Nota necesaria sobre Walter y Walter Mercado

 

Por Efraín Barradas  / Especial para En Rojo

Aclaro desde el comienzo que distingo entre Walter Mercado o Mercado y Walter. El primero es la persona que acaba de morir; el segundo, el personaje que el primero creó y que se convirtió en un fenómeno mediático que impactó inmensamente a Puerto Rico, a las comunidades de origen latinoamericano en los Estados Unidos y a muchos países latinoamericanos. Sé que Walter Mercado adoptó posiciones políticas de derecha, pero ese aspecto de su vida, como tampoco su vida privada, es la que me interesa. Me interesa y me interesaba Walter: el fenómeno mediático que cautivaba con sus capas, sus joyas, sus manierismos, su prédica religiosa ecléctica, su ambigüedad genérica, con su sentido del camp, con su performance que casi a diario cautivaba a miles y miles de televidentes y lectores. 

Por ello pensé que había que acercarse a Walter desde una seria perspectiva, desde una mirada académica. Con ese objetivo organicé un panel para la conferencia de LASA (Latin American Studies Association), la organización académica de más prestigio en el campo de los estudios latinoamericano. Esta se celebró en junio de 2009 en Río de Janeiro y el panel que organicé para la misma sobre Walter estaba compuesto por Eliseo Colón Zayas, de la Universidad de Puerto Rico, Tace Hedrick, de la Universidad de Florida, Ignacio Rodeño, de la de Alabama, y yo. El profesor Colón, experto en semiótica, exploró la construcción del personaje llamado Walter a través de las fotos suyas que aparecían en revistas populares puertorriqueñas. La profesora Hedrick estudió las fotos de la casa de Mercado y cómo estas reflejaban la imagen de Walter. El profesor Rodeño estudió el fracaso de Walter en España, mientras yo dediqué mi trabajo a leer los dos libros escritos por Mercado dentro del contexto intelectual y religioso latinoamericanos. El panel fue un éxito porque muchos de los asistentes creían que era una broma y se sorprendieron ante la seriedad intelectual del mismo.

Pensamos de inmediato en reunir los trabajos en un libro, pero el plan no se hizo realidad. Algunos de los trabajos se publicaron en importantes revistas académicas. Tras la noticia de la muerte de Mercado – casi simbólico es que haya muerto el día de los muertos, el 2 de noviembre – pensé en mi trabajo de hace diez años. Pensé que todavía hay que examinar más a Walter Mercado y a Walter. Recalco que la persona, Mercado, no es mi punto de interés; eso lo dejo a biógrafos como Víctor Federico Torres que pueden escribir un libro sobre su vida como ya ha hecho con otras figuras de nuestra cultura popular. Mi interés está en Walter. Y como he visto que muy poco se ha hecho al respecto –leerlo desde una perspectiva intelectual– pensé que sería útil y hasta necesario volver al tema que ya traté para aquel panel en Brasil. Pero confieso que tengo poco o nada nuevo que añadir a las páginas que entonces escribí. Pero la necesidad o, mejor, la urgencia de acercarnos a Walter desde una perspectiva intelectual – lo que parecerá una paradoja sino un imposible para algunos – me lleva a compartir la última página de mi trabajo de entonces con algunos pequeños cambios de estilo y con la gran esperanza de que otros estudiosos sigan la labor. Aquí va, pues, esa vieja página que todavía me parece una nota necesaria.

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Eclecticismo y contradicciones, críticas indirectas y política conservadora, performance ambiguo e ironía solapada: estos polos, a veces opuestos y siempre complementarios, describen el mundo que se ha ido construyendo Walter Mercado. Y ese mundo, a pesar de sus contradicciones, es mucho más complejo que lo que a primera vista parece ser. Es que la ideología que lo sustenta podrá ser llana, hasta chata, y no alcanzará nunca una síntesis religiosa ni un mestizaje ideológico que sirva para hacer a Mercado una figura innovadora. Pero su función, a pesar de ello, es de importancia y única en el contexto latinoamericano. Por ello y si seguimos las definiciones del antropólogo Victor W. Turner, podemos decir que más que chamán o gurú, Walter y Mercado son respectivamente el sacerdote – “el sacerdote preside un rito” – y el profeta – “un innovador y reformador” – de una fe inexistente, del “Walterismo”, una religión que para muchos es teatro, puro teatro, en el mejor de los casos, y mera charlatanería comercial distorsionadas por las luces de celebridad mediática, en el peor de ellos. Pero una lectura detenida y atenta de sus libros, especialmente del primero de los dos, Más allá del horizonte… (1997), revela que tras sus ropajes andróginos y sus préstamos litúrgicos se esconde un ser que, sin destacarse en el campo intelectual, es capaz de subvertir, aunque sea ligeramente, las creencias religiosas de cierto público latinoamericano. Quizás la subversión más radical no la podemos hallar en los textos de Mercado que sólo complementan el performance de Walter, performance que, valiéndose de artefactos kitsch, de vestimentas queer y de manierismos camp, lo convierten en un verdadero trasgresor que hace que su público se tenga que cuestionar muy seriamente los presupuestos ideológicos machistas que sustentan toda nuestra cultura. Y todo eso lo hace muy efectivamente – como las novelas de Balzac que leía Engels – porque lo hace de manera aparentemente inocente en la que lo único que parece predicar es “amor, amor, pero mucho amor”.

(“El evangelio según san Walter o las contradicciones de la Era de Acuario”, Revista Iberoamericana, volumen XXXII, número 227, 2016, pp. 743-755)

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Ha muerto Mercado, Walter Mercado, que en paz descanse. Pero Walter sigue vivo y a él hay que estudiarlo porque es un fenómeno cultural de importancia. Espero que pueda leer muchos textos más sobre su obra y hasta su vida también.

Gainesville, Florida

4 de noviembre de 2019

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