresión a través de las redes sociales con vídeos y “hashtags”, tales como #SaveSheikkJarrah, en los cuales documentan la brutalidad gráfica que ocurre en su entorno. Pero muchos han sido censurados: sus mensajes escondidos, o eliminados. Silenciar a la disidencia en la esfera digital es otra forma peligrosa de control sistémico, que niega la libertad de expresión y limita la libertad de prensa.

Las acciones de Israel se centran en un dogma alrededor del cual se pueden alinear todos los neo colonialistas. Cuando comete sus crímenes, se rehúsa a reconocer la ilegalidad e inhumanidad de su continuada ocupación de Palestina y así la normaliza. El colonizador ha sido el protagonista del discurso mediático por tanto tiempo que las palabras se escriben solas. La limpieza étnica de Palestina es siniestra en todas sus formas, pero la manipulación del lenguaje para convertir en villano a un pueblo, que por más de setenta años ha sido despojado de su dignidad y humanidad, es particularmente aborrecible.

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