Nuevo acento del español boricua

Tengo claro que el idioma es una parte integral de la cultura de cada ser humano. Para los boricuas en la diáspora más que parte de tu puertorriqueñidad, es tu arma de resistencia y lucha.

Y la lucha es constante, cotidiana y ¡ardua!

Uno de mis temores más grandes como madre inmigrante en un país anglo es que mi chiquito no hablara español. He sufrido con mis amistades y sus cuentos trágicos de como sus hijos se niegan a hablar la lengua de su familia una vez comienzan en la escuela, a pesar de que solo se habla español en la casa. “Por lo menos lo entiende, aunque conteste en inglés”, es la frase que me repiten como consuelo, para mí y para sí mismas.

Para las personas migrantes, el idioma del país de origen es muy importante. No solo por las frases idiomáticas, también porque te da los vocablos de la gastronomía, de la música, de la fe, de las palabras de cariño y afecto. Por eso los chinos tienen escuelas de mandarín los fines de semana, así como las comunidades musulmanas tienen las suyas, para mencionar algunos ejemplos.

Sin embargo, con el español es diferente. En especial el español en los Estados Unidos y en Puerto Rico. En los Estados Unidos nunca se ha visto bien que las personas hablen español. El racismo y la xenofobia que muchos estadounidenses tienen en las entrañas se convierte en un odio visceral cuando se trata de los latinoamericanos y sobre todo de los puertorriqueños. No solo es así por las obvias razones de racismo y xenofobia, también por la mentalidad imperialista y colonialista.

Y duele y mortifica más que en otras circunstancias porque no solo somos discriminados por los anglos blancos, sino por muchos negros y hasta por ciertos migrantes pobres, que por el hecho de que los boricuas tenemos la ciudadanía americana (estadounidense) intentan humillarnos a la primera oportunidad.

Luego de ser vejados, muchos puertorriqueños y puertorriqueñas de las primeras olas de migración a los Estados Unidos, allá desde principios y hasta mediados del siglo XX (20), no le fomentaron a su descendencia que hablaran español. Se les hizo muy difícil. No tenían ni las herramientas ni el tiempo y la presión de la sociedad en ese momento histórico era brutal. También, porque querían que se adaptaran, que pasaran como ‘americanos’ y así no sufrieran ni fueran agredidos.

No obstante, eso ha cambiado. Tal vez por la globalización o por la representación boricua en el Congreso, pero principalmente porque los boricuas migrantes de los pasados 20 años estamos en una situación diferente. El nivel de la clase social, de escolaridad y de experiencia de trabajo profesional hace que queramos que nuestros niños y niñas sean bilingües (o más). Reconocemos las ventajas y la importancia de saber más de un idioma, y sobre todo porque atesoramos nuestro terruño y valoramos los lazos afectivos, culturales y económicos que tenemos con nuestra bella isla.

Por eso, a pesar de que vivimos en tiempos en que el racismo se torna rampante con el aval del presidente Donald Trump, la diáspora boricua sigue hablando español llena de orgullo.

Me propuse que haría todo lo que estuviera dentro de mí para que mi crío tuviera una base sólida de español una vez comenzara su preescolar. Lo principal es tratar de limitar el bombardeo constante del inglés, por lo menos en el hogar.

Como lograr esa tarea es casi una misión imposible, los boricuas aceptamos todo tipo de herramientas existentes para lograrlo. Eso incluye consumir solo medios de comunicación en español, juguetes didácticos en español, entre otras.

Por casi tres años, guardé a Michael Jackson, a Los Beatles, a Bob Marley para darle rienda suelta a El Gran Combo, a Maelo, Lavoe, Cultura Profética, Vico C y Grupomanía (¡hay que enseñarles de todo!); y también Juanes, Juan Luis Guerra, Aterciopelados y Buena Vista Social Club y muchos artistas más.

Nos pulimos en sinónimos (y acentos) latinoamericanos y castellanos para hablar con naturalidad de que naranjas y chinas son lo mismo, al igual que guineo, banana y plátano; chorrera, resbaladilla y tobogán, violeta, púrpura, morado y malva… Hemos descubierto grupos infantiles fabulosos como el español Pica Pica, que le da apoyo a los ya gastados DVDs de Atención Atención. Cultivo técnicas de búsqueda en las plataformas digitales para encontrar películas, vídeos y series habladas en el idioma que comparten cerca de 590 millones de personas en el mundo.

La red de apoyo, la familia escogida en el exilio, nos ayuda a solidificar que el chiquito escuche y converse el idioma de la patria. Los maravillosos libros de cuentos que estimulan la imaginación y la creatividad, también juegan un papel importante, al igual que las periódicas visitas de las abuelas y las navidades en el terruño.

De este modo, el chico entró en su preescolar sabiendo decir ‘Buenos días’ y nada de ‘Good morning’. Y aunque siempre supe que era lo mejor para el tipito, y en más de una ocasión tuve que respirar profundo cuando me decían ‘pero y ¿cuándo le vas a enseñar inglés?’ a modo de crítica disimulada, tengo que confesar que me dio temor de que mi experto en Los Mulatos del Sabor fuera discriminado o tuviera dificultades de socialización en el idioma de John Lennon.

Siete meses más tarde con orgullo puedo decir que ahora añadimos ‘seashell’ como sinónimo de caracol, caracola y concha y cantamos tanto ‘Cumpleaños feliz’ como ‘Happy Birthday’ y ‘Las Mañanitas’. Tenemos un acento boricua nuevo… ese que es mezclado con español de España, mexicano y de otras naciones latinoamericanas, y además con el ya aceptado spanglish.

Porque gracias a la literatura de Pedro Pietri y otros escritores, y a las nuevas generaciones de boricuas orgullosos criados en la diáspora, las Jennifer López, los Lin-Manuel Miranda, los Larry Ayuso y los Víctor Cruz de la vida, se ha abrazado el uso cotidiano del spanglish y del español con acento del inglés.

Como explicó el doctor José Luis Vega, director de la Academia de la Lengua Española en Puerto Rico, en entrevista en el programa Agenda de Hoy, los idiomas están en constante evolución y no son los académicos los que lo deciden, si no los hablantes.

Por eso si mi Dude cuando sea mayor continúa con sus palabras boricuas, mezcladas con las de España, El Salvador, México y con su acento de ‘español neutro’, no sentiré nada más que orgullo.

Porque nada más emocionante y hermoso que escuchar a la bella, medallista de oro, Mónica Puig, agradecer en su buen español, con acento del inglés, a su pueblo por todo el amor y atenciones.

Sé que aún no puedo cantar victoria, que la enseñanza del español boricua será una dura batalla diaria por el resto de la vida o por el tiempo que nos quede en el exilio. De igual modo, ahora me siento segura y comprometida con que se puede lograr, que hay que dar la lucha y resistir.

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