Organizaciones comunitarias: la base de la pirámide

Eran las 9:00 de la mañana. De Caguas a Cayey, por la carretera número 1, se sentía el fresco que caracteriza la zona, y más porque estaba nublado. Sin embargo, el sol decía presente también. Era uno de esos días en que pareciera que las nubes y el sol pelean en lo alto.

Precisamente, el semanario CLARIDAD se reuniría con un grupo de líderes comunitarios, de esos tantos que desde diferentes trincheras dan la batalla contra viento y marea por un mejor país. Ésos que evidencian que el sol siempre sale.

Mientras conversábamos en el centro comunal José L. “Tati” Ríos de la comunidad Las Vegas de Cayey, solo el 15 por ciento de ese municipio estaba energizado o lo que es igual, tres de los 22 barrios que conforman ese pueblo. Tras el huracán María, además de sobrevivir sin energía eléctrica por cuatro meses, los y las cayeyanas –y el resto de los y las puertorriqueñas– han ido despertando la conciencia de comunidad que permanecía dormida, según aseguraron los líderes.

¿Le traerá beneficios reales al pueblo la privatización del servicio de energía eléctrica?, preguntamos a quienes han estado inmersos por años en la gestión comunitaria. “Sí, nos está (el gobierno) ayudando a abrir los ojos. A darnos cuenta de que tenemos que continuar evaluando las posibilidades de luz solar”, contestó en seguida Guillermo Pagán, vocal del Comité de Desarrollo Integral (CDIC).

Por su parte, Pedro Rodríguez interpreta el anuncio de privatización de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) como una “cortina de humo” para desviar la atención pública. “Esto es una movida política, una cortina de humo que están tirando para que la gente deje atrás el problemita de que no tiene luz y para que no se manifieste”.

“Nosotros como organización tenemos el potencial para luchar contra cualquier propuesta gubernamental millonaria. Míralo como una pirámide: la base, que es lo más importante, somos nosotros, las organizaciones comunitarias, ya después se siguen montando las empresas y el gobierno, que está en el pico. Pero el hecho de que esté en lo más alto no significa que es el más fuerte porque nosotros sostenemos a ese gobierno… Si nosotros nos organizamos, el gobierno va a temblar”, dijo firmemente Carmen Rosa “Rosita” Rosado, portavoz del CDIC.

Tras el paso del huracán hace cuatro meses, los diferentes sectores del barrio Las Vegas continúan organizados para repartir los suministros que reciban del Municipio, la Cruz Roja y otras fundaciones que se han interesado en ayudar al barrio. Esa organización ejemplar, provocó que el CDIC, fundado hace cinco años, se diera a conocer en todo Cayey y que llegaran hasta allá filtros de agua, colaboración de iglesias, generadores de electricidad, toldos, entre otros.

Según dijeron, ahora hace falta que todas las comunidades de Cayey se unan para evitar tener tanta dependencia del Municipio. “Muchas veces la gente piensa que el Municipio tiene que venir y limpiarnos la calle y hacerlo todo, pero cuando uno está en una crisis como ésta uno se da cuenta de que todos nosotros somos una cadena y que el Municipio sí es importante, pero las comunidades y los individuos que están dentro somos los que sabemos nuestras necesidades y los que tenemos que envolvernos para mejorar”, afirmó Judith Crespo, portavoz del movimiento Cayey para el mundo.

Cayey para el mundo

A finales del 2012, Judith Crespo junto a su esposo Antonio Arriaga y otros residentes de Cayey se organizaron y formaron el movimiento Cayey para el mundo con la intención de levantar voz de resistencia contra la posibilidad de una construcción masiva que amenazaba los terrenos agrícolas de la vaquería Montellano, aledaña a la carretera 743.

En aquel momento, la preocupación de los residentes era por lo que representaban los planes de realizar el proyecto “Ciudadela de Cayey”, el cual pretendía desarrollar un centro comercial, un hotel-casino y alrededor de 4 mil 389 estacionamientos en los terrenos fértiles de la vaquería. Estos planes de construcción, sumados al desarrollo de un parque tecnológico e industrial y a una vía que conectara el expreso 52 con la carretera 743, estaban respaldados desde la alcaldía de dicho municipio.

Al tiempo presente, legalmente, aún les quedan dos años a los desarrolladores privados para impulsar el proyecto. Según Crespo, aunque muchos residentes están de acuerdo con esa posibilidad por creer que será una fuente de trabajo, luego de María hay muchas otras personas que han entendido la importancia de cuidar la naturaleza, “de que no se debe sembrar cemento en nuestros barrios, que esos terrenos son para que las vacas estén pastando, para sembrar”.

En efecto, el desarrollo de ese proyecto amenazaría con posibles hallazgos arqueológicos de la finca Montellano, como lo es un tren Jamaiquino (trapiche de horno) del siglo pasado. También, recaería en la expropiación de terrenos y casas para construir la carretera conectora e impactaría el terreno blando y fértil, pues tendrían que socavarlo para rellenarlo con cemento. La inyección de cemento imposibilitaría que el agua de lluvia llegue a los acuíferos, que son los ríos La Plata y Guavate, y ese mal manejo de las aguas contribuiría al cambio climático que evidentemente nos está afectando.

“Espero que el paso de María haya despertado conciencia de que no necesitamos más centros comerciales, sino terrenos agrícolas”, expresó Judith Crespo.

Comuna Educativa, Cultural y Empresarial

A partir del 2016, Rosita Rosado ha sido la cabecilla de la Comuna Educativa Cultural y Empresarial Cajey (CECE), pensada para desarrollarse en la escuela de la comunidad Alejandro Tapia del barrio Las Vegas, en desuso por más de 12 años. Al obtener los permisos del Departamento de Educación y del Municipio, la pequeña escuela se convertirá en una cocina comercial y un salón para ofrecer talleres. La fase 1, que es la cocina, está montada en un 80 por ciento gracias a fondos donados a través de propuestas.

Esta iniciativa contrasta totalmente con la de “Ciudadela de Cayey”, pues beneficiará completamente a la comunidad cayeyana. La idea primordial es aportar por la sustentabilidad económica de proyectos de autogestión. En ese sentido, cuando energicen el barrio, el negocio produciría un efecto dominó: confeccionar pasteles y guanimes con las viandas e ingredientes que le compren a los agricultores locales y luego, venderlos a las lechoneras de Guavate, que son empresas puertorriqueñas.

El CDIC se ha integrado a la Comuna pues a través de él se conseguirá la mano de obra para confeccionar alimentos. “Estamos tratando de que se queden los chavos aquí en la comunidad”, comentó Guillermo Pagán.

Era una finca de ajíes dulces

En el patio de su residencia en el sector Tinito Marín del barrio Las Vegas, Rosa Velázquez tenía una finca de 876 matas de ajíes en producción. Todo se perdió tras el paso del huracán. “Estamos esperando para unir capital semilla e irlo levantando”, dijo la mujer con tono esperanzador mientras miraba la devastación de su finca. Rehacer el área del sembradío, el sistema de riego, el techo especial, etc. tiene un valor de $27 mil.

“Después de la tormenta, nosotros (su familia) sobrevivimos gracias a que teníamos alimentos sembrados”. Tomates, gandules, calabaza, recao, cilantrillo. También girasoles, germinados con la intención de atraer las abejas. Ella y su esposo son parte de los agricultores que se integrarán a la iniciativa de la Comuna.

“Para los de la ciudad es un poco más fácil y ven la vida diferente, vivir aquí es sudar la patria. Aquí hay que meter mollero para salir hacia adelante”, intervino en aras de explicar cuán difícil es vivir en el campo y sembrar la tierra. Sin embargo, a Rosa le encanta vivir trepada en esa loma de Cayey. Además, reconoce que vivir en el campo la hizo ver de cerca la unión y solidaridad de la que tanto hablan tras María. “Abrimos caminos hombres, mujeres, niños. Se vio la unión, nadie protestó, sino que todo el mundo salió a la calle a resolver”, aseguró.

Para ella, el slogan ‘Puerto Rico se levanta’ suena diferente: “El proceso está sumamente lento. Hay mucha necesidad todavía. En aquella casa amarilla, vive mi cuñada. Ella está durmiendo en caseta de campaña” entre las paredes a las que se redujo su hogar.

“Hay que hablar las cosas como son: la gente pasó hambre. La malversación de fondos del gobierno a uno le da coraje porque mientras están desperdiciando el dinero aquí está muriendo la gente. Por eso, hay que promocionar los proyectos agrícolas para que se produzcan alimentos aquí. La gente piensa que la comida viene del supermercado…no, hay que sembrarla, cosecharla”, concluyó Rosa.

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